
La selección Colombia se ha convertido en una gran representante del país, pero también de sus potencialidades y sueños. Foto: AFP/BBC.
Por Arturo Wallace
Si un genio perverso obligara a los colombianos a elegir entre la pronta firma de un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, o una victoria en la final del Mundial Brasil 2014, muy probablemente hoy por hoy la inmensa mayoría optaría por la gloria futbolera.
Después de todo, una encuesta publicada por The New York Times poco antes del inicio del torneo encontró que sólo el 6% de los colombianos afirman no tener ningún tipo de interés en «el deporte más hermoso del mundo».
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Y según estudios del ministerio del Interior de Colombia, el porcentaje de ciudadanos que consideran al fútbol como un elemento «muy importante» de sus vidas supera el 70%.
En contraste, lo mucho que el tema del proceso de paz aún divide al país quedó evidenciado por los apretados resultados de las recientes elecciones presidenciales, celebradas el día después del primer partido de la selección cafetera en un Mundial luego de una ausencia de 16 años.
Pero, afortunadamente, nadie le está pidiendo a los colombianos que elijan entre las que serían dos victorias históricas: la futbolística y la que representaría ponerle punto final al conflicto armado más prolongado del continente.
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Colombia ha seguido con emoción los triunfos de su selección.
Por el contrario, son varios los analistas que consideran que el excelente desempeño de la selección cafetera en Brasil 2014 podría darle un impulso adicional a los esfuerzos colombianos por alcanzar la paz luego de más de cincuenta años de muertes y enfrentamientos.
«He aquí una predicción: si Colombia gana la Copa del Mundo el 13 de julio, en menos de quince días se firmaría un acuerdo de paz duradero que le pondría fin a una guerra civil de décadas», afirmó poco antes del inicio del torneo Matthew Brown, autor de «De las fronteras al fútbol: una historia alternativa de América Latina desde 1800».
Pero, ¿pueden en realidad los goles de James Rodríguez, los pases de Juan Guillermo Cuadrado y las paradas de David Ospina acercar a Colombia a ese sueño?
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Fútbol y conflicto

A Iván Márquez, negociador de las FARC, también se le ha visto con la camiseta de la selección.
Brown está convencido que sí. Aunque admite que su vaticinio –hecho en un artículo escrito para la revista del diario británico The Financial Times– tal vez haya sido un poco exagerado.
«Soy un historiador y como tal no debería hacer predicciones», le dice a BBC Mundo. «Pero una victoria de Colombia en el Mundial muy probablemente generaría una oleada de sentimiento nacional demandando una rápida y feliz conclusión de ese proceso».
Y este profesor de la Universidad de Bristol debe sabe algo sobre el tema, pues se ha dedicado a estudiar la forma en la que el fútbol ha incidido sobre los procesos políticos, sociales y económicos de la región desde inicios del siglo XX.
Los casos abundan: ahí está, por ejemplo, «La guerra del fútbol» que 1969 enfrentó a Honduras con El Salvador, o el uso del triunfo de Argentina en el Mundial de 1978 como un mecanismo de legitimación por parte del gobierno militar de la época.
Y, en la misma Colombia, el potencial del fútbol de fútbol para incidir sobre el devenir del conflicto armado es reconocido por las autoridades, que constantemente lo emplean en las campañas que promueven la desmovilización voluntaria de los insurgentes.
«Guerrillero, Colombia le está guardando el puesto para que viva la fiesta más grande del fútbol en libertad. Desmovilícese», dice, por ejemplo, la publicidad más reciente, elaborada en ocasión del mundial brasileño.
Mientras que la imagen de los delegados de las FARC a las conversaciones de paz de La Habana enfundados en la camiseta nacional, luego de la clasificación al torneo, seguramente es evidencia del potencial unificador del potencial del fútbol y la selección nacional en un país dolorosamente dividido por años de luchas políticas, violencia y muerte.
Máxime cuando, gracias a su desempeño dentro y fuera del terreno de juego, el país entero parece haber abrazado a la selección Colombia como su mejor representante y la personificación de todas de sus potencialidades, aspiraciones y sueños.
«El país que queremos ser»
Ese sentimiento está recogido, por ejemplo, en una «Carta abierta a James Rodríguez» elaborada por una asociación de más de 113 comunidades y organizaciones afrodescendientes, indígenas y campesinas colombianas.

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«Es usted, y toda la selección, la expresión de lo que nosotros deseamos para nuestro país, pluralidad en un proyecto de nación, un país en que la diferencia es complementaria… una democracia en donde todos somos importantes, incluso, nosotros, los habitantes rurales, así como en la selección todos aportan», se lee en la misiva dirigida a la estrella colombiana de 23 años.
Preparándose para un partido histórico
Colombia se prepara para el partido de cuartos de final contra Brasil como para una batalla, pero sobre todo como para una gran fiesta.
Por decreto presidencial los empleados públicos tendrán libre la tarde del viernes y se espera que decenas de miles de colombianos se reúnan frente a las pantallas gigantes habilitadas para la ocasión en los parques y plazas de todo el país.
Aunque como ha sido habitual a lo largo de este Mundial, varias ciudades –empezando por la capital, Bogotá–han prohibido la venta de alcohol durante el día del juego.
Las autoridades capitalinas también anunciaron que el viernes el ejército saldrá a patrullar 19 “zonas críticas” de Bogotá y que a lo largo de día soldados y policías estarán realizando requisas y retenes.
Y también hay restricciones para la venta de las harinas y espumas típicas de las celebraciones colombianas, lo que sugiere que no es el temor a desmanes por causa de una derrota del combinado nacional lo que preocupa a las autoridades.
Antes bien, el miedo es a que desborden las celebraciones en caso de victoria, como las que provocaron nueve muertes en Bogotá después del triunfo inaugural contra Grecia. Porque una victoria contra Brasil es, precisamente, el resultado con el que todos los colombianos sueñan. Y el que la inmensa mayoría espera.
«Usted ha expresado ese nuevo sentir, no el de la estrella endiosada, si no aquel que en público y privado se reconoce, como usted, por un equipo. Usted lo sabe y lo ha dicho, que el trabajo es de todos, aunque usted lidere y concrete con goles», agrega la carta.
Y la profesora de la Universidad de Los Andes Sandra Borda, coincide en que si bien los buenos resultados sin duda ayudan a explicar la profunda identificación de los colombianos con su actual sequipo nacional, la forma cómo los han conseguido también cuenta.
Según la académica, el actual combinado nacional también tiene a su favor sus profundas diferencias con la ultima selección de futbol con la que Colombia se identificó tan intensamente: aquella que disputó los mundiales de 1990 y 1994 y en el camino goleó a Argentina 5 a 0.
«Esa selección está íntimamente ligada a la época del narcotráfico», le dice a BBC Mundo.
«Mientras que esta selección no está penetrada por la cultura del narco: es una selección supremamente profesional, disciplinada, con gente muy humilde que no está todo el tiempo ufanándose de lo que tiene», agrega.
Para Borda, esto le ha permitido a los colombianos ver en el combinado nacional «el tipo de país que quisiéramos ser».
Y así, además de alegrías deportivas, se le agradece a la selección que esté proyectando una imagen internacional del país que, por una vez, no pasa por el tema del narcotráfico.
Algo que para Andrei Gómez Suárez, un estudioso del conflicto colombiano que se desempeña como investigador asociado de las universidades de Oxford y Sussex, también puede ser clave de cara al proceso de reconciliación que tendría que apuntalar cualquier acuerdo con los guerrilleros.
«Yo lo he notado ahorita en Londres, cuando la gente se da cuenta que soy colombiano ya no me dicen: ‘¡Ah! Colombia: coca, narco’. Ahora es: ‘¡Guau! ¡Qué futbol juegan ustedes! ¡James Rodríguez!'», le dice a BBC Mundo.
«Y esa idea de que Colombia puede ser distinta tiene un elemento fundamental para la reconciliación del país, porque los colombiano también queremos sentir que los otros nos ven distintos», explica.
El poder de la unidad
Gómez Suárez tiene claro que la reconciliación es un proceso de largo plazo.
«Pero hay hitos históricos, pequeños momentos en el tiempo que se convierten en puntos de referencia que pueden servir en ese largo plazo», le dice a BBC Mundo.
«Y creo que la selección Colombia, al estar jugando como ha estado jugando, al superar todas las expectativas, ha generado un momento histórico al que se puede volver en un futuro como un ejemplo de lo que un país unido puede conseguir», explica.

El ejemplo más conocido tal vez sea el recogido en la película Invictus, que explora el rol del triunfo de Sudáfrica en el campeonato mundial de rugby que casi coincidió con la llegada al poder de Nelson Mandela.
Y, en el caso de Colombia, también hay coincidencias históricas que obligan a mirara los actuales resultados futbolísticos con otros ojos.
«Si tu tienes un triunfo de la Selección Colombia en un momento donde que no hay procesos de paz, que las partes en conflicto no han llegado a unos acuerdos sustanciales, ese triunfo tiene un impacto irrelevante (para el futuro del conflicto armado)», continúa Gómez Suárez.
«Pero si en el momento que está viviendo el país, imagínate lo que puede generar un triunfo que ayude a superar las fricciones causadas por la polarización política, lo que se puede conseguir gracias a un imaginario distinto donde todos estamos del mismo lado».
Además, para muchos colombianos, también resulta sumamente especial que el partido más importante en la historia del fútbol colombiano –hasta la fecha– vaya a tener lugar en la misma semana en la que se cumplen 20 años de uno de sus episodios más oscuros y tristes: el asesinato de Andrés Escobar pocos días después de que anotara el autogol que selló su eliminación del Mundial USA 1994.
Se siente como una oportunidad del destino para dejar ese capítulo atrás definitivamente. Como una oportunidad para demostrar que esta Colombia, como su selección, es una Colombia diferente.
Pero, ¿quiere eso decir que los cafeteros necesitan derrotar a Brasil, avanzar hasta la final y ganarla para hacer realidad todas estas promesas?
Los analistas coinciden en que no necesariamente, si bien una victoria de esa magnitud la convertiría en un símbolo todavía más poderoso.
«En eso van a ser claves los medios, que en Colombia acostumbran crear héroes un dia y los destruyen al dia siguiente. Pero yo creo que esta selección ya se ha convertido en un ícono que se puede recuperar pase lo que pase», afirma Gómez Suárez.
«Yo creo que ahora el reto es precisamente convertir este fenómeno temporal en algo estructural», coincide Borda. «Pero sí creo que pase lo que pase puede tener un impacto grande, sobre todo en las nuevas generaciones, porque está enseñando que la disciplina y el trabajo valen la pena».
En otras palabras, Colombia ya ganó. Aunque eso no significa que los colombianos no quieran más victorias, empezando por la del viernes.