Por José Manuel Ortiz Benítez
Ahora con nuestros diputados electos, los salvadoreños podemos dormir tranquilos, ya tenemos nuestros representantes para defender a muerte nuestros intereses en la Asamblea Legislativa.
Si nuestros diputados nos cumplen las promesas que nos adeudan, tendremos empleos, seguridad, salud, agua, alimentos, electricidad y combustibles baratos, y, naturalmente, un fondo de pensión para jubilarnos con tranquilidad.
La lucha por defendernos no ha sido fácil. Nuestro amigo del PCN, don Ciro Cruz Zepeda, incluso llegó a decir que él particularmente estaba harto de tanto gangerismo en la Asamblea Legislativa.
“Se necesita una renovación”, dijo, con su habitual atuendo, el maestro Zepeda, por eso cambiamos de partido, de Conciliación Nacional a Concertación Nacional —una gran renovación al estilo Zepeda. Esta vez, el destino ha querido que don Ciro Cruz Zepeda se quede sin su eterno puesto en la Asamblea Legislativa. Ya le ocurrió una vez y volvió, así que don Ciro volverá a ser diputado nacional, después de otra temporadita amañada como diputado en el Parlamento Centroamericano.
Jorge Schafik, hijo del Legendario Jorge Schafik Handal del FMLN, perdió por goleada en San Salvador, no obstante, el aspirante de la izquierda se mostró “muy satisfecho” con el resultado.
La Señora del Cash, doña Ana Vilma de Escobar, fue la más votada entre las filas areneras y no areneras. Uno se sorprende cómo en un pueblo humilde y pobre, la más votada de todos los aspirantes resulta ser la más acaudalada. “El poder del cash” me dice un amigo cercano en un tono muy serio.
“Eso merece una profunda reflexión por parte de la izquierda pensante y no pensante de este país” dice, en un tono todavía más serio, mi estimable tocayo Don Manuel, un hombre de pueblo, normalmente tranquilo, excepto cuando se habla de la réalité politique salvadoreña.
De los victoriosos, el que más gozó fue el Dr. Norman Quijano. Dio una despiadada golpiza a todos sus contrincantes. Sin embargo, Norman, en su habitual discurso “marketiniano”, dijo que el triunfo de San Salvador le pertenecía más a él, que a su partido.
Hay que destacar que la gente de los barrios pobres no se molestó en ir a votar, prueba de ello es que cerca del 50% de los salvadoreños no salió a votar. “Para qué” se pregunta Toño, un salvadoreño que no se identifica con ningún partido. Aquí estamos atrapados en nuestra propia cárcel, no hay salida, estamos destinados a morir jóvenes y pobres, dice el muchacho sentado frente al sol en el andén de su barrio.
Más abajo, en el mismo barrio, “en estas elecciones, nos han vendido el Paraíso, pero aquí en el Campanera, seguimos en el infierno, cabalgando felizmente hacia la muerte”, dice Lucho, el compañero de Toño, con una sonrisa macabra.
Para Toño y Lucho, de 19 y 21 años de edad, las elecciones “no significan nada.” La vida, tampoco.
José Manuel Ortiz Benitez es columnista salvadoreño.