Por Jorge Zavaleta Balarezo
El inminente estreno de “Dark Shadows” en América Latina, nos permite volver sobre la fascinante carrera de su director, el genial Tim Burton, quien ya en los años 80 supo darse a conocer con su propio toque de humor y fantasía y su gusto por lo lúdico y lo experimental. Recorriendo su obra, bien podemos comprobar que Burton es un soñador como esos grandes del cine que son Chaplin, Jaques Tati, Jean Vigo u Orson Welles.
Desde los años 70, Burton está inmerso en el mundo del cine y realiza películas para la televisión y cortos en los que destaca tempranamente su vocación por los mundos de fantasía como el que nos mostraría en el “remake” de “Charlie y la fábrica de chocolate”, protagonizada por su actor favorito Johnny Depp. De 1985 es “Pee-wee’s Big Adventure” y de 1988 “Beetlejuice”, con Michael Keaton y en la que Burton da una clara señal de lo que, con el tiempo, marcará su intensa y vívida obra.
Y es que Tim Burton no sólo es un creador de escenas, de momentos, de imágenes, es también un sentimental y vuelve a ser un niño cuando parece reencontrarse a sí mismo y nos ofrece una historia tan fantástica como redonda en “El gran pez”. Allí, como lo seguirá haciendo con el paso de los años, Burton alcanza un sabio equilibrio, una madurez que ya nos lleva a considerarlo un maestro.
Para él, el cine constituye un entretenimiento constante y así como el cineasta se vuelve un asiduo a los trucos y los montajes, quienes valoramos cada momento de su arte nos volvemos asimismo en seguidores de esos meandros, a veces misteriosos, otras simplemente deslumbrantes, por donde va discurriendo su obra, la cual nunca deja de sorprendernos y se vuelve, constantemente, un alegre y entusiasta llamado, una celebración en vida.
Hizo las dos aventuras de Batman a principios de los 90 y, nuevamente con Michael Keaton en el rol protagónico, logró convencernos de la oscuridad y la privacidad del “Caballero de la noche”. En su primera incursión adaptando el cómic de Bob Kane se introdujo en los secretos de la baticueva pero fue más explícito en la segunda entrega, cuando nos presentó a Gatúbela, en el extasiante papel que le cupo a Michelle Pfeiffer, y al Pingüino que encarnó Danny DeVito. La aventura fue lo suficientemente sólida y sensorial para demostrarnos entonces que, sin abandonar nunca su imaginario infantil y lúdico, Burton era capaz de acercarnos a los límites de una pesadilla.
Entonces ya confirmamos que su cine no sólo era una sucesión de escenas imaginativas, narradas con mucha corrección, sino que podía convertirse en un elemento disociador, tentadoramente diferente, capaz de hacernos ir más allá de la risa y la complacencia. Entre ambos “Batman” hubo lugar para el estreno de una de sus películas más emblemáticas, “El joven manos de tijera”, en la que Johnny Depp era aceptado por la familia de esa chiquilla encantadora que por entonces representaba la gran Wynona Ryder.
Con el tiempo, y bien asentado en este siglo, tan dado a la sorpresa, Burton ha experimentado con géneros, escuelas y estilos. Allí está su grandioso “biopic” “Ed Wood” íntegramente rodado en blanco y negro y dedicado a quien se conoce como “el peor director de la historia del cine”. Es una historia que detrás de su halo de ceremonia y tragedia nos descubre al cineasta convencido de su arte, que sabe que fracasa y sin embargo toma esa caída como un estilo, románticamente. Después vendría “Marcianos al ataque”, con un reparto multiestelar y que era una comedia muy al estilo del propio Burton, quizá imaginativa y chocante a la vez, quizá un punto más a favor en una trayectoria que maduraba con rapidez.
En “La leyenda del jinete sin cabeza”, volvió Johnny Depp, esta vez al lado de Christina Ricci. Adaptando una obra de Nathaniel Hawthorne, Burton volvía sobre los enigmas de fantasmas, extraterrenales, sembrando el suspenso y convenciéndonos, una vez más, que su arte podía ser siempre diferente, expresivo, ambicioso.
Hablar de “El planeta de los simios”, remake de una cinta aclamada con Charlton Heston, es referirse quizá al único desliz de Burton. La película simplemente no funcionó y queda a mucha distancia del entretenido modelo original. Burton no se hallaba en su atmósfera, no encontraba lugar para hacer lucir sus propias habilidades, que son las del director de un teatro de marionetas. A “El planeta de los simios” le faltaba esa vida tan expresiva y orgánica que sí ofrece el resto de su carrera como director.
Las obras han seguido llegando y no ha faltado el humor negro e hilarante. Para demostrarlo allí está “El cadáver de la novia”, filme de dibujos animados en el cual el ya familiar Johnny Depp presta la voz a su graficado alter ego. “Sweeney Todd” fue la adaptación de un prestigiado musical, generoso en dosis de sangre y tal vez en excesivos y chirriantes momentos, pero la obra confirmaba que Tim Burton seguía experimentando, y con éxito. Hace dos años se estrenó, en 3D, “Alicia en el país de las maravillas”.
En apariencia el mundo tomado de la novela de Lewis Carroll y con el antecedente de la versión animada de Disney nos llevaría a pensar que este era un terreno muy fértil para su director. No podemos decir que esta cinta nos fascinó tanto como ha ocurrido con las que hemos enumerado en esta nota, y sin embargo la imaginería visual y el esfuerzo creativo de su hacedor persisten en dejar una huella. A estas alturas cabe recordar aquel otro filme animado, producido por Burton, “El extraño mundo de Jack”, que merece verse más de una vez y que es una lección y una enseñanza.
Con el estreno de “Sombras tenebrosas”, basada en una serie de televisión muy popular en EEUU, y que protagonizan Johnny Depp y esa hermosa criatura que es Eva Green, Tim Burton se pone al día y nos anima a confirmar que su carrera, trátese del vértigo o la alegría, sigue en marcha. Veterana ya, en este estreno de temporada también participa Michelle Pfeiffer.
En suma, 40 años de carrera dan cuenta del ímpetu y el talento de un cineasta tan original que no se agota en la primera toma y que concibe el cine como un permanente espectáculo, como una feria de ilusiones, un artista que anima y sorprende al espectador. Un mago de las imágenes, ese es Tim Burton.
Jorge Zavaleta Balarezo escribe desde Pittsburgh, Pennsylvania