China diversifica exportaciones en plena guerra de aranceles con EE.UU.
Por Néstor Ikeda, Excorresponsal de Associated Press en Washington, DC
Con el mercado estadounidense bajo presión, América Latina y el sudeste asiático emergen como destinos estratégicos para los productos chinos
Si usted tiene una tarjeta de crédito y compra en volúmenes que le son necesarios para satisfacer sus necesidades, es posible que al llegar el periodo de pago no pueda cubrir toda la deuda. ¿Diría que los vendedores de lo que usted ha comprado son unos abusivos? Como deudor le tocaría más bien reconocer que simplemente requiere trabajar más para obtener los ingresos que le permitan cubrir la deuda de su alto consumo.
“Eso es lo que el presidente Donald Trump parece no entender del comercio exterior”, afirma el economista Jeffrey D. Sachs, profesor en la Universidad de Columbia, Nueva York. “Trump sostiene que el déficit con China y otros países productores es el resultado de un abuso con Estados Unidos, solo porque esos países le venden más de lo que le compran y Estados Unidos no tiene cómo evitar esa desventaja”.
Con ese criterio, más nacionalista y menos lógica económica, Trump le ha vuelto a declarar en su segundo gobierno la guerra comercial a China con nuevas rondas de aranceles y restricciones. Pero, Pekín no se ha quedado estático y ha reactivado sus esfuerzos exportadores hacia otros mercados, que ya venía accediendo desde hace un tiempo, especialmente en América Latina y el sudeste asiático. La estrategia no solo busca aliviar el impacto inmediato de las sanciones estadounidenses, sino también sentar las bases de una nueva arquitectura comercial menos dependiente de Washington.
Nuevos destinos, nuevas oportunidades
América Latina se ha convertido así en uno de los focos principales del viraje chino. Según el Ministerio de Comercio chino, el comercio bilateral con la región alcanzó los 489 mil millones de dólares en 2023, una cifra sin precedentes. Países como México, Brasil, Chile y Perú han visto crecer la presencia de empresas chinas en sectores como infraestructura, minería, energía, telecomunicaciones y manufactura liviana.
Paralelamente, China ha acelerado su expansión comercial en ASEAN, el bloque del sudeste asiático que incluye a Vietnam, Tailandia, Indonesia y Malasia. Las exportaciones chinas a esa región superaron los 500 mil millones de dólares el año pasado, convirtiendo a ASEAN en el socio comercial número uno de China, desplazando a EE.UU.
Estrategia de largo alcance
El enfoque chino va más allá de la concepción de comercio y las tarifas de Trump. A través de la Iniciativa de la Franja y Ruta, conocida también como la Nueva Ruta de la Seda, China ha financiado proyectos logísticos y de infraestructura que facilitan el acceso a estos mercados emergentes. En Perú acaba de concretar una inversión de 3,600 millones de dólares en la construcción del Puerto de Chancay para agilizar el comercio chino en el Pacífico. China ha comprometido inversiones por unos 8,000 millones de dólares en Panamá para mejorar los servicios del canal y construir un moderno sistema vial, que debe agilizar las transacciones de esa histórica vía que, curiosamente, Trump cree ahora que puede recuperar para Estados Unidos. Pekín se ha consolidado también como principal fuente de las exportaciones e inversiones en poderosas economías sudamericanas como Brasil y Argentina. Y al menos 23 de los 35 miembros del sistema interamericano han firmado acuerdos de cooperación dentro de esa plataforma para la construcción de puertos, ferrocarriles y corredores bioceánicos.
Para analistas internacionales, este giro tiene implicancias geopolíticas. “China está reescribiendo las reglas del juego económico global al consolidar nuevas alianzas con países del Sur Global”, comenta Gabriela Suárez, experta en relaciones internacionales de Goldman Sachs. “Está aprovechando el vacío de liderazgo que deja EE.UU. al replegarse del multilateralismo”.
El futuro de un nuevo mapa comercial
Si bien China no puede prescindir completamente del mercado estadounidense —donde aún coloca productos de alto valor como dispositivos móviles y maquinaria pesada—, el peso relativo de Estados Unidos en el comercio chino ha disminuido de más del 20% hace dos décadas a un 12% en 2024. Este porcentaje, en términos aritméticos, no significa mucho para Pekín.
Entonces, el déficit comercial estadounidense con China no es un abuso, sino el resultado de fuerzas estructurales y económicas más profundas, incluidas las decisiones de corporaciones y consumidores estadounidenses.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía, dice que “los déficits comerciales bilaterales no son significativos. Si se tiene un déficit con un país, se tiene un superávit con otro. Lo que importa es el balance general”.
Entonces, si Trump está buscando ese balance general a su manera, pareciera estar jugando a perdedor en off-side.