Es necesario fomentar la educación cívica en los votantes. Foto cortesía Perú 21.
Una crítica al personalismo y la reelección
Por Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara*
FLORIDA. Desear ser candidato a la presidencia no es solo un acto de ambición personal, sino también una ventana al alma política de una sociedad. Esta aspiración refleja las tensiones entre la renovación democrática y el estancamiento institucional, entre el liderazgo transformador y la consolidación de proyectos personalistas. Desde una perspectiva crítica, esta frase encapsula los retos del poder y las implicancias de las estructuras democráticas cuando se ven eclipsadas por la figura del líder.
La Ambición Política: Entre el Idealismo y la Realidad
“Mil veces quiero ser candidato” simboliza un deseo de cambio, pero también expone un fenómeno recurrente en América Latina: el personalismo político. Según Max Weber, la legitimidad carismática puede movilizar masas, pero también desestabilizar las instituciones si el líder se convierte en el centro absoluto del poder. Por otro lado, Antonio Gramsci destaca el papel de los intelectuales orgánicos para articular las demandas populares. La tensión entre estos enfoques refleja la complejidad de liderazgos que oscilan entre la representación colectiva y el protagonismo individual.
La reiteración de candidaturas en América Latina, a menudo justificada por una supuesta misión de transformación social, puede interpretarse como una instrumentalización de la democracia más que como un compromiso con ella. En Perú, figuras como Keiko Fujimori, César Acuña y Verónika Mendoza ilustran cómo el personalismo y la falta de renovación política dominan el panorama electoral. El hecho de que existan más de 35 organizaciones políticas compitiendo por la presidencia no es un signo de pluralidad, sino de fragmentación y crisis de legitimidad. Esta realidad refleja la ausencia de una visión de país como una nación de ciudadanos que requiere desarrollo, tecnología y educación para un futuro globalmente competitivo.
La reelección y sus efectos en las democracias latinoamericanas
La reelección, especialmente cuando es promovida por líderes carismáticos, plantea serias interrogantes sobre la salud de las democracias en la región. Casos emblemáticos como los de Venezuela con Hugo Chávez, Bolivia con Evo Morales y Nicaragua con Daniel Ortega evidencian cómo la centralización del poder bajo la bandera de una «revolución popular» puede derivar en autoritarismo y debilitar los contrapesos democráticos. Como advierten Levitsky y Ziblatt, los sistemas democráticos son particularmente vulnerables cuando los líderes priorizan su permanencia en el poder sobre la alternancia democrática.
En Nicaragua, el ejemplo de Daniel Ortega ilustra las tensiones entre las democracias y las economías de mercado frente a las llamadas «dictaduras del proletariado». Ortega, tras consolidar un discurso basado en el socialismo y la lucha de clases, ha transformado las instituciones nicaragüenses en extensiones de su poder personal. Este proceso ha restringido las libertades fundamentales, como la libertad de expresión, y consolidado un modelo autoritario que opera bajo la fachada de un mandato popular. Este caso subraya cómo el abuso de narrativas revolucionarias puede perpetuar estructuras de control que erosionan las bases democráticas y sofocan las economías de mercado.
Por otro lado, en contextos donde la institucionalidad es frágil, incluso los procesos electorales recurrentes pueden reflejar dinámicas de personalismo y polarización. Un ejemplo emblemático en este sentido es Keiko Fujimori en Perú, quien ha intentado alcanzar la presidencia en múltiples ocasiones (2011, 2016 y 2021), siempre sin éxito. Su insistencia en mantenerse como figura central del fujimorismo ha limitado la renovación de liderazgos dentro de su movimiento y alimentado la polarización política en el país. A pesar de no haber ganado, su presencia constante en las elecciones genera una narrativa de “liderazgo indispensable” que obstaculiza el fortalecimiento de los partidos políticos y la sociedad civil, prolongando las divisiones históricas del Perú.
En contextos como estos, la reelección o la persistencia de figuras políticas en el escenario electoral perpetúan la desconfianza ciudadana y dificultan la consolidación de instituciones democráticas sólidas. Tanto en los casos de líderes que logran mantenerse en el poder como en los de quienes intentan repetidamente alcanzar el mando sin éxito, el resultado suele ser el debilitamiento del sistema democrático en favor de estructuras políticas centradas en el personalismo.
En contextos de institucionalidad frágil, la reelección a menudo se convierte en un mecanismo para perpetuar el personalismo, exacerbando la polarización y la desconfianza ciudadana. La narrativa del «líder indispensable» no solo limita la aparición de nuevos liderazgos, sino que también consolida estructuras políticas basadas en la dependencia de una figura central, en detrimento del fortalecimiento de los partidos políticos y la sociedad civil.
La Crisis de los Partidos Políticos y el Reto de la Renovación
La debilidad de los partidos políticos en América Latina alimenta la dependencia en liderazgos personalistas. Esta fragmentación ideológica y organizativa crea un vacío que los líderes carismáticos llenan con propuestas que priorizan su imagen sobre un proyecto colectivo. En el caso de la izquierda, el dilema es aún más evidente: ¿Cómo equilibrar los ideales de justicia social y equidad con la necesidad de fortalecer estructuras democráticas sostenibles?
En Perú, Verónika Mendoza ha intentado articular un discurso progresista enfocado en la desigualdad y los derechos sociales. Sin embargo, al igual que otros líderes de la región, enfrenta el desafío de movilizar a un electorado desencantado en un contexto donde los partidos carecen de cohesión y visión a largo plazo. Este fenómeno no solo refleja la crisis de la izquierda, sino también el desgaste de los sistemas democráticos frente a la falta de renovación política.
Democracia, Economías de Mercado y Dictaduras del Proletariado
El debate entre democracias y economías de mercado frente a las llamadas dictaduras del proletariado es fundamental para entender las dinámicas políticas tanto en América Latina como en el mundo. Mientras que las democracias buscan equilibrio entre la inclusión política y el dinamismo económico, las dictaduras del proletariado tienden a centralizar el poder bajo la justificación de combatir las desigualdades estructurales. Sin embargo, esta centralización frecuentemente resulta en la anulación de derechos individuales, la erosión de las instituciones democráticas y el estancamiento económico.
El caso de Nicaragua demuestra cómo las narrativas del proletariado pueden ser utilizadas para consolidar regímenes autoritarios. Daniel Ortega ha empleado el discurso revolucionario para justificar la transformación de las instituciones nicaragüenses en extensiones de su poder personal, restringiendo libertades fundamentales y debilitando tanto las instituciones democráticas como las bases de las economías de mercado.
Giovanni Sartori, en su análisis sobre los sistemas políticos, subraya que una democracia saludable requiere tanto una rotación del poder como instituciones sólidas que sirvan de contrapeso. Según Sartori, cuando un régimen comienza a concentrar poder en una figura o grupo, como sucede en los modelos de dictaduras del proletariado, las democracias dejan de ser funcionales y caen en lo que denomina «autocracias disfrazadas». Este concepto explica cómo líderes populistas, bajo la retórica de un mandato popular, pueden socavar los pilares fundamentales de la democracia para perpetuarse en el poder.
En una escala más global, el modelo chino ofrece otro ejemplo de cómo las dictaduras del proletariado pueden transformarse. Bajo el liderazgo del Partido Comunista, China ha mantenido un sistema político autoritario mientras adopta un modelo económico de mercado con características socialistas. Si bien este enfoque ha permitido un crecimiento económico sin precedentes, también ha consolidado un régimen centralizado donde los derechos individuales están supeditados a los intereses del Estado. Vietnam ha seguido una trayectoria similar, con un modelo híbrido que combina control político con apertura económica, aunque enfrenta desafíos en términos de inclusión política y sostenibilidad ambiental.
En América Latina, el socialismo del siglo XXI, ejemplificado por Venezuela bajo Hugo Chávez y Nicolás Maduro, ha demostrado los riesgos de aplicar narrativas revolucionarias de manera populista. Aunque el chavismo prometió igualdad y justicia social, la centralización del poder y la intervención excesiva en la economía han llevado al colapso económico, la hiperinflación y una crisis humanitaria sin precedentes. La falta de contrapesos democráticos ha permitido la perpetuación de un modelo autoritario disfrazado de mandato popular, lo que evidencia cómo la ausencia de instituciones sólidas y la concentración del poder pueden desvirtuar ideales inicialmente legítimos.
Por otro lado, en Chile, bajo el liderazgo del presidente Gabriel Boric, se ha apostado por una transición hacia un modelo que busca equilibrar justicia social con sostenibilidad económica, enfatizando el fortalecimiento de los derechos sociales dentro de un marco democrático. La redacción de una nueva constitución y la gestión de desigualdades históricas representan retos importantes, pero el compromiso con la institucionalidad y la búsqueda de consensos muestran un esfuerzo por diferenciarse de los modelos autoritarios predominantes en la región. Este enfoque refuerza la idea de que las democracias inclusivas, aunque imperfectas, pueden avanzar hacia soluciones equitativas sin sacrificar los principios democráticos.
En Brasil, bajo la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva, se ha retomado un enfoque progresista que prioriza la reducción de la pobreza y la desigualdad, mientras se promueve el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente. Lula ha enfatizado la reconstrucción de la confianza en las instituciones democráticas tras un periodo de polarización extrema. Además, ha buscado posicionar a Brasil como un líder regional y global en temas clave como la preservación de la Amazonía y el cambio climático. No obstante, Brasil enfrenta el desafío de implementar políticas inclusivas sin generar un endeudamiento insostenible ni alimentar tensiones políticas internas.
El contraste entre estas experiencias resalta una lección central: los países que apuestan por democracias inclusivas y economías abiertas tienden a generar mejores condiciones de bienestar y desarrollo sostenible. Sin embargo, estas democracias también enfrentan desafíos significativos, como garantizar que los beneficios del mercado lleguen a todos los sectores de la sociedad y prevenir la erosión institucional derivada de la polarización o la desigualdad.
En este sentido, teóricos como Guillermo O’Donnell han subrayado que la democracia requiere tanto de instituciones sólidas como de una ciudadanía activa. Su concepto de «democracias delegativas» advierte que los sistemas democráticos pueden debilitarse si no se consolidan prácticas de rendición de cuentas y participación ciudadana. Por su parte, Amartya Sen, en su obra Development as Freedom, argumenta que las democracias no solo son un valor intrínseco, sino también un medio para promover la justicia social y el desarrollo sostenible mediante el debate público y la responsabilidad política.
Steven Levitsky y Lucan Way, en Competitive Authoritarianism, destacan que el populismo suele mantener una fachada democrática mientras socava los contrapesos institucionales. Este patrón se refleja claramente en regímenes como el venezolano, donde el autoritarismo se disfraza de mandato popular, erosionando derechos fundamentales y perpetuando crisis económicas y sociales.
Por otro lado, Michael Reid, autor de Forgotten Continent, observa que democracias como las de Chile y Brasil presentan un potencial esperanzador al combinar estabilidad institucional con políticas inclusivas. Sin embargo, advierte que estos modelos están constantemente amenazados por la polarización y la presión de expectativas sociales que no siempre se traducen en resultados inmediatos.
Francis Fukuyama refuerza esta perspectiva al señalar que, antes de implementar transformaciones radicales, es esencial consolidar instituciones sólidas que garanticen la estabilidad política y la separación de poderes. En ausencia de estas condiciones, incluso los proyectos bien intencionados pueden derivar en crisis profundas o en una regresión autoritaria.
Como sugieren Giovanni Sartori y otros teóricos, el camino hacia un desarrollo equitativo y sostenible pasa por la separación efectiva de poderes, sistemas políticos inclusivos y una ciudadanía comprometida. Este equilibrio no solo fortalece las democracias, sino que también previene las trampas del populismo autoritario que, aunque atractivo en el corto plazo, socava las bases del progreso a largo plazo.
En conclusión, América Latina enfrenta una encrucijada histórica entre los riesgos del populismo autoritario y las oportunidades de las democracias inclusivas. Modelos como los de Chile y Brasil ofrecen lecciones importantes sobre cómo las democracias pueden adaptarse a las demandas sociales sin comprometer sus fundamentos institucionales. Sin embargo, el éxito de estos esfuerzos dependerá de la capacidad de construir sistemas políticos robustos que promuevan la justicia social, respeten las libertades individuales y mantengan la estabilidad democrática en el tiempo.
El Impacto de los Partidos Políticos en los Derechos Ciudadanos
En los sistemas democráticos, los partidos políticos desempeñan un papel esencial como intermediarios entre la ciudadanía y el Estado. Sin embargo, cuando estos priorizan sus intereses sobre el bienestar colectivo, pueden convertirse en agentes que erosionan los derechos ciudadanos y debilitan la democracia misma. Este fenómeno ha sido analizado ampliamente por teóricos como Giovanni Sartori, Francis Fukuyama y Robert Dahl, cuyas perspectivas arrojan luz sobre las dinámicas que emergen en contextos donde los derechos ciudadanos son impactados por el actuar de los partidos políticos.
El debilitamiento de la democracia
Según Sartori, el buen funcionamiento de una democracia depende de la alternancia en el poder y de partidos políticos que respeten los principios institucionales y normativos del sistema democrático. Sin embargo, cuando los partidos concentran poder y utilizan las instituciones como herramientas de control, surge lo que Sartori denomina una «democracia degenerada». Este tipo de sistema no solo socava los derechos ciudadanos, sino que también abre las puertas a regímenes autoritarios disfrazados de democracia.
En este contexto, la obra de Robert Dahl, “La poliarquía”, resulta pertinente, ya que enfatiza que la democracia requiere un equilibrio entre la competencia política y la participación inclusiva. Dahl advierte que cuando los partidos limitan la pluralidad o excluyen sectores de la sociedad, se erosiona la calidad democrática y los ciudadanos pierden la capacidad de influir en la toma de decisiones que afectan sus derechos.
Restricción de derechos y polarización: El control que los partidos políticos pueden ejercer sobre las instituciones públicas puede restringir derechos fundamentales, como la libertad de expresión, la participación política y el acceso a justicia. En su obra “El fin de la historia y el último hombre”, Fukuyama destaca que las democracias enfrentan un peligro cuando los partidos polarizan a la sociedad, dividiendo a los ciudadanos en facciones opuestas y limitando su capacidad de actuar como un colectivo unificado. Esta polarización no solo profundiza la desigualdad, sino que también crea un entorno donde los derechos ciudadanos se subordinan a los intereses partidistas.
Por ejemplo, en muchas democracias jóvenes o frágiles de América Latina, los partidos han utilizado estrategias como la manipulación de leyes electorales, el uso indebido de recursos públicos y la cooptación de medios de comunicación para consolidar su poder. Este comportamiento ha restringido el acceso a derechos fundamentales, debilitando los contrapesos democráticos y fomentando un clima de desconfianza hacia las instituciones.
Desconfianza y el auge del populismo: La percepción de que los partidos políticos priorizan sus propios intereses por encima de los ciudadanos ha generado una profunda desconfianza en la clase política y en el sistema democrático en general. En este sentido, Fukuyama advierte sobre el auge del populismo como una respuesta a la incapacidad de los partidos tradicionales para responder a las demandas ciudadanas. Líderes populistas suelen aprovechar el desencanto para presentarse como alternativas al sistema, prometiendo soluciones rápidas y radicales que, en muchos casos, terminan debilitando aún más los derechos ciudadanos y las instituciones democráticas.
Fragmentación del tejido social: El impacto negativo de los partidos políticos en los derechos ciudadanos no solo afecta la calidad democrática, sino que también fragmenta el tejido social. Esta fragmentación se manifiesta en una mayor desigualdad, conflictos sociales y una pérdida de cohesión nacional. Sartori destaca que los partidos deben actuar como agentes integradores, promoviendo el diálogo y el consenso. Cuando fallan en esta tarea, las democracias se ven atrapadas en ciclos de polarización y crisis recurrentes.
El camino hacia la reconciliación democrática
Para mitigar el impacto negativo de los partidos políticos en los derechos ciudadanos, es necesario retomar las propuestas de académicos como Dahl y Sartori, quienes abogan por el fortalecimiento institucional y la promoción de una ciudadanía activa. En su análisis, Dahl subraya la importancia de crear mecanismos que amplíen la participación ciudadana y limiten el poder de los partidos, como consultas populares, transparencia en la gestión pública y sistemas de rendición de cuentas efectivos.
Además, es esencial fomentar la educación cívica, como señala Fukuyama, para que los ciudadanos puedan actuar como contrapesos frente a los excesos de los partidos políticos. Una ciudadanía informada y organizada puede ser la clave para restaurar la confianza en el sistema democrático y garantizar que los derechos ciudadanos sean protegidos frente a intereses partidistas.
El impacto de los partidos políticos en los derechos ciudadanos plantea retos profundos para las democracias contemporáneas. Desde la polarización hasta la erosión institucional, los desafíos son múltiples y complejos. Sin embargo, como destacan Sartori, Dahl y Fukuyama, el fortalecimiento de las instituciones, la promoción de una ciudadanía activa y la búsqueda de equilibrios democráticos son pasos esenciales para garantizar que los partidos políticos actúen como guardianes, y no como depredadores, de los derechos ciudadanos.
Más Allá del Personalismo
“Mil veces quiero ser candidato” puede ser un llamado a la acción, pero debe trascender el personalismo y convertirse en un compromiso con la construcción de instituciones sólidas y democracias inclusivas. La verdadera transformación no radica en la permanencia de un líder, sino en la capacidad de las sociedades para generar espacios de participación, innovación y alternancia.
La crítica a la reelección debe centrarse en su impacto en las estructuras democráticas y en la necesidad de evitar que los liderazgos se conviertan en obstáculos para el progreso colectivo. Porque mil veces queremos líderes que nos representen, pero solo una vez debemos permitir que perpetúen su poder. El desafío está en construir un futuro donde el liderazgo sea un medio para fortalecer la democracia, no un fin en sí mismo.
(*) Jorge Yeshayahu Gonzales-Lara, sociólogo, escritor e investigador peruano, graduado con un Máster en Marketing de la Universidad de San Ignacio University de Miami.Actualmente es un profesional consultor en inmigración, marketing, escritor, editor, publicista y autor de numerosos ensayos y libros.
Bibliografía y Referencias
- Max Weber (1864-1920)
- Obra destacada: Economía y Sociedad.
- Contribución al ensayo: Weber analiza los tipos de legitimidad, especialmente la legitimidad carismática, señalando que esta puede movilizar a las masas, pero a menudo desestabiliza las instituciones democráticas al concentrar el poder en un líder. En el contexto del ensayo, su teoría subraya los peligros del personalismo político en América Latina.
- Antonio Gramsci (1891-1937)
- Obra destacada: Cuadernos de la Cárcel.
- Contribución al ensayo: Gramsci introduce el concepto de «intelectuales orgánicos», quienes tienen un papel crucial en articular las demandas populares. En el texto, se contrasta su enfoque con los liderazgos personalistas que priorizan el protagonismo individual sobre la representación colectiva.
- Steven Levitsky y Daniel Ziblatt
- Obra destacada: Cómo mueren las democracias.
- Contribución al ensayo: Los autores explican cómo los sistemas democráticos se ven amenazados cuando los líderes buscan perpetuar su poder, debilitando las instituciones. Su análisis es aplicado al caso de los liderazgos carismáticos en América Latina, como Hugo Chávez y Daniel Ortega.
- Guillermo O’Donnell (1936-2011)
- Obra destacada: Democracia delegativa.
- Contribución al ensayo: O’Donnell argumenta que en las democracias delegativas, los líderes concentran el poder y marginan a las instituciones, lo que encaja con las dinámicas descritas en el ensayo sobre el personalismo en América Latina.
- Amartya Sen (1933- )
- Obra destacada: Development as Freedom.
- Contribución al ensayo: Sen enfatiza la importancia de las democracias inclusivas como instrumentos para promover justicia social y desarrollo sostenible. En el texto, su enfoque complementa la discusión sobre los modelos democráticos en Chile y Brasil.
- Francis Fukuyama (1952- )
- Obra destacada: El fin de la historia y el último hombre.
- Contribución al ensayo: Fukuyama subraya la relevancia de instituciones sólidas y advierte sobre los riesgos del populismo como respuesta al desencanto ciudadano. Su análisis se vincula a la crítica del personalismo y la fragmentación política en la región.
- Giovanni Sartori (1924-2017)
- Obra destacada: Teoría de la democracia.
- Contribución al ensayo: Sartori analiza cómo la concentración del poder amenaza a las democracias y cómo estas requieren alternancia y separación de poderes. En el ensayo, su marco teórico refuerza la crítica a la reelección y al personalismo.
- Robert Dahl (1915-2014)
- Obra destacada: La poliarquía.
- Contribución al ensayo: Dahl enfatiza la importancia de la participación inclusiva y el pluralismo en una democracia sana. Su análisis es aplicado a la discusión sobre la fragmentación de los partidos políticos y su impacto en los derechos ciudadanos.
- Michael Reid
- Obra destacada: Forgotten Continent: A History of the New Latin America.
- Contribución al ensayo: Reid ofrece un análisis sobre las democracias en América Latina, resaltando sus logros y desafíos. Su enfoque se usa en el ensayo para explorar las experiencias de Chile y Brasil como ejemplos de democracias inclusivas.
- Daniel Ortega (1945- )
- Figura contemporánea: Presidente de Nicaragua.
- Relevancia en el ensayo: Ortega es utilizado como ejemplo de un líder que, mediante la reelección y el discurso revolucionario, ha transformado las instituciones democráticas en extensiones de su poder personal.
Los autores mencionados ofrecen un marco teórico diverso para analizar el personalismo y sus efectos en la democracia. Desde Weber hasta Sartori, sus contribuciones son fundamentales para comprender las dinámicas políticas que han llevado a crisis institucionales en América Latina. En el ensayo, estas perspectivas se integran de manera efectiva para criticar la concentración de poder, la fragmentación de los partidos políticos y los desafíos de las democracias inclusivas en un contexto global.