WOLA: Cuatro estrategias para reducir la violencia asociada con las drogas

Entre las cuatro opciones expuestas aquí, tres entran cómodamente dentro de los confines de los actuales tratados internacionales sobre drogas. La cuarta—apuntando hacia mercados legales y regulados de cannabis—representa un reto a los tratados pero también es un desafió inevitable y beneficioso.

Descriminalizar el consumo de drogas. El uso de drogas debe ser tratado como un asunto de salud pública más que un asunto criminal. Hace diez años, Portugal descriminalizó la posesión de drogas para el consumo personal, lo que significa que los consumidores de drogas ya no son encarcelados por usar o poseer drogas. Los resultados hasta la fecha son positivos: el uso de drogas inyectadas ha bajado considerablemente, así como el índice de muertes por VIH/SIDA y otras enfermedades infecciosas, más usuarios de drogas problemáticos están en tratamiento y el crimen relacionado con las drogas ha bajado.

Reformar leyes de drogas severas e ineficaces. Muchos países en la región tienen leyes de drogas que no hacen diferencia entre ofensas leves, medias y altas, ofensas violentas y no violentas, y el tipo de drogas; todas son propensas a sentencias mínimas obligatorias y severas. Las leyes de drogas deben ser reformadas para asegurar la proporcionalidad en las sentencias y alternativas para ofensores no violentos y de bajo nivel. Las cárceles se han convertido en escuelas para las organizaciones criminales y las pandillas. Los ofensores leves ingresan a la cárcel sin vínculos al crimen organizado pero salen con vínculos establecidos.

Priorizar las estrategias de aplicación de ley que intentan reducir la violencia asociada con el tráfico de drogas. La aplicación de ley tradicional tiende a incrementar la violencia al incitar a aquellos involucrados en el tráfico de drogas a defenderse con violencia y con la amenaza de violencia. La aplicación que se enfoca en los sujetos más violentos puede ayudar a mitigar los efectos más perjudiciales del tráfico de drogas incluso sin tener que disminuir el mercado mundial de drogas. En Estados Unidos, muchos lugares han llevado a cabo estrategias de “disuasión dirigida” con mucho éxito en cuanto a reducción de niveles de violencia y en cuanto a mejorar la vida en las comunidades más afectadas por las drogas y la guerra contra las drogas.

Avanzar con la creación de mercados legales y regulados para el cannabis. El cannabis es la droga ilícita más usada y más producida, y comparativamente tiene menos riesgos que muchas otras substancias (incluyendo drogas legales). El enfoque prohibicionista hacia el cannabis causa un daño enorme a aquellos que se ven atrapados en el sistema penal. Actitudes en muchos países más tolerantes hacia el cannabis, incluyendo en los Estados Unidos, sugieren que tarde o temprano, gobiernos estatales y municipales empezarán a virar hacia mercados legales y regulados, de este modo reduciendo algunos de los fondos que enriquecen actualmente a las organizaciones criminales.

Tal como evidencian en estas opciones, el progreso en los pasos que alejan a las políticas del paradigma de la guerra contra las drogas y que se orientan hacia enfoques más efectivos y humanos pueden ser llevados a cabo en distintos niveles y lapsos de tiempo. La reunión de los presidentes en Guatemala ofrece una oportunidad nueva y optimista en el debate sobre políticas de drogas. La reunión no debe caer en las posiciones polarizadas y estériles del pasado, más bien debe abrir la puerta hacia una consideración amplia sobre las muchas posibilidades prometedoras alternativas al statu quo.

Fuente: WOLA

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