CIUDAD DEL VATICANO (VIS).-El Santo Padre visitó el Hospice Fundación, la Casa de Caridad del Sagrado Corazón de Jesús de Roma, un centro privado de asistencia médica gratuita a enfermos de cáncer en fase terminal y con Alzheimer y Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Este centro es una iniciativa del Círculo de San Pedro y de la Fundación Caja de Ahorros de Roma. Los enfermos ingresados en este lugar han pasado -en once años- de tres a más de treinta.
«Sabemos -dijo el Papa en su discurso- que algunas graves patologías producen inevitablemente en los enfermos momentos de crisis, de desorientación y les obliga a enfrentarse con su situación personal».
«Los progresos de la ciencia médica -continuó-, a menudo ofrecen los instrumentos necesarios para afrontar estos desafíos, al menos en lo que se refiere a los aspectos físicos. Sin embargo, no siempre es posible encontrar curaciones para todas las enfermedades».
Benedicto XVI subrayó que «hoy, la predominante mentalidad de eficiencia tiende a menudo a marginar a estas personas, considerándolas un peso y un problema para la sociedad. Quien tiene el sentido de la dignidad humana sabe, en cambio, que estas personas deben ser respetadas y apoyadas mientras afrontan las dificultades y el sufrimiento relacionados con sus condiciones de salud. Para ello, junto a las curas clínicas indispensables -añadió- hay que ofrecer a los enfermos gestos concretos de amor, de cercanía y de solidaridad cristiana para responder a sus necesidades de comprensión, de consuelo y de constante estímulo».
Tras poner de relieve que «la Iglesia, a través de los siglos, se ha mostrado siempre como madre amorosa con los que sufren en el cuerpo y en el espíritu», animó a los que «haciéndose imagen concreta del buen samaritano (…) ofrecen una asistencia adecuada y atenta a las exigencias de cada uno».
El Santo Padre aseguró a los enfermos su oración y les alentó a «encontrar en Jesús apoyo y alivio, para no perder nunca la confianza y la esperanza. Vuestra enfermedad es una prueba muy dolorosa y singular, pero ante el misterio de Dios, que asumió nuestra carne mortal, obtiene sentido y se convierte en don y en ocasión de santificación».
«Cuando el sufrimiento y el desaliento sean mayores -dijo- pensad que Cristo os está asociando a su cruz, porque quiere decir a través de vosotros una palabra de amor a cuantos han perdido el camino de la vida y, encerrados en su propio vacío egoísmo, viven en el pecado y alejados de Dios. De hecho, vuestras condiciones de salud testimonian que la verdadera vida no está aquí, sino junto a Dios».
El Papa concluyó recordando que «el tiempo de Adviento en el que estamos sumergidos, nos habla de la visita de Dios y nos invita a prepararle el camino. A la luz de la fe podemos leer en la enfermedad y en el sufrimiento una particular experiencia del Adviento, una visita de Dios que, de un modo misterioso, nos sale al encuentro para liberarnos de la soledad y del sin sentido y transformar el dolor en tiempo de encuentro con El, de esperanza y de salvación».