Lo que veo al espejo

Foto: Yanko Farias

Por El Lector Americano

BURKE, Virginia, 4 de diciembre de 2024.- Después de muchos años me di cuenta que la mañana es el mejor momento para ver películas. En una ocasión, hace muchos años, yo me estaba yendo de un lugar; había estado conversando y, justo cuando salía por la puerta, un tipo me dijo: “Ey, tú ”. Me detuve, me di vuelta, y me dijo: “Ten cuidado”. Y nunca lo olvidé. Y me acuerdo siempre de eso: Ten cuidado. Ahora, años después, me di cuenta que ese fue un buen consejo.
Se supone que los puntos suspensivos… son eso. Lo mismo que el signo de interrogación ¿?, deviene de un jeroglífico egipcio que significaba “un gato yéndose”. Y los que debemos saber es, que el signo es la cola. Y significaba, eso no lo sé la verdad, pero bueno, lo que sea que signifique cuando te están ignorando o dando vía…

Cuando era niño, había una tía en mi familia, una mujer prejuiciosa y algo petulante, que cada vez que me veía, me decía: “Ahí está, llegó el señor rajadiablos”. Desde chico fue siempre: “Je, je; eres el señor rajadiablos”. Y siempre me pregunté: ¿qué significa eso? Pero con los años se me ocurrió que era una forma de bajada de línea, de cómo funciona la mirada de los otros con respecto a uno. De que las cosas que uno le dice a un niño se le pegan. Y creo que sí, yo soy un rajadiablos. Pero tal vez lo sea por esa tía de cuarta que me lo dijo hace muchos años. Anda saber qué pensaba ella de sí misma.

Mi padre era un tipo que te daba lecciones sin decirte nada. Tenía un trabajo público, de doce horas diarias. Y aunque tenía dos días libres, de forma rotativa, que podrían ser un lunes o martes, o un sábado y domingo, en sus días libres igualmente él se levantaba temprano, se ponía camisa y corbata, y barría el gran patio de nuestra casa. Lo hacía porque le gustaba tener cierta disciplina con la cotidianidad de los días. Para él no era un sacrificio levantarse temprano. En vacaciones, de verano o invierno, mi padre nos hacía buñuelos de manzana para desayunar a toda la familia. Me encantaban sus buñuelos de manzana con azúcar polvoreada. Y si era la tardecita, con calor, nos hacía limonada y unos “sándwiches”, de queso y tomate increíbles. “Son pequeñas cosas que hacen a la felicidad”, decía mi viejo. Esos gestos que hoy casi ya no se ven. Y eso de levantarse temprano y vestirse formalmente, era una forma de decirme: “báñese, vístase bien, descanse pero no afloje… nos ha tocado vivir en tiempos complicados hijo”, decía mi viejo, y hoy aún me emociono de sus consejos sin serlo.

Foto: Yanko Farias.


La mayoría de los textos que escribo son básicamente de personas comunes, a veces desagradables, pero que de alguna manera siempre te enseñan algo. Describiendo personajes, descubro algo anómalo o bien muy vivificante y, por supuesto el contexto que incidió en la vida de las personas. A veces me abruma recordar cuestiones e historias de personas dañadas. Allí es cuando le digo a mi yo interior, de por qué no conozco personajes del tipo Charles Ingalls’s. Que tengan esposas e hijos, y un perro y una casa, y que sus hijos le digan: “¿Qué te parece que debo hacer, papá?”; y ese personaje les diga: “Ten cuidado hijo.”

Siempre pensé que si iba a escribir de tipos, algo complicados o retorcidos, antes que nada estos debían tener una relación con el lector, como un contrato de lectura como decía el semiologo Eliseo Verón. Bueno, desde esos parámetros escribe El Lector Americano. Y cuando él la está pasando bien, haciendo gala de su pequeño mundo, y parte de Latinoamérica, ya que estamos, y de repente se le ocurre mandar a todos sus lectores a ver si llueve en la esquina, es solo un gesto de ansiedad. O entender que es El Lector… en plan diversión cuando vértebra un texto con cuestiones cáusticas de la vida. Digo esto porque el que está detrás del Lector… nunca haría nada de eso. Sino todo lo contrario.

El golf y Túnez. Cuando viví en Túnez, conocí un par de tipos que jugaban golf. Y no sé cómo decirlo, pero es una actividad realmente misteriosa. Esas personas eran buenos tipos, que estaban absolutamente obsesionados practicando su swing y hablando de eso como si fuera lo más trascendente en sus vidas. Puedo entender un deporte donde tu cuerpo obtenga una ganancia física: correr maratones o andar en bicicleta. Pero el golf no es eso. Y no sólo no es eso: está todo el tema de estar parado al sol. En Túnez hay 54 grados Celsius. ¡Por favor!… es como ir a misa y recibir una hostia de harina sin gluten para que tengas.

Pastas. Me encantan comer fideos. Me gustan mucho. O hacer todo tipo de salsas. Hubo una época en que comía tallarines todos los días. Pesaba diez kilos más que ahora. Lo mismo me pasó con el helado y los chocolates… me encanta ver televisión y comer chocolates y comer helado. Pero, la verdad, eso es como ser un poco adolescente, todo el tiempo, siempre. Hoy no puedo hacer eso. Pero la cerveza. ¡Por favor! La cerveza, tallarines, helado, y chocolates, eso es ¡viva la pepa! Y claro, también viendo 2001: Odisea del Espacio de Stanley Kubrick, a las 8:00 de la mañana. Solo en la sala… Eso es vida.

¿Sabían ustedes que los bailarines profesionales no salen a bailar? Y cuando estás en China, no necesitas pedir comida china. ¿Es raro el mundo, no?


Cuando estás frente a muchas personas, virtual o en directo, haciendo algún tipo presentación o algo así, y sabes que te está yendo mal, es una situación bien desesperada. Pero sabes que tienes que seguir adelante: porque sabes que estás fracasando rotundamente, pero no puedes parar. Aunque ya sabes que dentro de media hora todavía te va a estar yendo muy mal. Hay que tener piel de chancho para eso. Y yo estoy curtido. Entre excesos y discreción, ir perdiendo no alcanza para que un corazón de melón no deje de perder la calma.

Consejo de oro. Yo tenía un amigo que me dio un buen consejo cuando recién empezaba a trabajar en esto de las redacciones y medios: “Vas a estar recorriendo el ambiente radial, y de vez en cuando si alguien te va a invitar a una fiesta, entonces no te aparezcas. Quédate en tu casa, o anda al cine”. Y después concluí a que sé se refería: No debes mostrar tu cara demasiado. Hay que dejar que se pongan un poco contentos cuando te vean.


Todo eso ocurrió hace unos cuantos años, cuando hacía un programa de radio de madrugada, “Por el mismo camino”, así se llamaba. Fue de pronto… Yo ha había estado en el mundo de los medios por unos años, y no había pasado mucho. Quiero decir, estaba trabajando en la oscuridad, y de pronto este proyecto de radio, fue auspicioso, de cierta manera, realmente me volví bastante social haciendo radio de madrugada. Fui muy gregario. Y eso duró, no sé, doce años, creo…

Foto: Yanko Farias.


Hoy hay mucha oferta de libros, películas y series, pero los guiones y argumentos son bastante laxos: los giros y contextos de las historias normalmente cambian mucho. Van de corridas. Pero eso me gusta el cine clásico. Esas películas tienen historias y guiones enormes. Todo es diálogo y acción. Todo está escrito. Uno solo debe solamente poner atención a los detalles, a los diálogos de los personajes, e incluso en las secuencias donde no hay voz. Allí es cuando te haces una gran película en tu cabeza. Eso es el buen cine, las buenas series de TV, o la buena narrativa o la buena radio.

A veces miro mi teléfono celular y pienso: aquí hubo un tipo que puso toda su sabiduría para que este pequeño aparato funcionara, y está re bueno. Pero igual hay algo allí incomprensible para mi. Y así como no me interesan muchos los aparatos ni tampoco los autos, reconozco que un auto o un teléfono inteligente realmente espectacular tiene lo suyo. Te da cierta paz, electromagnética.

El otro día me acordé de un encuentro azaroso: conocí de forma espontánea a Gustavo Cerati (Soda Stereo) en 1992, viajando en avión de Baires a Santiago. Su hijo me pateaba la espalda desde el asiento de atrás. Cerati y yo hicimos, nos trenzamos en esa escena de reclamos y recriminaciones porque si niño no paraba. En serio, incluso casi nos fuimos a las manos. Después terminamos riéndonos. Fue un día ridículo e inolvidable. Los niños a veces unen a los padres y tipos cabreados.

Me gusta escuchar entrevistas radiales. Tengo una lista de reportajes que haría si no fuera tan vago, pero la idea de tener un programa radial… dos personas hablando en la radio es algo fascinante. Hoy podría hacer eso desde casa. Ya no necesita ir a una emisora de radio. En estos tiempos que no me gusta ir a ningún lado, salvo Costco o Marshall, o a cualquier Shopping que quede cerca, a veinte minutos en auto… allí, estoy seguro, porque encontraría personajes de esos irrepetibles.

Ahora que tengo hijos, descubrí que no me gustan los zoológicos. Son horribles. Mal olor y animales aburridos. Un pésimo lugar para ir de paseo.

Dicen que la sonrisa es una de esos gestos primordiales del ser humano; que consiste, según los expertos, en mostrar los dientes, que de última es una advertencia de algo. De que cuando sonreímos, de algún modo primitivo, esto tiene que ver con generar miedo. Quizás por eso ahora me doy cuenta que hay algo peligroso en lo que es gracioso. Algo discordante y desconcertante. Esa maldita conexión entre todo lo gracioso y lo temible.


Anoche soñé que mataba al payaso Plim Plim. Terminé muerto de la risa.

av.-

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