Contar para comer (II de II)

Por Teresa Gurza.

No se trata de contar los pesos para ver qué se compra para que la familia coma, sino de contar calorías con obsesión para controlar el peso corporal.

Clínicamente se llama Permarexia; y también define la acción de estar permanentemente a dieta.

Comer es uno de los más importantes actos vitales y de no hacerlo correctamente, derivan trastornos de la alimentación gravísimos como la Anorexia Nerviosa y la Bulimia Nerviosa, de los que escribí la semana pasada y que están ganando terreno en el mundo.

Y cuanto más se estudian las enfermedades relacionadas con la alimentación, van apareciendo trastornos menos graves pero crónicos, progresivos y originados en distorsiones de la autoimagen corporal y la adquisición de valores a través de ella.

La siquiatra Patricia Cordella, especialista chilena en el tema y entrevistada el pasado julio por Camila Ossandón para la revista Paula del diario La Tercera, precisa que la imagen que nos llega del espejo no es lo que parece; porque el reflejo puede estar dañado y que esa es la base para establecer desde 1873, los Trastornos de Conducta de la Alimentación (TCA).

Por ser relativamente nuevos, no están incluidos en ese listado trastornos que son “punta del iceberg para los más graves y se camuflan como conductas para una vida sana, cuando en realidad son todo lo contrario”.

El Instituto Médico Europeo De La Obesidad – IMEO, con sede en Madrid, advierte que son enfermedades cada vez más frecuentes.

Y además de mucho riesgo, porque el Centro Nacional de Adicción y Abuso de Sustancias de la Universidad de Columbia alerta que la mitad de las personas con trastornos alimentarios abusan del alcohol o las drogas, en una tasa cinco veces mayor que la población general.

Están entre estas enfermedades, la Pregorexia, palabra que deriva del inglés pregnancy embarazo y el griego orexis, apetito; exclusiva de embarazadas con pánico a engordar y que pone en riesgo la salud del bebé y la madre.

Potomanía, del griego potos bebida y latín mania locura; obsesión por beber agua para llenar el estómago y no sentir hambre, ahora tan de moda por quienes andan todo el día cargando su botellita; y peligrosa, porque baja el nivel de sodio en la sangre (hiponatremia) hasta niveles que pueden desencadenar el coma.

Pica del latín urraca; afecta principalmente a niños con ansia irrefrenable de comer barro, tiza, pegamento, pintura y otros productos no comestibles.

Ortorexia, del griego ortos correcto y oreris apetito; obsesión por la dieta cien por ciento sana y preámbulo para terminar en anoréxicos o bulímicos.

Manorexia, del inglés man hombre y griego oreris apetito; que sufren hombres con tal pánico a engordar, que hacen dieta y deportes de forma exagerada.

Drunkorexia, del inglés drunk borracho y griego oreris apetito; reemplazo de comida por alcohol, extendido entre jóvenes que dejan de comer los fines de semana para beber alcohol y compensar el exceso de calorías de esas bebidas; y en mujeres que trabajan y no comen durante el día, para llegar a casa y tomar, sin culpa, vino y botanas.

Vigorexia, obsesión por tener un cuerpo musculoso; quienes la padecen, se ejercitan para aumentar la musculatura y consumen suplementos proteicos y anabolizantes, para tener «torso de lavadero»; al que suelen poner implantes semejantes a los del busto femenino.

Sobrepeso y Obesidad, estos trastornos alimenticios que se han convertido en un grave problema de salud mundial se originan en el desequilibrio entre las calorías consumidas y las gastadas y son causa de múltiples enfermedades.

Y me confirma lo que dicen los especialistas sobre la distorsión de la imagen; fui delgada toda mi vida, hasta que dejé de fumar; y esa imagen mía flaca, es la que conserva mi cerebro y solo cuando me veo en fotos caigo, con bastante horror, en que estoy gorda.

Su incremento se debe al auge de alimentos de alto contenido calórico, descenso en la actividad física y creciente urbanización.

Los últimos datos publicados por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) muestran que el 74 por ciento de los adultos chilenos sufren obesidad o sobrepeso; por encima de México (72,5%) y Estados Unidos (71%).

Y Chile tiene el tercer lugar en obesidad entre niños de 5 a 19 años; rango en el que México ocupa el cuarto lugar mundial.

Todos sabemos lo difícil que es bajar de peso, sobre todo pasada la juventud; así que ayudemos a que los niños no suban, impulsando hagan ejercicio y consuman más frutas y verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos.

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