Reiniciando a los 60

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Por El Lector Americano

(Burke, 4 de enero de 2025)

Aquí, y ahora, con 60 años de vida y de gente, el porvenir es largo… O cómo dice el dicho: de ese que va y viene, después volvió, y fue de nuevo. Pero, ¿Qué hizo? ¿Dónde estuvo? ¿Importa eso?

Digamos, entonces, que ayer 2 de enero cumplí años, pero desde hace nueve años Mellis, con Sonia, parientes cercanos y lejanos, aprendí a celebrar en calma, con Ron con Coca Cola, para volver y andar por ahí y por allá, como si siempre estuviese viniendo.

¿Y cómo estuvo esto de llegar a los 60 litros de vida? Algo así como un Renacer o un Reinicio de una nueva forma de vida (con dieta y ejercicios), como todos aquellos que han llegado antes: abuelos desconocidos, padres antiguos y cariñosos, tías y tíos solteros eternos, quienes abrieron el camino para habitar la comodidad de la primera adultez.

También —y al revés igual— la presencia ineludible de mis hijos, que han crecido bajo algunas pulsiones atávicas como yo desde mis propios padres. Porque la vida de padre, es todo o nada.

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Con semejante espíritu y actitud, hoy me empecé a Reiniciar. Que los cincuenta y nueve años de ayer, se pregunten: “¿aquí pasó algo?, y responderse que aquí pasó de todo. Y desde hoy, ignorar y tachar todo lo que no corresponde, que va desde lo estrictamente personal hasta lo social.

A saber que hay ciertas discusiones y polémicas a que sí es mejor dejarlas pasar. Que las cosas pueden ser centrífugas, multidireccionales y polimorfas, y también pueden ser todos los frentes de la tontería.

Después de los 60, que se puede seguir haciendo magia después de descubrir los engranajes del truco sin quererlo, cuando la inercia te anticipa —de una vez— todo aquello que ya no conoceré.

De ser equilibrista sin red, a los 60, que a veces arriesga poco, y otras demasiado, lo cual no quita ser prudente. Lo cual no te priva de practicar el don para el triple salto mortal combinado con desaparición en el aire. O en cualquier caso, haber desarrollado otras formas más que nobles y llenas de emoción, como sencillamente pasar el tiempo haciendo que no pasa, porque el que pasa es uno, sin importar la hora o la estación del año.

Después de los 60 conmoverte afectiva, efectiva y especialmente con la perdurabilidad de ver ciertas películas con tus hijos con tramas clásicas, y recordar tu infancia, juventud, y soportar tu alunizaje de adulto pensando en que, cuando eras niño, veías hermosas películas en cines de barrio y no en pequeñas y minúsculas pantallas de tablet.

Insistir que la tristeza puede tener fin, y que ahora puedes imponer el: “porque te amo, y por siempre te amaré”, como resultado de una buena vida delivery.

Convencerte que se han ido sesenta años buenos. Que sesenta años no son nada. Que después de muchas horas de angustias y febril la mirada, puedes seguir errando una y otra vez, en la sombra bajo el sol o cubierto por las nieves del tiempo. Y poner en práctica todo eso que has aprendido en tu saga biográfica.

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A jugar a ser grande, o a correr por los laberintos de la niñez del mundo realista.

A sentirte un poco divergente y a buscar un falso consuelo en el ocio creativo y virtual de las redes sociales.

A resignarte de nuevo a que el resultado de que una parte de tu realidad será siempre consecuencia de lo mal que a veces apostaste con cierta verdad.

A intentar despabilar las diferencias, para dar mejores pasos individuales, y no sacrificar en vano tu deseado recóndito gran salto colectivo.

A los 60 estás autorizado a preocuparte de asuntos más inmediatos y trascendentales como el aumento del precio de la cerveza, y menos de los croatas, rusos y ucranianos.

A tomarte una y otra y otra más —ya que estamos— de buena cerveza para “reiniciarte” como antes, ayer y mejor.

Y a quienes me saludaron este 2 de enero que no sólo digan “Felicidades”, sino que se reinviertan en esa frase alegre y universal que dice: “¡Salud!”.

Gracias a mis saludadores de Chile, Argentina, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú, Bolivia, Guatemala, México, Panamá, Mozambique, Túnez, España, Irak, Turquía, Francia, y de este lado del American way life; Atlanta, La Florida, Las Vegas, DC y Virginia, por tomarse el tiempo para saludarme.

Abrazos a todos,

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