Crítica literaria: “Los peces no cierran los ojos”, de Erri De Luca

Por Francisco Vélez Nieto


Erri De Luca

Los peces no cierran los ojos

Traducción de Carlos Gumpert

Editorial Seix Barral

El justo espacio en la literatura que con toda dignidad ocupa Erri De Luca (Nápoles 1950), no necesita de elogios gratuitos pagados o de poses estudiadas, se basta, solo ante el peligro frente a los más diferentes criterios. Todo, porque sencillamente su propia vida y personalidad, insobornable, le basta si se le suma la calidad de su obra. Autodidacta inquieto al que la vida le ha dado duro y con un palo antes de llegar a esta altura como creador literario, que al final es lo que importa ser un sólido autor de cara a quienes se acerquen a sus novelas. Pero que en su caso- como ha sido y puede ser en otros- , fue niño de posguerra, activista político, obrero y traductor de la Biblia, Siendo una dura fuente de experiencia vivida la que sostiene todo la obre de Erri De Luca. Una trayectoria que ha sabido llevar, moldear su existencia propia, sin ningún disfraz, en literatura pura y conmovedora, plasmada en el papel, garabateada con la plumilla, tinta que se corre, sin papel secante para detenerla y que “los escolares pobres no podían adquirir, de modo que secaban con el aliento, pero soplando a la justa medida”

Con tan justa norma y experiencia vivida está escrita la novela autobiográfica Los peces no cierran los ojos, lo que confirma su criterio de que «inventar me parece un abuso de confianza», porque cuando se tienen las cosas clara en esta vida, no es necesario intentar cambiarla ejerciendo la desmemoria con fines lucrativos (aunque muchos lo hacen, especialmente los políticos de cualquier palo), solo es necesario arrimarle ingenio, oficio y constancia, para que brote la historia colocando cada cosa en su justo lugar con sencilla maestría, para que la manche de sentimentalismo barato de serial televisivo. Como bien afirma: “¡Yo creo en lo que veo escrito. Hablando se dicen un montón de mentiras. Pero cuando uno escribe, entonces es verdad”. Su vida y obra no admiten el divorcio como nos señala el aplicado aprendiz de diversos oficios, diplomado en las vivencias del caminar diario, ese donde “Ningún obrero trabaja por vocación” Y así, alcanzar el oficio de escritor de ficciones tomadas del crudo arroyo que tantas veces es la más pate3nte realidad. Compromiso de un escritor protagonista de verdadera e insobornable vocación.

Paseante observador del mundo cotidiano, que desde los extractos populares convividos, ejerce con sencillez narrativa, si caer en el realismo machacón, aplicando la ternura y la vocación describiendo el esfuerzo, identificándose con las labores calladas: “En la playa de los pescadores, los viejos reparaban las redes, sentados con las piernas abiertas, las manos que actuaban por su cuenta. Los ojos poco veían, ninguno llevaba gafas. Lo que había que ver, las manos ya se lo habían aprendido de memoria. Actuaban a olfato libre, mirando hacia delante, en dirección al mar, que estaba también dentro de ellos”. Hermosura y fuerza de una prosa pausada y poética, manantial de frescura, experiencia intensa, no sin cierto desgarro, pero desbordante de lírica ternura, cruda sensibilidad y sencilla elegancia.

Erri De Luca se ha convertido en un escritor de culto respaldado por sólido y real prestigio, donde no se halla manejo alguno que pudiera dañar su reconocimiento público, como creador de las ficciones reales extraídas de sus propias circunstancias en las que creció, todo lo ha venido logrando con el pulso y la tenacidad del buen observador fiel a su memoria, juez de lo justo y lo injusto, del ser y no ser, en el amplio campo del amor a las personas y las cosas.

Esa multitud de pequeños fragmentos de vidas que unidas crean la grandeza en un largo susurro que solo rompe el rasguear de la plumilla con el secante a la mano para que no degenere la tinta. Escritura contenida dueña de un estilo creativo propio que a medida que va avanza se convierte en prosa poética: “Y se metió debajo del agua. Yo también me sumergí para sacarla, y ella, debajo del agua, me tomó de la mano. Salimos a respirar, ella tenía aún su mano en la mía”. Dulzura y sensualidad, un roce suave que lleva a imaginar todo lo que puede ser posible.

Erri De Luca, durante la guerra de los Balcanes fue conductor de vehículos de apoyo humanitario. Ya llevaba consigo muchas solidarices y movimientos sin fronteras, como fue el Mayo del 68. Apasionada alpinista, es autor de cincuenta obras, de las que merece destacar: Aquí no, ahora no (1989), Tú, mío (1998), Tres caballos (1999), Montedidio (2002), o El peso de la mariposa (2009). Toda una obra tallada con la constancia, el compromiso y el dictado de la conciencia.

Francisco Vélez Nieto escribe desde España.

 

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