Fama de dar miedo tiene, y mucha

Stephen King. Foto Facebook.

Por El Lector Americano

Túnez, 25 de octubre de 2022).- Este domingo 30 de octubre, aquí en Túnez se celebra Halloween, y me desperté pensando qué escribir sobre esta fiesta pagana y cinematográfica, y me dije: «A ver si este año hago algo interesante, pero fue no otra vez”. Y entonces pensé en que el mundo sigue andando, y el gran Stephen King, un autor particular e hipnótico, sigue escribiendo cuentos que dan miedo o intriga por más que no haya recibido el Nobel de Literatura como tampoco se lo dieron a Ray Bradbury. Yo supongo que a King –que es un Rey por sí mismo, no tiene necesidad que ningún sueco lo corone– cuestión que tampoco le importa demasiado a él. En cualquier caso, ahí está él: que ya cumplió setenta y cinco años de edad y su primer relato publicado fue publicado hace más de medio siglo. Y ahí sigue vivito, y caminando lento, con más de doscientos cuentos después y casi sesenta novelas más tarde. Ahí continúa King quien ganó todos los premios en su género pero, también, la medalla del National Book Award por su «distinguida contribución a las letras norteamericanas”, premió también recibido, entre otros, por Williams Faulkner, Saúl Bellow, Nick Cheever, Philips Roth, Susan Sontag, Paul De Lillo, Pynchon y Updike. Pero King tiene cientos de millones de ejemplares vendidos en todos los idiomas. Ahí está dando vueltas, con elogios de alguien del establishment intelectual estadounidense, como Cynthia Ozick quien haya dicho que es un genuino escritor de nacimiento. Que no escribe oraciones, que no es mero palabrerío contemporáneo. A lo cual, Stephen King, ha dicho en más de una ocasión que no hay problema, que está todo bien, que después de todo él nunca leyó a Jane Austen y, de paso, que desprecia la saga de Stephenie «Crepúsculo» Meyer porque «no trata de tener miedo a los vampiros sino de tener miedo a no tener novio.

Portada de uno de sus libros.

Y ahí, mientras pienso en la entrada que redacté, pienso en comprarme una figurita de colección de un muñequito de Stephen King. Uno pulcro y amable, con libreta de notas y otro cubierto de sangre como Carrie, con una hacha y un libro abierto. Y pienso, que una vez King definió su trabajo que: «La clave de todo pasa por dedicar seis horas al día a leer y escribir. Dos mil palabras al día. ¿El talento? Fácil: Si escribiste algo por lo que te pagaron y el cheque no rebotó y con eso pagaste la electricidad, entonces te puedes considerar un talentoso».

La segunda definición es la técnica, y advierte que «Terror es ese calculado ‘in crescendo’ a un paso de que puedas ver al monstruo. Y el horror es ver al monstruo». Es decir: 90 por ciento de terror y 10 por ciento de horror. Y el miedo verdadero, es que ese cheque para pagar la luz y no se haga sombras en tu casa, es cobrar por tu esfuerzo. ¿No?

Y como estamos en un mundo inflacionario, de tiempos difíciles, creo que será mejor dejar el muñequito de Stephen King para otra ocasión. Porque no puedo ni justificarlo para mis niños, pues ellos nunca han leído ni visto un relato de King. Lo último que les compré fueron los héroes de Pijimack, y ahí están todos esos niños/ juguetes juntando polvo. Pero, claro, a mi me gusta justificar mi deseo con el muñeco King, pues no veo sólo eso: veo a niños con facultades especiales, perseguidos en los relatos de King, o a sus escritores en problemas, a sus mujeres poderosas, “Misery” (King es uno de los escritores más auténticamente feministas de todos los tiempos). Y también me veo a mí mismo leyendo mi primer King (no recuerdo cuando fue el primero). Y desde entonces, loco por King, porque he leído poco a poquito y me entero a través de un comentarista YouTuber de libros, de la su última novela: Billy Summers.

Y lo pienso, o revivo en mi cabeza, y me concentro en la sinopsis de Billy Summers que, por lo que cuentan, para no confundirme, no cabe dudas que es un disparo certero de Stephen King con muy buena puntería: «Si es una novela “noir”, que es como un subgénero. Y no es que sea supersticioso pero, por lo general, ese último trabajo a veces no suele salir bien», dice el mismo King. Y sí: Billy Summers es un francotirador implacable y asesino a sueldo de gran reputación/eficacia (al que los colegas/empleadores consideran de pocas luces, porque él mismo se ha inventado una protectora/distractora máscara de un adicto a los comics de Archie), a la vez que tiene un perfil/currículum muy personal: Summers sólo mata a «malas personas». Y sí, en más de una ocasión sus clientes son malas personas también; pero no se puede exigir tanto cuando hay que ganarse la vida con la de hacer fiambre con otros.

Muchos interesantes títulos donde escoger.

Y Summers ha tenido una infancia terrible (mató por primera vez en defensa propia) y una juventud de uniforme en Fallujah (donde mató muchas veces en defensa de su país). Y ahora Summers está cansado de matar. Y la oferta de despachar un testigo que va a hablar demasiado, en las escaleras del tribunal de un pueblo llamado Red Bluff, a cambio de dos millones de dólares resulta demasiado tentadora. Adiós a las armas, y así es cómo Summers se instala en el lugar semanas antes (el YouTuber da cuenta que toda la primera trama de la novela es un lento y detallado manual de instrucciones para sicarios) a la espera del día del disparo al toque, para enseguida irse. Y Summers se hace amigo de sus vecinos y juega al Monopoly con sus hijos (y no los deja ganar, porque Billy cree en el esfuerzo). Y tanta trama preliminar recuerda a la serie 22/11/63, sólo que aquí no se trata de impedir magnicidio de Kennedy sino de lograr la mejor ejecución.

Y sorpresa o no, porque pocas cosas le interesan más a King que explorar desde todo ángulo de tiro posible los misterios y placeres y las luces y sombras de su oficio: para mantener su fachada, Summers se hace pasar por un ignoto escritor (admirador de Emile Zola), y descubre una segunda y posible nueva vocación mientras, sí, así es, el hombre mata su tiempo antes de matar: que es la de novelista autobiográfico. Y cuando llega el momento de apretar el gatillo y todo sale bien, parece que todo comienza a salir mal. Aunque parte de sus complicaciones pasen por una joven llamada Alice para dar en el blanco, porque como que se enamora nuestro querido Summer.

Y entonces, de nuevo (a pesar de todos los monstruos humanos que habitan en la obra de King, lo único sobrenatural aquí es el del avistamiento de las ruinas del Hotel Overlook de El resplandor, ¿se acuerdan?) y todo confluye en lo que probablemente sea lo recurrente en King: el hacer justicia desde la injusticia. Así, los acontecimientos se precipitan y la sangre corre. Y vuelve a comprobarse la excelencia del King en eso de apropiarse y re procesar historias. Y si bien aquí hay algo de Dexter, el de la serie de tv, el resultado final es 100% Stephen King con algunos de sus personajes más queribles en mucho tiempo (el propio Billy, Alice, el «contratista» Bucky) y rumbo hacia final donde la metaficción no está reñida con la emoción, hay historias recicladas como nuevas.

La mala noticia de esta última novela de King, es que Billy Summers jamás verá su libro publicado. La buena noticia es que Billy Summers escribe tan bien como Stephen King.

La otra noticia es que yo mismo busco desesperadamente todas las adaptaciones de los cuentos y relatos de King en la tv, y entonces, de golpe, empiezo a tener miedo. Como en Halloween… ja ja ja, ¡me jodí, y se acabó el papel higiénico!!!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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