Con la luz de las estrellas

Una polilla posa en las manos del biólogo australiano Eric Warrant. Foto:

Por Teresa Gurza

Nada mejor que leer y escribir sobre animales para quitarse el estrés causado por el farsante Trump, que dice y se desdice y goza teniendo al mundo en vilo; ahora por sus bombardeos a Irán que curiosamente, no causaron tanto daño como se jactó.

Y al que siguió ese rarísimo cese de hostilidades entre Israel e Irán, que más parece maniobra para subir su ego y distraer de los crímenes de Netanyahu en Gaza, por cuya causa han muerto 56 mil palestinos.

Una polilla con sus alas extendidas. Foto Google

Empecemos pues, con el talento que muestran todas las especies para encontrar el camino de vuelta a casa sin importar los cambios del paisaje por la actividad humana y utilizando el magnetismo de la Tierra, el oleaje, el sol, las estrellas y la luna.

Una nota de Miguel Criado para El País sostiene que la polilla bogong, ‘Agrotis infusa’, usa las estrellas para no perderse en su viaje de más de mil kilómetros.

El cielo estrellado guía a las polillas. Foto Google.

Estas polillas nacen al iniciar la primavera en el sudeste de Australia y cuando empieza el verano, miles de millones vuelan durante varias noches guiándose por la luz de las estrellas, hasta llegar a unas cuevas de las Montañas Nevadas, ubicadas a más de mil kilómetros y a principios del otoño, regresan a donde nacieron para aparearse y morir.

Buscando demostrar lo extraordinario de esta doble migración “heredada”, los investigadores capturaron centenares de ellas -unas al iniciar viaje y otras al volver- y las engañaron.

Colocaron en un fieltro negro, imágenes del cielo nocturno con la posición verdadera de estrellas y constelaciones y las polillas volaron en perfecta concordancia con ellas; les pusieron después, un mapa con las estrellas en lugares alterados y las pobres revolotearon confusas un rato y luego dejaron de moverse.

“Parece que entienden los cambios del cielo en diferentes épocas del año” explicó Eric Warrant, profesor de biología sensorial de la Universidad de Lund y jefe de esta investigación.

Y advirtió que los científicos no saben aún, cómo ajustan su vuelo a la llamada rotación estelar, aunque en realidad sea la Tierra la que rota, que en el hemisferio sur en el sentido de las agujas del reloj y en el norte, al contrario.

El Charrán ártico. Foto Google.

Ansían por eso seguir estudiándolas, pero será difícil porque las poblaciones de bogong han disminuido y ya entraron en la Lista Roja de Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

También sobre las capacidades animales para encontrar sus rutas, trata el libro Los viajes más increíbles del explorador David Barrie, entrevistado por Agathe Cortes para un artículo publicado así mismo en El País.

Refiere Barrie que el charrán ártico vuela miles de kilómetros en 273 días y es capaz de volver a su casa.

Que los vencejos pueden pasar hasta 10 meses volando y comiendo lo que el viento lleva y los cascanueces americanos encuentran siempre, las más de 30 mil semillas que esconden en 6 mil sitios distintos.

Explica que también los sonidos de la naturaleza ayudan a los animales a orientarse y algunos escuchan muy por debajo del umbral que nosotros podemos oír.

Son los insectos los animales que más lo atraen y en particular, la diminuta hormiga del desierto; que para encontrar su hormiguero bajo tierra “cuenta sus pasos”.

Esta característica tan increíble, fue demostrada en 1904 por el biólogo de la Universidad de Friburgo (Alemania) Matthias Wilttinger, quien cortó a algunas la mitad de sus patitas y para alargar los pasos de otras, les pegó zancos hechos con pelo de cerdo; las primeras no llegaron, las segundas pasaron de largo.

Los biólogos de la Universidad de Lund en Suecia, Eric Warrant y Marie Dacke, descubrieron que los escarabajos peloteros van en línea recta junto a su pelota de estiércol, guiados por la órbita solar y la luz de las estrellas.

El salmón nada río arriba para desovar. Foto Google.

El olfato, es otra forma de orientarse y todas las especies memorizan los olores más esenciales.

Hacerlo, es vital para los salmones; porque cada río tiene su conjunto de fragancias, que se graban antes de emigrar al océano y son su señal para identificar ya adultos, el río donde nacieron y poder volver ahí para reproducirse.

Otros peces navegan con el oleaje, las ballenas usan, además, los campos eléctricos y las tortugas ponen sus huevos en las mismas playas que sus madres.

Concluye Barrie con un llamado a educar a las nuevas generaciones porque tienen escaso contacto con la naturaleza; no salen al campo ni exploran el mundo y “necesitamos ayudarles para evitar que la Tierra termine en pedazos”.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos Relacionados