En el curso de la celebración eucarística, después de la lectura del Santo Evangelio, el Papa pronunció la homilía.
«El Evangelio no nos narra la historia de los pastores sin motivo», dijo el Santo Padre. «Ellos nos enseñan cómo responder de manera justa al mensaje que se dirige también a nosotros. ¿Qué nos dicen, pues, estos primeros testigos de la encarnación de Dios?»
«Los pastores eran personas vigilantes, y (…) el mensaje les pudo llegar precisamente porque estaban velando. Nosotros hemos de despertar para que nos llegue el mensaje. (…) La diferencia entre uno que sueña y uno que está despierto consiste ante todo en que, quien sueña, está en un mundo muy particular. (…) Despertarse significa salir de dicho mundo particular del yo y entrar en la realidad común, en la verdad, que es la única que nos une a todos. El conflicto en el mundo, la imposibilidad de conciliación recíproca, es consecuencia del estar encerrados en nuestros propios intereses y en las opiniones personales, en nuestro minúsculo mundo privado. El egoísmo, tanto del grupo como el individual, nos tiene prisionero de nuestros intereses y deseos, que contrastan con la verdad y nos dividen unos de otros».
«Despertarse significa desarrollar la sensibilidad para con Dios; para los signos silenciosos con los que Él quiere guiarnos; para los múltiples indicios de su presencia. (…) La capacidad perceptiva para con Dios parece casi una dote para la que algunos están negados. Y, en efecto, nuestra manera de pensar y actuar, la mentalidad del mundo actual, la variedad de nuestras diversas experiencias, son capaces de reducir la sensibilidad para con Dios. (…) Y, sin embargo, de modo oculto o patente, en cada alma hay un anhelo de Dios, la capacidad de encontrarlo. (…) Señor, abre los ojos de nuestro corazón, para que estemos vigilantes y con ojo avizor, y podamos llevar así tu cercanía a los demás».
«Volvamos al Evangelio de Navidad», prosiguió el pontífice. «Los pastores, después de haber escuchado el mensaje del Ángel (…) se apresuraron, dice literalmente el texto griego. Lo que se les había anunciado era tan importante que debían ir inmediatamente. En efecto, lo que se les había dicho iba mucho más allá de lo acostumbrado. Cambiaba el mundo. (…) Se apresuraron, sin demora alguna. En nuestra vida ordinaria las cosas no son así. La mayoría de los hombres no considera una prioridad las cosas de Dios, no les acucian de modo inmediato».
«Y también nosotros, como la inmensa mayoría, estamos bien dispuestos a posponerlas. Se hace ante todo lo que aquí y ahora parece urgente. En la lista de prioridades, Dios se encuentra frecuentemente casi en último lugar. (…) Pero el Evangelio nos dice: Dios tiene la máxima prioridad. Así, pues, si algo en nuestra vida merece premura sin tardanza, es solamente la causa de Dios. (…) Ésta es la prioridad que nos enseñan precisamente los pastores. Aprendamos de ellos a no dejarnos subyugar por todas las urgencias de la vida cotidiana. Queremos aprender de ellos la libertad interior de poner en segundo plano otras ocupaciones -por más importantes que sean- para encaminarnos hacia Dios, para dejar que entre en nuestra vida y en nuestro tiempo. El tiempo dedicado a Dios y, por Él, al prójimo, nunca es tiempo perdido».
«Algunos comentaristas hacen notar que los pastores, las almas sencillas, han sido los primeros en ir a ver a Jesús en el pesebre y han podido encontrar al Redentor del mundo. Los sabios de Oriente, los representantes de quienes tienen renombre y alcurnia, llegaron mucho más tarde, (…) debían recorrer un camino largo y difícil para llegar a Belén. Y necesitaban guías e indicaciones».
«También hoy -subrayó el Santo Padre- hay almas sencillas y humildes que viven muy cerca del Señor. (…) Pero la mayor parte de nosotros, hombres modernos, vive lejos de Jesucristo, (…) del Dios que ha venido entre nosotros. Vivimos en filosofías, en negocios y ocupaciones que nos llenan totalmente y desde las cuales el camino hasta el pesebre es muy largo. Dios debe impulsarnos continuamente y de muchos modos, y darnos una mano para que podamos salir del enredo de nuestros pensamientos y de nuestros compromisos, y así encontrar el camino hacia Él».
«Pero hay sendas para todos. El Señor va poniendo hitos adecuados a cada uno (…) No podríamos llegar hasta Él sólo por nuestra cuenta. La senda supera nuestras fuerzas. Pero Dios se ha abajado. Viene a nuestro encuentro. Él ha hecho el tramo más largo del recorrido. Y ahora nos pide: Venid a ver cuánto os amo. (…) Hagámonos peregrinos hacia Dios de diversos modos, estando interiormente en camino hacia Él. Pero también a través de senderos muy concretos, en la Liturgia de la Iglesia, en el servicio al prójimo, en el que Cristo me espera».
«Escuchemos directamente el Evangelio una vez más. Los pastores se dicen uno a otro el motivo por el que se ponen en camino. (…) El texto griego dice literalmente: «Veamos esta Palabra que ha ocurrido allí». Sí, ésta es la novedad de esta noche: se puede mirar la Palabra, pues ésta se ha hecho carne. La señal de Dios, la señal que ha dado a los pastores y a nosotros, no es un milagro clamoroso. La señal de Dios es su humildad. La señal de Dios es que Él se hace pequeño; se convierte en niño; se deja tocar y pide nuestro amor».
«Cuánto desearíamos, nosotros los hombres, un signo diferente, imponente, irrefutable del poder de Dios y su grandeza», concluyó Benedicto XVI. «Pero su señal nos invita a la fe y al amor, y por eso nos da esperanza: Dios es así. Él tiene el poder y es la Bondad. Nos invita a ser semejantes a Él. Sí, nos hacemos semejantes a Dios si nos dejamos marcar con esta señal; si aprendemos nosotros mismos la humildad y, de este modo, la verdadera grandeza; si renunciamos a la violencia y usamos sólo las armas de la verdad y del amor».
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Padre Federico Lombardi, S.I., emitió el siguiente comunicado sobre el incidente de esa noche:
«Ayer por la noche, durante la procesión de ingreso de la celebración eucarística, una persona perturbada, Susanna Maiolo, de ciudadanía ítalo-suiza, superó la barrera de contención y, no obstante la intervención de la seguridad, consiguió alcanzar al Santo Padre aferrándose al palio, haciéndole así perder el equilibrio y resbalar, por lo cual cayó a tierra. El Papa se levantó rápidamente y prosiguió su camino. Asimismo, la celebración se desarrolló sin ningún otro problema.
Desgraciadamente, debido a la confusión creada, el cardenal Etchegaray se cayó fracturándose el fémur y tuvo que ser hospitalizado en el Policlínico Gemelli. Sus condiciones son buenas pero tendrá que ser operado».
La joven, que no estaba armada pero manifiesta señales de desequilibrio psíquico, ha sido internada en una estructura sanitaria, para ser sometida a tratamiento sanitario obligatorio».
Ayer, 27 de diciembre, el cardenal Roger Etchegaray fue operado de arto-prótesis total de la cadera, con resultado satisfactorio y su estado de salud es bueno, según informa un comunicado de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Esa misma Oficina informaba que el incidente de Susanna Maiolo es competencia de la magistratura vaticana, que «a la luz de los informes médicos y de la Gendarmería Vaticana estudiará los pasos que hay que dar».