Curas villeros. Foto cortesía.
Por Claudio Álvarez-Dunn *
Bogotá, Colombia. 21 de abril de 2025.- Ser periodista a fines de los años 70 durante la dictadura militar argentina no era algo que yo elegí, pero fue algo que me tocó cuando en 1978 me ascendieron de corrector de pruebas a reportero del diario La Capital (Rosario). Supongo que en esos convulsionados momentos, el sacerdote Jorge Mario Bergoglio tampoco había elegido ser el superior provincial de los jesuitas en Buenos Aires.
El país sudamericano estaba bajo el mando del Proceso de Reorganización Nacional, una dictadura que gobernaba a la Argentina desde el golpe militar del 24 de marzo de 1976 con una fórmula burocrática, brutal y autoritaria caracterizada por un plan sistemático de terrorismo de Estado que dejó 10.000 muertos y otros 20.000 desaparecidos.
Los asesinatos, secuestros, torturas, desapariciones forzadas y el robo de bebés era silenciosamente apoyado por sectores civiles socialmente conservadores, principalmente del empresariado nacional y los sectores más reaccionarios de la Iglesia Católica.

En los barrios marginales de las grandes ciudades argentinas (bautizadas despectivamente como villas miseria) se agrupaban las poblaciones de precaria situación económica. Allí también se daban cita los curas villeros, un movimiento relacionado con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, con la Teología de la Liberación y con la opción por los pobres. Ellos tenían como referente al sacerdote Carlos Mugica, asesinado en 1974 por un grupo parapolicial de derecha, considerado como el mártir del movimiento.
Jorge Bergoglio, el fallecido Papa Francisco, era entonces el jefe de la Conferencia Episcopal Argentina, y tras las quejas del Vaticano sobre la pobreza en Argentina creó la Vicaría para la Pastoral de Villas de Emergencia. La represión, la dictadura y la falta de apoyo de las altas autoridades de la propia Iglesia Católica, limitaron el movimiento.
El padre José María Di Paola, cura de la villa 21 y más conocido como el Padre Pepe, que había sido designando como vicario de la Pastoral de Villas de Emergencia fue amenazado de muerte al explicar la razón de ser de los curas villeros, diciendo que solo viviendo en las villas era posible comprender su cultura y sus necesidades.
“Nuestra experiencia es que mientras veníamos de visita teníamos una comprensión muy acotada de esta realidad, un conocimiento mediado por prejuicios, teorías y por la (des) información que publicaban los medios de comunicación masiva. Este conocimiento fue dando lugar a otro más directo, sin otro mediador que la luz de la fe”, reveló el cura Di Paola.
En aquellos años de tanta convulsión política, los militares de cada rama buscaban titulares a toda costa para destacarse sobre sus camaradas de armas y posicionarse como posibles sucesores en el poder.
Los intereses políticos del almirante Emilio Eduardo Massera y los de la Marina argentina eran harto conocidos al punto que llegaron a tener su propio diario bautizado con el nombre de Convicción (1978/83). Según los biógrafos de la época, la publicación se programó como la plataforma del lanzamiento político de Massera como futuro presidente argentino y también era el canal desde el cual se impartían meditados sermones editoriales a la clase política, a los empresarios y a las Fuerzas Armadas.

Los relacionistas públicos de la Armada llenaban las redacciones con comunicados de prensa y fotografías de todas las actividades públicas de Massera, al punto que recuerdo haber recibido una fotografía de Massera junto al cardenal Bergoglio durante una homilía castrense. Esa actividad resucitó con polémica cuando Bergoglio fue elegido nuevo Papa.
El periodista Horacio Verbitsky, autor de una monumental historia de la Iglesia católica argentina y expresidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), publicó testimonios de personas que aseguraron que mientras era superior de la congregación jesuita en Argentina, Bergoglio había retirado su protección a varios sacerdotes de su orden que realizaban tareas sociales en las villas miseria.
Lo cierto es que los religiosos Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron detenidos en mayo de 1976 y permanecieron en cautiverio durante cinco meses en la Escuela de Suboficiales de Mecánica de la Armada (ESMA), donde funcionó un centro clandestino de detención, torturas y asesinatos en masa, hasta que fueron liberados.
De acuerdo con Verbitsky, el hombre que sería ungido Papa se destacaba desde sus inicios por su «gran carisma para relacionarse». Frente a los amigos se definía como peronista, un partido de raigambre popular y asociado en sus orígenes a la doctrina social de la Iglesia. De acuerdo con un artículo de El Periódico de Cataluña, en sus años de formación, Bergoglio fue testigo de una suerte de cisma no declarado. Un sector minoritario de los obispos y prelados abrazó la «opción por los pobres» surgida del Concilio Vaticano II y la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM), realizada en Medellín, en 1968. Yorio y Jalics se sintieron interpelados profundamente por esa corriente. Y esa adhesión los convirtió en blanco de la represión. «Los dos curas jesuitas me dijeron que Bergoglio los traicionó. Que él los entregó a los militares«, aseguró en su momento Verbitsky según el diario catalán.
En 2013, cuando la historia de Bergoglio se partió en dos al ser ungido Papa, el periodista fue una y otra vez invocado para repetir los mismos argumentos. Yorio había fallecido 13 años antes. Jalics se encontraba en un monasterio en Alemania y declaró: «Esos acontecimientos para mí son asunto terminado«, dijo lacónicamente cuando lo abordaron.
Los manejos de la información posterior sugirieron que Bergoglio habría asistido a la mencionada actividad castrense del almirante Massera a fines de los 70 para pagar el favor por la liberación de los sacerdotes. En 2010 se realizó uno de los juicios por las violaciones a los derechos humanos perpetradas en la Armada en la sede de la ESMA. Bergoglio, a esas alturas un cardenal porteño de fuerte protagonismo político, conocido por sus roces con el presidente argentino Néstor Kirchner y su esposa Cristina, además de su rechazo a la unión civil entre personas de un mismo sexo, prestó su testimonio ante los jueces. Reconoció haberse reunido en dos ocasiones con el jefe de la Armada, el siniestro almirante Massera, para pedir por la suerte de los curas secuestrados. «Me escuchó y me dijo que iba a averiguar. Le dije que esos padres no tenían que ver en nada raro«, declaró el futuro Papa. El dictamen del tribunal desestimó cualquier responsabilidad de Bergoglio en lo ocurrido con los jesuitas Yorio y Jalics.
Tal vez por eso cuando Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, dejó su ciudad para participar del cónclave del Vaticano que elegiría al sucesor de Benedicto XVI, seguramente no imaginó que esa sería la última vez que pisaría suelo argentino. Durante los 12 años que duró su papado nunca regresó a Argentina. No obstante, Francisco mantuvo conexión con su país natal todo el tiempo pues en su agenda siempre hubo una cantidad muy nutrida de compatriotas que iban a las audiencias, que asistían al Ángelus o que tenían audiencias personales; siempre mantuvo de alguna manera con su corazón en Argentina, pero nunca regresó a su país de origen para no prestarse al juego político local.
En su libro autobiográfico «El Jesuita«, publicado en 2010, Bergoglio rechazó las acusaciones de haber cooperado con la dictadura militar afirmando: «Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba, para abogar por personas secuestradas«.
El debate sobre su rol durante la oscura época de la dictadura quedó mayormente saldado con la aparición de testimonios de perseguidos políticos a los que ayudó a escapar del país, algunos de los cuales fueron recogidos en el libro «Salvados por Francisco«, de 2019.

Posteriormente sus biógrafos han insistido en que el Papa Francisco nunca bendijo armas militares argentinas. En cambio, durante su pontificado pidió que se callen las armas y que se priorice la paz en todas partes. Sus mensajes se enfocaron en la necesidad de buscar soluciones pacíficas y evitar la violencia, incluso en situaciones de legítima defensa.
El Papa Francisco siempre hizo un fuerte llamado a la paz en sus mensajes, especialmente durante la Pascua. Había pedido que las fuerzas armadas solo se utilicen en legítima defensa y no para dominar a otros países. Hizo varios llamados a la construcción de un futuro de paz en lugar de sembrar muerte, al tiempo que expresó su preocupación por las guerras y conflictos en diferentes partes del mundo, como Ucrania, Palestina e Israel, además que exigió que se escuchen los gritos de los pueblos que piden por la paz.
En resumen, el mensaje del Papa Francisco siempre fue claro: se opuso a la violencia y las armas, y apoyaba la paz y la búsqueda de soluciones pacíficas, acallando todas las interpretaciones sobre la controversia desatada por aquellos oscuros años de la dictadura argentina.
(* El autor es un periodista argentino radicado en Colombia)