Por Santiago D. Távara
En el debate sobre la vacancia contra PPK, el mensajero es el problema. Resulta difícil “defender” a PPK a quien también le ha salpicado el escándalo de corrupción de la constructora brasileña Odebrecht. A esos cuestionamientos se agrega el indefendible indulto dizque humanitario al exdictador Alberto Fujimori, luego de salvarse de una vacancia en diciembre pasado.
Si el mensajero, en este caso, el Congreso dominado por el fujimorismo y apoyado por el aprismo, estuviera libre de polvo y paja, la vacancia sería el mejor camino. Sin embargo, el testimonio reciente del exrepresentante de Odebrecht en Perú, Jorge Barata, con respecto al “financiamiento” a candidatos al Congreso, embarra a todos los partidos políticos.
Nadie está libre de pecado. Sin embargo, los congresistas, en una alianza inconcebible de izquierda y derecha, han arrojado no una, sino varias piedras para urgir la vacancia contra un presidente que todavía no ha sido declarado culpable de los delitos que se le acusan. Ante este panorama, la institucionalidad de Perú está en juego. Así también su imagen internacional, con la realización en abril de la Cumbre de las Américas en Lima, a la que asistirán mandatarios de todo el hemisferio, incluyendo al presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
La vacancia, como el tema del indulto, tiene tintes políticos, sed de venganza, empañados con la tentación de ganar en la mesa, y no en la cancha electoral. Una vacancia impulsada por un Congreso impopular que debe enfocarse en impulsar iniciativas para mejorar la calidad de vida de todos los peruanos, pero están tan involucrados en casos de corrupción que prefieren cortinas de humo como la vacancia presidencial que bordea con un golpe desde el Poder Legislativo.
Queda a la ciudadanía peruana defender sus instituciones y participar activamente en la política, de lo contrario, los mismos políticos de siempre continuarán retrasando el desarrollo del país.