27 de febrero: Poesía, Memoria y Revolución

Por Daniela Saidman

Hoy quedan los muertos, el recuerdo de sus voces, la caricia que no dieron, el crujir de sus pasos y la vida que vive en ellos.

Hay una poesía que nace de las entrañas, del grito más hondo y menos solo. Hay una poesía que protesta y aunque la tilden de panfletaria, le pertenece al pueblo, porque no calla y se vuelve abrazo.

Hay una poesía que nace de la memoria. Que es bandera alzada y tiene entre los pliegues la humedad de la sangre y el tacto de la tierra. En fin, hay versos que fueron paridos del dolor, de las infinitas heridas abiertas con que aún gime el mundo. Y es esa poesía capaz de mirarse las entrañas y llorar por la siembra, la que sabe de las libertades y la que construye con las manos todas el futuro que necesariamente habrá de ser.

Esa es la poesía imprescindible, la que sabe de los dolores y las luchas, de la ternura y la esperanza. Poesía en la resistencia de eso se trata, de resistir a los silencios impuestos y a la desmemoria como una mordaza.

Versos

Hay versos que son historia, que son canto imprescindible, que son pueblo, que son lucha… así son las lecturas de 27F, Poesía, memoria y revolución, una antología poética publicada por el Consulado General de la República Bolivariana de Venezuela en Sao Paulo.

Voces nuestras recrean desde el poema el grito que el pueblo venezolano enarboló aquel 27 de febrero de 1989. Juan Calzadilla, Gonzalo Ramírez, Luis Ernesto Gómez, William Osuna, José Javier Sánchez, Iris Tocuyo, Eduardo Viloria y Gregory Zambrano, entre otras y otros poetas, cuentan hoy a una misma voz la tierra que supo parir el presente.

El tiempo se divide en los aquí y en los ahora, en el pasado colmado de ecos capaces de derramarse en la mañana amarga del café colado. En la muerte que no debió, en el llanto que aún llueve sobre los cerros, en esa salobre soledad de muchos que sigue diciendo presente a los que quedaron.

Demasiado polvo y demasiada muerte se sumaron en aquel febrero que debe estar anclado siempre en la memoria. Demasiada verdad contra los muros cansados de tanta hambre y de tan poca luz. Tanto valiente estallido que fue capaz de abrir y abrirse el futuro, anunciando los días que estaban por venir.

“En Petare un estudiante de educación media ha sido acribillado / llevaba una bandera roja en su mano izquierda / y en su otra mano / un 38 smith and wesson / que hace más de una vida, un aliento, un sueño, / se ha quedado sin balas / espera a que los cerros sigan cantando / para que las víctimas / no se conviertan en ornamentos de la masacre”.

(Un llanto por el Caracazo, José Javier Sánchez, fragmento)

Esa fue la rabia que bajando de los cerros se estrelló contra los cristales, derribando a su paso el orden y el mundo. Y esa fue, esas fueron, las vidas entregadas con sus manos abiertas, con sus ojos abiertos y con la dulce esperanza clavada en las calles. Hoy quedan los muertos, el recuerdo de sus voces, la caricia que no dieron, el crujir de sus pasos y la vida que vive en ellos.

“Te convoco al encuentro de los juntos / al abrazo de los que nacerán / de otra sangre y otro beso / a los desprendidos de dioses y amos / te convoco a la adoración de todos los afectos / para que el odio no sea más nuestro alimento”.

(Insensibilidad, Ramón Mendoza, fragmento)

Venezuela en llamas, incendiando la memoria y el tacto, danzando sobre la lumbre. 27F para recordar, para alzar las banderas, para decir un poema y seguir haciendo la revolución.

“Alguien tenía que quedarse a redactar los epitafios

Alguien tenía la necesidad de traducir el mundo en llanto

Alguien tenía que guardar el eco doliente y mudo de una plegaria

Alguien tenía que sostener el incierto anhelo humano

de un alba aún por venir en lo oscuro

como una pura e imprevisible ofrenda”.

Gonzalo Ramírez (fragmento)

Daniela Saidman escribe desde Venezuela

 

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