Por Gustavo E. Etkin
Siempre le gustó pertenecer a grupos. Tener amigos. Ser parte. Pero siempre terminó peleado, o hasta echado, de esos grupos en los que tanto quería estar.
Una vez estaba sentado en un café con unos compañeros del nacional donde estudiaba. Era el día en que se cumplían diez años de la creación del Estado de Israel. Ahí fue que comentó que el sionismo era el nazismo judío. Que el verdadero creador del Estado de Israel, fue Hitler que con el “holocausto” fue el gran pretexto, la justificación de la existencia del Estado de Israel.
Entonces tres colegas de ello acusaron de nazi, antisemita.
–“No soy antisemita porque concuerdo con los árabes, que también son semitas”, les respondió.
– ¡¡¡Picátelas…!!!, le respondieron. Y se levanto y se fue sonriendo y mirándolos con desprecio.
Después, en la facultad, en las reuniones políticas de los grupos estudiantiles no concordaba con que “el ejército es el brazo armado del imperialismo”, como era habitual decir ahí. Entonces decía que no siempre era así. Que San Martín era anticolonialista (el imperialismo de su época) y era militar. Que el general Valle, militar, fue fusilado por otros militares. O sea que entre los militares había de todo. Como entre los civiles. Martínez de Hoz, por ejemplo, el ministro de economía entreguista del general Videla, era civil.
Que a veces la forma de criticar favorece, beneficia a lo criticado.
Pero algunos no escuchaban y lo acusaban de “estar con los militares”, como si fuera una mala palabra.
Fue cuando Daniel, hasta entonces su gran amigo, pasó a acusarlo de traidor, lo que le hizo pasar toda una noche llorando.
Cuando estuvo en Plaza de Mayo escuchando a Perón en su esperada vuelta, no le gustó cuando escuchó gritar: -“Isabel, copera, si Evita viviera sería montonera…!!!. Que fue cuando Perón les respondió: -…Qué saben esos mocosos imberbes…!!!!.
No concordancia con los montoneros por lo que lo empezaron a llamar “gorila”.
Porque aunque concordaba con su finalidad de independencia económica de los yankis y con el socialismo, no estaba de acuerdo con la lucha armada que, pensaba, sería una provocación y un pretexto para lo que después fue la peor dictadura militar, donde torturaron y mataron 30.000 argentinos.
Criticaba a la lucha armada porque la condición para ganarla era que tenga apoyo popular, cosa que no había. La gran masa del pueblo era peronista, no peronista de izquierda o marxista.
Y menos aún concordaba con la teoría del foco de Regis Debray, porque también la condición para que el foco se extienda era el apoyo popular. Como pasó con Fidel en Cuba. Donde el pueblo no lo apoyó porque era marxista y anti-imperialista sino solamente porque odiaban al dictador Fulgencio Batista.
Fue por eso que algunos compañeros de la facultad lo empezaron a llamar “reaccionario”.
Pero finalmente consiguió trabajar de cronista deportivo, y el único interés de su vida, lo único que pasó a importarle fue el futbol. Porque sus comentarios, ahí, casi siempre coincidían con lo que los otros pensaban.
Así que nada de política. Solo futbol.
Fue entonces que, finalmente, consiguió ubicarse.
Gustavo E. Etkin escribe desde Bahía de San Salvador, Brasil.