Argentina arremete a octavos con garra, temperamento y coraje

Imagen: captura de pantalla

Por Willians A. Castillo

El amor eterno se convirtió en la vorágine primitiva de un pueblo argentino que conoce de emociones, actos heroicos y sensaciones que erizan el alma. Once guerreros saltaron al campo y ofrendaron un sentimiento puro y gozoso. Puños al viento, y mirada al cielo. El Stadium 974 era un cántico eufórico, desmedido, tribal y emotivo. La albiceleste hacía de su fiesta, la mejor de todas. A volumen alto y compartido en alegrías.

Y no era para menos, la albiceleste ahora pasó a octavos de final del Mundial de Qatar.

Los argentinos cerraron su “Ahora sí”, el dos veces campeón mundial ya puede sentirse favorito en la Copa Mundial Qatar ‘22.

Es que al equipo gaucho le faltaba ese contacto con su fiel hinchada ‘Esta barra quilombera no te deja de alentar’, que demostró una vez más su apego al equipo de sus amores. “La número 12”, como le llaman a la barra, abarrotó el coloso del Stadium 974, que como nunca lució un marco impresionante por lo vivido antes, durante y después del compromiso que sufrió hasta sus postrimerías ante 44.089 almas que alentaron los noventa siete minutos.

Los bicampeones abrieron su camino a octavos mostrando la misma garra, temperamento y coraje.

Y por la única vía, la del penal, no convertido por su ‘salvador’, Leo “Piojo” Messi. Justamente por decisión del VAR, Messi intentó abrir el camino a los 39 minutos, pero su remate de izquierda terminó atajada por el meta polaco Wojciech Szczesny.

Los albicelestes encontraron a un arquero como Szczesny, quien estuvo en su noche. Parecía que el polaco le aguaba la fiesta a Argentina. Con sus atajadas dejó con la miel en los labios a todos los argentinos. Sí, porque no había más que gente de Argentina.

Polonia y su bien apostada defensa trabajaron a destiempo para contener la avanzada gaucha, que valgan verdades estuvo medrosa.

Ni Messi, menos Ángel Di María pudieron con enorme fuerza de espíritu de los dirigidos por Leonel Scaloni. Por allí, Julián Álvarez y el eterno Alexis Mac Allister, cual ‘chiquilín’, intentaban, pero la pared polaca no se lo permitía.

Tamaño descrédito para Argentina sacarle lustre al campeonato Mundial. Había que despedirse bien de la primera etapa y coronar con broche de oro la pulcra campaña. Entonces, había que irse con todo. El técnico Scaloni realizó algunos cambios, que de alguna forma le dieron mayor respiro arriba Leandro Paredes por Di María y Nicolás Tagliafico por Marcos Acuña.

Las piernas para los de Polonia ya no eran las mismas. Y entonces había que irse al ataque en pos de romper la paridad. Esta llegó a los 46 minutos, mediante remate de Mac Allister desde la derecha para el 1 a 0 transitorio.

Después del gol Argentina ya se codeaba con el festejo. Enzo Fernández se proyectó por la derecha y llegó un nuevo error de la zaga polaca, y ahí estuvo preciso Julián Álvarez para convertir el 2 a 0 definitivo.

Tenía que ser Álvarez y no Messi quien con su gol hiciera delirar a la tribuna. Y entonces, el grito desenfrenado de la hinchada albiceleste y de los millones de fanáticos argentinos que no hizo esperar. Argentina había ganado, cerrando un ciclo del Grupo C que puede repetirse en los octavos de final. Apenas al minuto y medio de juego, el cuadro negro ya se codeaba con el festejo.

El menudo atacante de Messi, pieza clave en estos últimos partidos en que el cuadro de Scaloni se afianzó en el primer lugar del Grupo C, dedicó el triunfo a «todos los que creyeron en mí y en la selección».

«Ahora podemos irnos a descansar tranquilos, luego de dos semanas agitadas. Se logró el objetivo, que era pasar a octavos de final. Argentina es un justo ganador de grupo, se lo merece», refirió.

Un ritual albiceleste danzaba su jolgorio característico sobre el verde. Sobre una escenografía que dibujaba sonrisas anchas y relucientes, los argentinos tocaban el cielo. A paso redoblado ingresaron a la cancha sobre una nube de periodistas, seguidores y curiosos que se plegaban en el túnel. Era la medianoche. Las bombardas remecían los cimientos del 974, y una ovación le daba la bienvenida.

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