Por Carlos Alberto Parodíz Márquez
Estaban allí, en un medio día suave después de la tormenta. La hora parecía no conmoverlos, malévolamente supuse que quedaba algún cura samaritano, porque ellos bien relajados y en distintas posturas y lugares, marcaban el territorio elegido. Uno descansaba, lánguido, entre los asientos y el reverencial para arrodillarse, respiraba plácidamente, despertando envidias diversas, pese al lugar donde desperezaban ocios.
Yo, un topo, entre otras alimañas menores, había sido citado por Yon, el vasco insufrible, en la puerta de la Catedral, donde un Obispo de ilustre apellido literario, que no era el suyo –lo del ilustre- refiere a lo ajeno del protagonista.
El tercero en discordia, confusión protagónica, era el segundo en orden de aparición, casi al pié del hemiciclo, hacía su temprana siesta, sin delatar ni hambre ni interés por el tránsito humano, que debía rodearlo para pasar. Dos ejemplares no mal nutridos de esa raza puro perro, (p.p.), distintiva para otro festival de la necesidad. Asombrosamente indiferentes. Presumo se sentían acunados por la suave melodía de una sonata sin estridencias, casi como un murmullo bienhechor y poco les interesaba que ocurría por allí. La mía era una presencia impresentable que zafé porque la iglesia no implementó el derecho de admisión.
– Vamos a hacer un inventario de calamidades, como en nuestras mejores épocas – fue el saludo del vasco, desde la ventanilla silenciosa del Alfa gris. Después a comer – . Esa última parte fue la única que realmente me interesó, para ser honesto de su saludo. Era el jueves santo de nueva procedencia y la noche anterior, calamidad mediante, se había radicado una tormenta flamante, anticipo del tropicalismo que llegó para quedarse, cosas del calentamiento global que le dicen, pero su paso dejó desolación y víctimas que no volverán.
A riesgo de parecer indiferente, confieso que lo de la comida, como siempre, me superó. Antes de emprender la marcha donde comprobamos que la ciudad no era Bosnia y que la gente tenía miedo de lo innombrable (tornado) para las autoridades, Yon me dijo casi con amabilidad, – sólo por curiosidad, ¿no te vendría bien la comprobación de un informe tuyo del 2008 que sigue revoloteando por allí, repasalo, pese a todo como decía Fontova, puedas sentirte bien – . El Alfa gris, no filtra ruidos, ni desniveles del piso así que se puede leer casi como en casa.
Informe
¿La re…cesión es volver a ceder?
“En 1929, EE.UU. hizo crac. Fue financiero, social y económico llevó sus años la recomposición. Resultó necesario entrar en la segunda guerra, para dinamizar la economía del por entonces naciente, complejo militar-industrial. En este 2008, el horizonte dibuja similitudes inquietantes. La recesión está a la vuelta de la esquina. Y la perspectiva de marco familiariza, por el tono bélico, que será –siempre lo es – una buena excusa para empezar de nuevo.
La guerra, conjeturan algunos, es un breve intervalo de la paz. La velocidad de la destrucción es, inversamente proporcional, a la vocación de la construcción. En vísperas de una debacle económica norteamericana, que se mece entre dos instancias posibles un amerizaje suave –en realidad una prolongación del estallido, diluido en un periodo de tiempo ajustable mayor o el de la Reserva Federal, abrupto que, dicen, será más sano para la economía norteamericana, son los extremos.
Es casi seguro que el presidente George W. Bush ignora, uno supone, que el arqueólogo, militar y escritor Thomas Edward Lawrence, quien durante años vivió, combatió y, sobre todo, aprendió en Oriente Medio, menciona en “Los Siete Pilares de la Sabiduría”, publicado en 1926, un curioso proverbio: “Los árabes consideran que la mejor manera de escapar de un cuadrado es hacerlo por tres de sus lados”.
Formulado el teorema, crece la sospecha de una incentivación militar que contenga el deslizamiento de la economía norteamericana, puesto que los gastos militares activan el complejo industrial-militar, aunque los dos intentos llevados a cabo no le alcanzaron (Iraq-Afganistán). No es extraño que la tentación de estirar la conflictividad llegando al enfrentamiento con Irán, resulte por demás tentador, ya que tiene como botín, para los EE.UU., la energía persa y el control del estrecho de Ormuz, por donde circula la energía del planeta.
Nómadas, guerreros y comerciantes, los árabes han sido episódicamente conquistadores y conquistados. Herederos de una poderosa cultura, los antiguos pueblos del desierto convertidos en potencias petroleras tienen otra concepción del tiempo, el poder y sus jerarquías, las relaciones humanas, la confesionalidad, la diplomacia, los negocios y las alianzas políticas. Los conflictos entre etnias, son incomprensibles para Occidente, pero están cimentados en un pasado que tiene aguas divididas y sólo se alinea, circunstancialmente, contra un enemigo común.
No es extraño, entonces, ver que Arabia Saudita (patria entre otros de Bin Laden) tenga una monolítica alianza con los EE.UU, que le ha dado el poder militar de la nación árabe, para resguardar la energía bajo sus pies. Hay que albergar, entonces, máxima comprensión para no perder de vista el negocio petrolero. La estratégica Secretaría de la OPEP, es “eternamente” de este país árabe que decide, por otra parte, el destino del abastecimiento mundial.
Probablemente sea necesario algo más que una gira de ocho días por cinco países -Kuwait, Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Egipto-, para convencerlos de que sus intereses son los mismos que los de Estados Unidos en el Golfo y que Irán es una “amenaza para la paz en la región”. Sobre todo cuando los objetivos de esa gira incluyen un contrato por 30 mil millones de dólares por la venta a Israel de misiles norteamericanos durante la próxima década.
La crisis norteamericana, demorada o abruptamente provocada, tendrá lugar. El pánico de los mercados preanuncia que la proximidad es realmente cercana. Cabe esperar que sucederá en los conglomerados financieros, luego que Merryl Lynch y Citi Group, mostraran el espejo que viene.
El presidente Bush, al finalizar esta gira hablará al pueblo de los EE.UU: para anunciarles el “estado de la nación” y se podrá esperar el marco de medidas correctoras (paquete impositivo) y las políticas de aliento, que comprometen el futuro de los autoridades que vienen.
A pesar de que la Organización Internacional de Energía Atómica comprobó que Teherán no desarrolla, desde 2003, programas nucleares bélicos, sino aplicaciones civiles pacíficas y que 16 organismos de la comunidad de inteligencia norteamericana confirmaron la información, desde Washington se insiste en identificar a Irán como un “estado terrorista”.
El conflicto será una consecuencia, deseada, para atar el salto del complejo militar norteamericano a los avatares de la economía interna de ese país y, por lo tanto, discernir las excusas es casi una obviedad. Más tarde que temprano, puede ser el marco de una decisión presumiblemente trágica, en ambos sentidos de la historia. El futuro, como gusta decir, pasa por él. Bush deja una herencia de brumosa corrección para su país y el planeta.
Recientemente, la marina de guerra de Estados Unidos divulgó un video con audio sobre cinco lanchas rápidas iraníes que el 6 de enero, dos días antes de comenzar la gira Bush, realizaron una “provocación” en el Estrecho de Ormuz a tres buques de la poderosa Quinta Flota.
Ni Bush ni sus asesores parecen haber considerado que las guerras que se iniciaron en el área con el ataque de Saddam Hussein a Irán en 1980 -con apoyo de Estados Unidos, precisamente- seguido por la invasión iraquí a Kuwait en 1990, la posterior “liberación” (bajo la presidencia de Bush padre) y, finalmente, la ocupación estadounidense de Irak en 2003, efectivizada por Bush hijo, afectaron a todos los países del Golfo.
La Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono tampoco toman en cuenta que estos países, enfrentados durante años a Irán, han enviado en los últimos tiempos señales de acercamiento a la república islámica.
El rey Abdullah, de Arabia Saudita, invitó en diciembre al presidente Mahmud Ahmanideyad para que participe de la peregrinación anual a la Meca. Y el rey Hamad de Bahrein -que en agosto de 2002 visitó Teherán en el primer viaje oficial de un monarca bahreiní desde la revolución islámica del ayatolah Khomeini en 1979- exhortó a los empresarios de los países del Golfo Pérsico a que inviertan en Irán.
Y en esa búsqueda, nada mejor que la propuesta que en diciembre envió Ahmanideyad a los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG): fortalecer el intercambio económico, incrementar las inversiones recíprocas, crear un corredor de norte a sur del Golfo para exportar energía, establecer una zona de libre comercio, promover la educación y el turismo, anular los visados y permitir a ciudadanos árabes e iraníes la libre adquisición de inmuebles.
Naturalmente, es difícil compatibilizar estas inquietudes comunes y pacíficas, con la necesidad beligerante e interesada, con premio energético incluido, para corregir una crisis que permita sostener la hegemonía unipolar en el planeta”.
No me quedó otro remedio, que disfrutar del sol que capturaba por la ventanilla, pensé en los perros de la Catedral, rogando poder llegar antes al “Sitio prohibido”, donde según le escuché ordenar al vasco, nos aguardaba un puré de remolachas en aceite de oliva, para hacer digeribles un par de bifes de chorizo que serían irremediablemente empujados por buena dosis de Chateau Montenot, cabernet, para compensar.
Estoy pensando seriamente hasta donde llega el crédito de Yon, por cuanto ignoro lo ilimitado de la ilimitación, que es la entraña de aquel informe, que, cuatro años después, tanto se parece al jardín de los senderos que se bifurcan, pese al disgusto previsible de Borges.
Carlos Alberto Parodíz Márquez escribe desde Alejandro Korn, Buenos Aires, Argentina.
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