Teresa Gurza.
La Iglesia chilena protectora durante décadas de varios sacerdotes pederastas, pretende adaptarse a los nuevos tiempos del papa Francisco; y anunció que destinará bienes del sacerdote Fernando Karadima, violador durante más de 40 años de cientos de jóvenes, a prevenir abusos sexuales contra menores.
Karadima, estaba a cargo de la pastoral juvenil de la parroquia del Sagrado Corazón ubicada en uno de los barrios más acomodados de Santiago la capital chilena.
Y aprovechaba los viajes que hacía con los muchachos para agredirlos sexualmente; crímenes que en algunos casos continuaron durante décadas, incluso cuando sus víctimas estaban ya casados y con hijos.
Pasó mucho tiempo antes de que cinco de los agredidos se decidieran a denunciarlo en el principal programa de reportajes de la televisión oficial y a entregar un expediente con los hechos al arzobispado y a la justicia.
Aunque pocos les creyeron, el impacto fue enorme dada la fama de “santidad” del sacerdote.
Y el arzobispo de Santiago Francisco Javier Errázuriz, se negó incluso a informar al Vaticano asegurando que eran patrañas; y siguió apoyando a Karadima advirtiendo que aún y cuando fuera responsable de lo que se le acusaba, “ha sido un gran formador de sacerdotes y un gran pilar de la Iglesia chilena”.
Los denunciantes insistieron y sin ceder ante amenazas y chantajes, enviaron el documento directamente a Roma.
Seis años después, el Papa Ratzinger condenó a Karadima a vivir en reclusión y alejado de sus deberes religiosos; pero la ley chilena lo absolvió porque los crímenes habían prescrito.
Y esta semana con el cardenal Errázuriz ya retirado, Karadima en una casa de oración y un nuevo Papa que ha declarado tolerancia cero a los curas pedófilos, el arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati anunció que los bienes de la ex Unión Sacerdotal del Sagrado Corazón de Jesús, creada por Karadima, servirán para crear una fundación destinada a prevenir delitos sexuales de sacerdotes y dar acompañamiento sicológico y espiritual a las eventuales víctimas.
Y la casa sacerdotal del Bosque, en la que Karadima vivía y cometía algunos de sus crímenes, será residencia de religiosos ancianos y enfermos.
Pero esta noticia que el episcopado pensaba sería altamente elogiada, no lo fue tanto; porque el arzobispado siguió protegiendo al sacerdote Juan Esteban Morales, pese a que por estar enterado de los abusos de Karadima se convirtió en cómplice.
Además ya no es tan fácil convencer a los creyentes de Chile, país en el que la Iglesia Católica era muy influyente y poderosa, porque las revelaciones sobre Karadima y otros curas les han significado duros golpes.
Y en las mismas páginas que dan cuenta de la creación de la fundación, los diarios locales publican los comentarios desfavorables de los lectores.
La mayoría advierte que la única forma de poner freno a los curas depravados sería entregarlos, para que la justicia los ponga bajo rejas; y que debieran tener las mismas penas que un violador común y corriente.
Cuestionan también, el que se quiera hacer una fundación que podría recibir recursos estatales que servirían al obispado para seguir lucrando y lavando su imagen.
Y advierten que se intenta “tapar el sol con un dedo para quedar bien y calmar conciencias”; cuando sería mejor simple aplicar criterios más estrictos para seleccionar a los aspirantes a clérigos.
Ese cura depravado, escribió un lector, destruyó la vida de muchos jóvenes y de sus familias; y es uno de tantos sacerdotes que fueron denunciados sin que nada pasara, como sucede actualmente con un Legionario de Cristo del Colegio Cumbres de Santiago, que no ha recibido castigo.
Varios critican que el arzobispado se haya negado a reparar el daño a las víctimas; y se burlan de la ironía que representa el que finalmente Karadima, termine «colaborando» en la prevención de los delitos que él cometió.
“No les creo nada; quieren lavar imagen como siempre lo han hecho; pero como ahora ya no pueden, sólo les va a salir algo oscuro y tenebroso”, dice otro lector.