Una prolongada investigación de la Facultad de Derecho de Columbia reveló que el estado de Texas ejecutó a un hombre inocente hace más de veinte años. Carlos DeLuna murió por inyección letal el 8 de diciembre de 1989 acusado de matar a una mujer a puñaladas en una estación de servicio.
Pero DeLuna declaró al jurado que había visto a otro hombre, de nombre Carlos Hernández, luchando con la víctima en la estación de servicio la noche del homicidio. Los fiscales se burlaron de él y dijeron que la policía no había podido encontrar a Carlos Hernández, a pesar de sus profusos antecedentes penales y presuntas confesiones a amigos y parientes de que había perpetrado el crimen.
También era sabido que Hernández portaba un cuchillo igual al utilizado en el homicidio. Los dos hombres se parecían mucho y a veces eran tomados por mellizos. Gran parte del caso contra DeLuna se apoyaba en el testimonio de un testigo presencial que más tarde admitió que le costaba distinguir a un latino de otro.
El estudio, realizado por el Profesor James Liebman y una docena de sus estudiantes, se publicó en la edición de primavera de la Columbia Human Rights Law Review, revista especializada en derechos humanos de la mencionada universidad.