Por Jorge Gómez Barata
El probable triunfo de François Hollande en las elecciones francesas (6/5/2012) significaría el retorno al poder de la socialdemocracia en el país políticamente más avanzado de Europa Occidental y probablemente renovaría las contumaces y estériles polémicas y descalificaciones al interior de la izquierda.
Los términos izquierda y derecha nacieron en Francia como parte de la primera gran revolución social y se consagraron cuando, expulsado de su país en 1843 Karl Marx recaló en Paris donde debutó políticamente y junto a una elite intelectual avanzada que acogió a los opositores y perseguidos de toda Europa, forjó la vanguardia política del siglo XIX que instaló el pensamiento más avanzado: el socialismo.
A mediados del siglo XIX el socialismo europeo, nacido del tronco común del marxismo se multiplicó, dando lugar a las tres grandes corrientes ideológicas que además del liberalismo todavía forman el espectro político occidental. Se trata del comunismo, la expresión más radical y cuya bandera fue levantada por los bolcheviques y luego, en perturbadora ineficacia, remitida por sus continuadores.
De la misma matriz aunque con metas menos radicales e inconsecuencias teóricas y prácticas que la han hecho pendular de un extremo a otro, apareció la socialdemocracia, que asume que el capitalismo puede ser reformado. Con una posición igualmente crítica a la explotación y la injusticia social, aunque apoyándose en el credo cristiano y en la Doctrina Social de la Iglesia emergió el pensamiento socialcristiano. Siglo y medio después combatidas, denostadas y vilipendiadas por tirios y troyanos esas corrientes dominan el panorama político mundial.
El cisma de la izquierda
En 1889, centenario de la Revolución Francesa, con una clara inspiración marxista, los partidos socialdemócratas europeos constituyeron la II Internacional o Internacional Socialista. En 1896 la organización era liderada por los socialistas alemanes que, como otros, aspiraban a llegar al poder por vía parlamentaria, objetivo al que subordinaban su quehacer político.
En 1899 Alexandre Millerand, se convirtió en el primer socialista en ejercer como ministro de un gobierno europeo, cosa que luego hiciera el también socialista Arístides Briand, cinco veces primer ministro de Francia, hechos que a los ojos de otros marxistas contradecía la socialdemocracia haciéndole perder identidad como partidos obreros. Aquel curso anunciaba el cisma socialista ocurrido entre 1912 y 1914 que es conocido como la “bancarrota de la II Internacional”.
En su repliegue, la socialdemocracia alemana tomó distancia del enfoque marxista autentico, asumiendo el llamado “socialismo evolutivo”. El conflicto dividió a los socialistas y los distanció de los comunistas. Arrastrados por las corrientes nacionalistas, los socialdemócratas representados en los parlamentos votaron a favor de los créditos de guerra, lo cual favoreció el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial.
De ese modo, exagerando el significado de su criticable actitud, los marxistas, particularmente Lenin consideraron a la socialdemocracia como virtual responsable del desencadenamiento de la guerra, cosa que al producirse el triunfo bolchevique en medio de la guerra (1917) creó un abismo entre comunistas y socialistas que, en algunos ambientes, no ha sido superado.
Con la muerte de Lenin y la instalación del stalinismo el conflicto no hizo más que ahondarse, persistió durante 70 años. La socialdemocracia se apartó de su matriz marxista y los marxistas, aunque circunstancialmente se alían con algunos de sus partidos, los consideran apenas compañeros de viaje, escamotándoles lo que constituye su mayor logro y lo que más los aproxima al socialismo, que es su apuesta por los estados de bienestar. Ojalá la elección de François Hollande haga la diferencia. Allá nos vemos.