Por Gustavo E. Etkin
Era muy linda.
Hombros chiquitos, cintura estrecha. Su piel con un tono oscuro, morocha de pelo largo. Labios anchos y suaves. Nariz fina. Ojos celestes. Culito sobresaliente, marcado, que vibraba al caminar.
Y muchas veces, cuando iba caminando por Florida o Corrientes, se le acercaba alguien que se la quería levantar. Y ahí le preguntaba cómo se llamaba. Si le gustaba, ella le decía su nombre: Rebandustria Kalabandrolia.
Cada vez que lo pronunciaba causaba una reacción diferente, aunque todas con algo en común: rechazo con bronca.
Algunos le respondían: -“Andate al carajo”. Otros: “Chau”. Otros: -“Y yo me llamo pirulitoploki”, y se iban. Otros, con bronca, le preguntaban:- “¿¡Me estás tomando de punto!? ¿¡Crees que soy boludo!?”. Y después: -“¡Andate a la mierda!”.
Siempre la misma reacción con bronca, con diferentes variaciones.
Hasta que una vez se le acercó uno que le dijo lo habitual: “¡Qué linda que sos!. ¿Cuál es tu nombre?”. Pero esa vez cuando ella dijo Rebandustria Kalabandrolia, el tipo no se enojó. Solamente le respondió:- ¡Qué bien! ¡Qué lindo nombre tenés! Combina con el mío, que es Kraksterbortkeler Cantraksaltker…!!!
Y así fue que empezaron a enamorar, se casaron, y ella pasó a llamarse Rebandustria Kalabandrolia de Cantraksaltker.
Gustavo E. Etkin escribe desde Bahía de San Salvador, Brasil.
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL