Por Maribel Hastings
America’s Voice
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WASHINGTON, D.C. – Resulta irónico que una de las figuras republicanas más admirada por los republicanos, sobre todo por los más derechistas, sea Ronald Reagan, el presidente que hace 23 años, el 6 de noviembre de 1986, promulgó una amnistía que legalizó a cerca de tres millones de indocumentados.
Cada vez que los escucho llenarse la boca diciendo que se oponen a “amnistías”, me pregunto si sufren de amnesia selectiva o si creen que los demás no tenemos memoria.
En días pasados varios medios reportaron sobre las intenciones de un grupo de republicanos de presentar una resolución ante el Comité Nacional Republicano (RNC) con diez requisitos que debería llenar un verdadero candidato republicano conservador para obtener apoyo de su colectividad.
Entre los “requisitos” están no aumentar los impuestos ni el déficit presupuestal y, por supuesto, no favorecer amnistías. Quienes no concuerden con tres o más de estos lineamientos, no deben ser apoyados por el RNC.
“Apoyamos la inmigración legal y la asimilación a la sociedad estadounidense oponiéndonos a la amnistía para los indocumentados”, dice el documento.
Es decir, que Ronald Reagan no sería un verdadero conservador no sólo porque promulgó en 1986 lo que en realidad fue una amnistía sino porque sus políticas incrementaron el déficit.
Curiosamente, la resolución lleva el nombre de “Los Principios de Unidad de Reagan” de apoyo a los candidatos.
Con todo, Jim Bopp, Jr., autor de la resolución y presidente del Caucus Nacional de Republicanos Conservadores, afirma que “no conozco a ningún conservador que no piense que la presidencia de Reagan fue una presidencia conservadora”.
En efecto. Una presidencia conservadora con un presidente conservador que promulgó una amnistía para indocumentados.
El mismo presidente adorado por los republicanos, que inspira tributos, reconocimentos y añoranzas. Alguien que en su momento evidenció sentido común para tratar un tema difícil como la inmigración, aunque algunos hayan cuestionado sus verdaderas motivaciones y aunque muchas de sus otras posturas hayan sido cuestionables.
Al promulgar la medida Reagan dijo que “nuestro objetivo es establecer un sistema migratorio razonable, justo, ordenado y seguro y no discriminar en forma alguna contra naciones o personas particulares».
Y agregó: “Las cláusulas de legalización de esta acta irán muy lejos en mejorar las vidas de una clase de individuos que ahora tienen que esconderse en las sombras sin acceso a muchos de los beneficios de una sociedad libre y abierta. Muy pronto muchos de estos hombres y mujeres podrán salir a la luz y finalmente, si lo deciden, pueden convertirse en estadounidenses”.
Veintitrés años después estamos enfrascados en este intento de debate para definir qué ocurrirá con más de doce millones de indocumentados. Pero esta vez no parecen haber republicanos dispuestos a evidenciar el sentido común de Reagan. Y eso va para algunos demócratas también.
La amnistía de 1986 ha sido ampliamente criticada aunque se olvidan algunos de sus efectos positivos.
El doctor Raúl Hinojosa-Ojeda, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), preparó un reporte para el Instituto William C. Velásquez, que concluye que la Ley de Reforma y Control de Inmigración (IRCA) de 1986 resultó en mayores ingresos para los trabajadores legalizados, mayor consumo que benefició a la economía, y mayores impuestos al fisco incluso en medio de la recesión de fines de los ochenta y principios de los noventa.
Resulta más sencillo para algunos conservadores recurrir a la retórica y a los ataques aunque su ceguera resulte, de hecho, en “una amnistía por inacción”, como la ha definido la Secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano.
A veces me pregunto qué piensan estos personajes del legado migratorio de Reagan.
El mismo Reagan que en 1977 opinó sobre la disputa por la pizca de manzanas en Nueva Inglaterra. Mientras las manzanas se pudrían y los cultivadores no encontraban quién las recogiera, el gobierno dificultaba la contratación de extranjeros para pizcar la cosecha.
“Esto hace que uno piense en todo el alboroto sobre los indocumentados. ¿Son grandes cifras de nuestros desempleados realmente víctimas de la invasión de indocumentados, o están esos turistas “ilegales” de hecho haciendo el trabajo que nuestra propia gente no quiere hacer? Una cosa es segura en este hambriento mundo: ninguna regulación o ley debe permitirse si resulta en que las cosechas se pudran por falta de segadores”.
O el Reagan que al despedirse de la nación en 1989 explicó su visión de una ciudad luminosa “con gente de todo tipo viviendo en armonía y paz….que si tuviera muros, los muros tendrían puertas y las puertas estarían abiertas a cualquiera con la voluntad y el corazón de llegar hasta aquí”.
Qué contraste con los nativistas y anti inmigrantes que han secuestrado al Partido Republicano.
A veces me pregunto qué diría de ellos Ronald Reagan.
Maribel Hastings es Asesora Ejecutiva de America’s Voice
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