El alma del general

Por  Teresa Gurza
En los años 90 el Padre Nabor Cárdenas, fundador de la Ermita de la Nueva Jerusalén en Michoacán, usaba a santos y vírgenes para dar mensajes que variaban según las necesidades nacionales; o con lo que al PRI convenía fueran las necesidades nacionales.
Y cuando el poder de la oposición fue mayor y había peligro de que el partido oficial  perdiera las elecciones, Nabor introdujo al elenco de esa corte celestial al general Lázaro Cárdenas; cuya alma era sacada y regresada al purgatorio según convenía a Nabor y a los candidatos priístas al gobierno de la entidad.
Como ocurrió cuando Víctor Manuel Tinoco Rubí pidió a Papá Nabor, suplicara a la Virgen del Rosario que ordenara a los habitantes de la Ermita, en su mayoría originarios del estado de Guerrero y sin credencial de elector, que votarán por él.
El triunfo era muy inseguro, por lo que temeroso de que el auxilio virginal no fuera suficiente Nabor recurrió al General; quien en “mensaje clarísimo”, ordenó votar por Tinoco.
Todo sin que la secretaría de Gobernación objetara ni esa “ayuda” ni la existencia misma de la Ermita, a cuyos jerarcas les valen madre las leyes, y violan la Constitución todos los días; y en cuyo territorio autoridades locales y nacionales han consentido durante décadas -y pese a las denuncias- producción, consumo y tráfico de drogas, violaciones y embarazos forzados, asesinatos y cárceles clandestinas, destrucción de aulas y niños sin escuelas, y extranjeros sin permiso de residencia en México.
Han pasado muchos años y al parecer el nuevo PRI que asegura cambió en muchas cosas, en ésta no ha evolucionado.
Estamos viendo que para avalar su reforma energética se atiene, a las mismísimas palabras y escritos del General.
Y lo hace en los anuncios televisivos, tan frecuentes y mentirosos que harán que acabemos odiando no nada más la reforma que propone, sino también al locutor; y a todo lo que como el viento, el agua y el petróleo, “son nuestros”.
Esa línea dada por la presidencia a los dirigentes de su partido, hace juego con la religión y el esoterismo de Nabor; porque prometen salvar a la reforma de los diablos, y califican a quienes se oponen, como acólitos.
Los actuales priístas, que en realidad son los mismos de antes porque la poca renovación de sus cuadros es semejante a la de los otros partidos, pretenden tratar a los mexicanos como tratan en la Ermita a los seres descalzos, mugrosos, pobres, ignorantes, y sin gloria alguna, a los que llaman «vivientes».
Lo vimos claro en la reunión del Auditorio Plutarco Elías Calles a la que acudieron 19 gobernadores y decenas de senadores y diputados federales y locales del PRI, y donde hubo críticas para los “acólitos de Lázaro Cárdenas”, y exhortaciones a luchar contra el diablo.
«En la política todo es viable, y si hay que pelear con el diablo, debemos pelear con el diablo», dijo muy orondo el diputado Carlos Aceves del Olmo, dirigente de la CTM, hablando en representación del sector obrero.
Y los oradores que le antecedieron o sucedieron, “elogiaron la decisión del presidente Peña Nieto de utilizar como ejemplo al General Lázaro Cárdenas”, dice la nota del periódico Reforma.
Pero lejos, la más inspirada fue Cristina Díaz del sector popular: «El Ejecutivo federal ha desmontado el mito del patriotismo petrolero, el mito genial del cardenismo, al demostrar que el General Lázaro Cárdenas fue más sensato y audaz que sus acólitos”, dijo.
Por todo esto y por más, tiene razón Jesús Silva Herzog en su artículo del lunes 19 en Reforma, del que extraigo unos párrafos:
“El discurso gubernamental coloca el debate en el peor sitio posible. Resaltar una supuesta fidelidad histórica es desenfocar la urgencia de poner al día nuestra industria; es perder de vista el deber de terminar con nuestra injustificable excepcionalidad. El literalismo del gobierno es el intento de seducir a un muerto… Es notable que el gobierno no asuma con seguridad la lógica de su propia iniciativa… lo hace con una timidez que parece, más bien, vergüenza. Como si estuviera haciendo algo indigno que hubiera que esconder con invocaciones a lo sagrado. ..”
Ni hablar…

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