Pandillas al acecho, proteja a sus hijos

Luisa Fernanda Montero

Para La Red Hispana

A la difícil realidad que viven muchas familias hispanas gracias a su situación migratoria, se suma el riesgo de que sus hijos adolescentes se unan al creciente número de pandillas juveniles que pululan en Estados Unidos.

De acuerdo con el Centro de Inteligencia Antipandillas, organismo creado por el FBI, las pandillas están creciendo, evolucionando y convirtiéndose en una amenaza cada vez más grande.

En su Informe Nacional sobre la Amenaza de las Pandillas 2011, dicho organismo señala que existen más de 33 mil pandillas que operan en los 50 estados, el Distrito de Columbia y Puerto Rico.

Los jóvenes inmigrantes, que muchas veces han crecido lejos de sus padres – que emigran antes que ellos y los dejan al cuidado de familiares o amigos – deben enfrentarse a un proceso de socialización y reinserción familiar que los hace vulnerables.

En muchos casos hay una distancia marcada entre padres e hijos que debido a los años de alejamiento han perdido los códigos de comunicación. A ello se suman las rutinas laborales que muchas veces exceden los horarios convencionales, ya que los padres se ven obligados a trabajar horas extras y dobles jornadas.

Así, la distancia entre padres e hijos es cada día más grande y los jóvenes se ven expuestos a una sociedad desconocida, a un idioma desconocido y a unos códigos de comportamiento difíciles de asumir en su ya complicada adolescencia.

El desarraigo y la soledad hacen de las suyas y es allí cuando los jóvenes son presa fácil de los grupos callejeros de delincuentes que les ofrecen la posibilidad de pertenecer a un grupo, de tener amigos y de acceder rápidamente a las supuestas ventajas del dinero.

¿Cómo enfrentarse a esta realidad? ¿Cómo evitar que sus hijos sucumban a la tentación de las pandillas?

Para empezar hay que estar pendiente de las señales de alerta. Los años tempranos de la adolescencia – de 12 a 14 años de edad – son determinantes porque es en este tiempo en que los jóvenes comienzan a involucrarse con las pandillas o a considerar la posibilidad de hacerlo.

Los jóvenes en riesgo, pueden empezar a tener cambios negativos de comportamiento como apartarse de la familia, decaer en su desempeño escolar o dejar de asistir a clases, manifestar un deseo inusual de mantener sus asuntos en secreto o mostrar una conducta conflictiva y llegar a la confrontación y al irrespeto por la autoridad de los padres, los maestros o las fuerzas del orden.

Los jóvenes pueden también empezar a inclinarse exageradamente por algún color en particular – puede que decidan usar solo ese color en su ropa – tener cambios drásticos en su estilo, en el corte de cabello o usar señales con las manos para comunicarse con sus amigos. Si la situación es aún más grave el abuso de alcohol o drogas puede ser una realidad, así como la presencia de lesiones físicas causadas por peleas o la posesión repentina de artículos de valor o dinero.

El antídoto es el amor. Hable a tiempo con sus hijos sobre las pandillas y la manera de evitarlas. Comparta tiempo con ellos. Es claro que no tiene todo el día pero la calidad de tiempo que le ofrezca a sus hijos puede hacer la diferencia. Trate por todos los medios de restablecer la comunicación.

Conozca a los amigos de sus hijos  y a sus padres, enséñele a sus hijos a lidiar con las presiones externas y marque límites. Recuerde que más que un amigo, lo que necesitan sus hijos es un padre.

Siempre hay alternativas, busque la forma de compartir tiempo en familia y mantener las tradiciones familiares y culturales y sobre todo escúchelos. Si siente que la situación se le sale de las manos, busque ayuda. Usted puede hacer la diferencia.

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