Foto: mediko.ph
Por Teresa Gurza
Al enterarme de la muerte del escritor Mario Vargas Llosa me vinieron a la mente escenas de la primera vez que lo entrevisté.
Fue en junio de 1970, pero no recuerdo bien si su departamento estaba en el barrio limeño de San Isidro o en el de Miraflores; ambos cercanos, arbolados y con magníficas vistas al Océano Pacifico.
Miraflores, estaba cuajado de boutiques con ropa primorosa y preciosas pulseras de oro y hubiera sido un lugar perfecto, de no ser por la garúa; lloviznita incesante, que moja todo y dejaba los peinados llenos de laca que entonces se usaban, hechos un desastre de cabellos húmedos y pegajosos.

Me había enviado Jacobo Zabludovsky de Telesistema Mexicano, a realizar entrevistas y reportajes en América del Sur y Vargas Llosa era ya famoso por sus primeras novelas cuyos ejemplares llevaba y muy guapo.
Tras divorciarse de su tía política Julia Urquidi, 14 años mayor que él y con quien empezó a noviar a los 18, se casó con su prima hermana Patricia Llosa, mamá de sus hijos Álvaro y Gonzalo y Morgana, que aún no nacía.
Fue una larga entrevista, que me pidió interrumpir porque debía recoger a sus niños “en el nido” como llamó al kínder.
Imaginé que quería ser un padre presente, por lo que recordaba del suyo; que abandonó a su madre 5 meses antes que naciera y no se volvió a aparecer hasta que tenía 11 años y de ahí en adelante lo trató tan mal, que convenció a su madre de que escaparan juntos, para no seguir con esa convivencia de pánico.
Han sido muchísimos los homenajes y elogios que se le han rendido a Vargas Llosa por su obra monumental, su independencia y libertad para decir y escribir lo que pensaba y su adelantada visión de la dictadura, en la que terminaron los sueños revolucionarios en Cuba.
Y la verdad, me alegro que haya muerto con su familia y no durante su inexplicable relación con Isabel Preysler.

Paso ahora, al artículo de esta semana.
Entre las bendiciones que tengo, está la de dormir bien.
Lo que no es poco, de acuerdo con datos oficiales que afirman que la tercera parte de los mexicanos padece insomnio y son las mujeres quienes más sufren algún trastorno del sueño.
Y lo creo, porque la mayoría de mis amigas duerme pésimo pese a pastillas o gotas.
Hasta hace relativamente poco, no se hacía mucho caso al insomnio; ahora abundan los artículos y recomendaciones, para evitarlo.
La Clínica Mayo, cuyos boletines semanales puede recibir gratuitamente quien se inscriba, explica que en los trastornos del sueño intervienen el estrés laboral, deficientes servicios de salud pública, inequidad social y económica, malos hábitos como desvelarse por gusto, ruido ambiental, dieta inadecuada, tabaquismo, alcoholismo, utilización nocturna de celulares y exceso de navegación en redes sociales.
La doctora Yoaly Arana Lechuga, coordinadora del Centro Neurológico y de Sueño, detalló en El Universal que el insomnio femenino se acentuó durante el Covid, por la necesidad de supervisar clases y tareas de los hijos y soportar la violencia intrafamiliar que se incrementó muchísimo.
Y Óscar Sánchez Escandón, presidente de la Sociedad Mexicana para la Investigación y Medicina del Sueño precisó que el sistema glinfático, que es el mecanismo de limpieza cerebral, se lleva a cabo mientras dormimos y si no lo hacemos, aparecerán cánceres mamarios y de próstata, diabetes y enfermedades como Alzheimer o Parkinson.
Los especialistas coinciden en que el trastorno más grave, es la apnea del sueño; que consiste en dejar de respirar unos minutos; porque afecta el corazón, microbiota intestinal y los sistemas nervioso central y urinario.
Y causa obesidad, porque al dormir se regulan la grelina y la leptina, hormonas relacionadas con la saciedad y el apetito.
Muchos creen, que los ronquidos son normales; los médicos dicen que no y piden a los que roncan, hacerse una polisomnografía prueba indolora y no invasiva que registra las ondas cerebrales, niveles de oxígeno en la sangre, frecuencia cardíaca y respiratoria y movimiento de ojos y piernas, para determinar si los patrones de sueño se interrumpen, en qué momento y por qué.
El proceso normal para conciliar el sueño comienza con la etapa sueño sin movimientos oculares rápidos (MOR) durante la cual, las ondas cerebrales se hacen más lentas.

Foto Yahoo.
Tras una o dos horas, la actividad cerebral pasa al sueño MOR (con movimientos oculares rápidos) porque los ojos se mueven rápidamente de un lado para otro y la mayoría de nuestros sueños se producen durante esta etapa; y la próxima semana veremos, porque algunos los recuerdan y otros no.
Hay quienes sienten incontrolable necesidad de mover las piernas, somnolencia abrumadora durante el día o Insomnio duradero sin causa aparente.
Y si además de insomnio deben continuar con sus vidas y trabajo, enfrentarán ansiedad, apatía, depresión, impotencia, irritabilidad, fatiga, dolores de cabeza, músculos y estómago, falta de apetito y náuseas.
Para evitarlo, la Organización Mundial de la Salud, OMS, recomienda hacer por lo menos, 150 minutos de actividad física a la semana.
Y todos los días disfrutar de algo que a uno le guste; como jardinear, cocinar, reunirse con amigos o escuchar música.