Creo 2

Foto cortesía.

Hoy me apareció una nota en Facebook que publiqué el año pasado. Tiene que ver con las creencias, individuales y colectivas. Y bueno, como en Túnez estamos en Ramadán, creo pertinente estirar el músculo para reflexionar algunas cosas, pero a un costado de la religión, porque aunque yo no soy religioso, sí tengo Fe, y sed… y a fecha de hoy, el mundo sigue cambiando, con lo cual dan ganas de advertirles: “Si ven venir al futuro, dígale por favor que no venga”. Y como Islam significa sumisión a Dios, quizás sea bueno salir de noche a descubrir el quiebre del ayuno.

Por El Lector Americano

Túnez, 26 de marzo 2023.- Creo en el poder de la imaginación para reinventar al mundo, para liberar la verdad que vive dentro nuestro, para contener la noche, para trascender a la muerte, para enamorar a las carreteras cuando estoy en fuga…

Creo en arrimar a los pájaros para que me cubran, y ganarme la confianza de los locos lindos que he conocido y me dieron la mayor felicidad, gracias gracias…

Creo en mis propias obsesiones, y mis delirios ancestrales, en la belleza de encontrarse con el otro al filo de la noche, en la paz del bosque sumergido en el silencio botánico, en la excitación y los gritos apagados de un balneario desierto.

Creo en la elegancia de los cementerios de héroes desconocidos, en el misterio de los estacionamientos de los shopping donde siempre me pierdo, así como en la poesía escrita en los inodoros de los hoteles de pasajeros en tránsito.

Creo en las caminatas olvidadas de allá en Horcones y Ventana junto y a la par con mi viejo, que apuntan al Mar Pacífico de nuestras imaginaciones de padre adulto, y jóvenes locos con niños inocentes.

Creo en la misteriosa belleza de Meryl Streep, y en las formas cerradas de sus fosas nasales y en el brillo de su labio inferior; en la melancolía de las películas que hizo, en las sonrisas hechizadas que me guiñó su actuación; en mi sueño sobre la Streep, siendo yo quien acariciaba en La Amante del Teniente Francés, en un motel olvidado, siendo observados por miles de espectadores cinematográficos.

Creo en la belleza de todas las mujeres, y en la perfidia de sus fantasías, tan cercana a mi razón y corazón; en la unión de sus cuerpos desencantados por las componendas de matrimonios mal habidos, y después yendo al supermercado; y darse cuenta de sus cálidas tolerancias a mis miradas furtivas y un deseo oculto.

Creo en la muerte del mañana, en un tiempo cansado y fatuo de tanta tontería que hay que aguantar, ufff!! (…)

Creo en nuestra búsqueda de un nuevo tiempo y en las sonrisas de las aeromozas, y los ojos cansados de los de seguridad en aeropuertos fuera de temporada.

Creo en los orgasmos de los grandes hombres y mujeres, y en las posturas amatorias de Putin, Zelenski, Trump, Biden, Hillary Clinton y Messi, en los dulces momentos que emanan de sus cuerpos mientras bombardean Damasco, La Franja de Gaza, o Kiev, e igual se ponen frente a las cámaras de TV haciendo de ellos mismos.

Creo en la locura, y la gran mentira, porque tienen algo de verdad de que lo inexplicable tiene razón.

Creo en el sentido común de las piedras en una marcha juvenil, o en Gaza o Santiago de Chile, cuando la enfermedad escondida allá en Wuhan para el resto de la humanidad, nos hizo recordar lo vulnerables que somos.

Creo en Pablo Neruda, Salvador Allende, Salvador Dalí, Jorge Luis Borges, Osvaldo Soriano, Roberto Bolaño, Roberto Goyeneche, Charly García, Fito Páez, Alfredo Zitarrosa, Hugo Moraga, Illapu, Inti-Illimani todos juntos, Patricio Manns, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Joaquín Sabina, Francois Truffau, Win Wenders, Violeta Parra, Nicanor Parra, Tom Waits, Elton John, Los Beatles, Gary Burton, y todos los artistas invisibles que están en las listas negras de los que saben un pito de arte.

Creo en la imposibilidad de la existencia de otra vida igual a la mía, en el humor de los terremotos, en el absurdo de las matemáticas porque no sé, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la química, en las malas intenciones de la lógica.

Creo en las mujeres adolescentes, y en su corrupción por la propia postura de sus cuerpos, en la pureza de sus cabellos desordenados, en los rastros de su presencia dejados en los pasillos de los aeropuertos gastados.

Creo en el vuelo, en la belleza de las alas, y en la belleza de todos lo que alguna vez hayan volado aunque sea con un porro.

Creo en la piedra arrojada por un niño pequeño, que lleva consigo la sabiduría del futuro ciudadano, enfrentando al desalojo por parte del estado y las enfermeras que le cuidarán.

Creo en las dimensiones sin límites de la pantalla de cine, en el universo oculto dentro de los sex shop, en la soledad del Sol en el Ártico, en la cháchara de las viejas sabias de la tribu, en lo repetitivo de nosotros mismos cuando contamos sobre nosotros otra vez, y el desgano de un amor pasado.

Creo en la luz de los estudios de radio que se proyectan en los vidrios de las mesas de noticias, en los conocimientos mesiánicos de los opinadores compulsivos de cualquier gobierno de turno.

Creo en la elegancia de las locutoras con voces sensuales en los programas de noche en las FM.

Creo en mi virginidad de mi pasado después que me casé, en la muerte del futuro sin ella, en las infinitas posibilidades del presente que todos los días constituimos, tú, yo, y ellos.

Creo en la regeneración de los sentidos gracias a Rimbaud, Burroughs, Celine, Miller, Bukowski, Defoe, Dumas, y Kafka.

Creo en los diseñadores de las pirámides, y los esclavos obreros que dibujaron penes y hombres pedorreándose justo al lado de la rumba de la tumba del Faraón.

Creo en todo lo vulgar de la historia como legítima forma de entenderla.

Creo en el Obelisco de Baires, La Vega en Santiago, la Torre Eiffel, las pasarelas de Green Line en Chelsea, New York.

Creo en los olores corporales de los gimnasios mexicanos.

Creo en los próximos cinco minutos de trote que nunca hice, en la historia de mis abdominales, en la natación liberadora, en el aburrimiento de las tardes, el miedo a los calendarios, la traición de los relojes.

Foto cortesía.

Creo en la ansiedad, y la fortaleza y desesperación de que te des cuenta que no te quieren de verdad.

Creo en las reservas del otro, en el enamoramiento de una chica de nunca más en Costco, en las bellezas de la nada, en los ministros del Perú caídos en desgracia, en las estaciones de servicio vacías en Kiev, y las nubes de pájaros yéndose de mi cabeza.

Creo en las inauditas emociones que te genera cuando te invitan a comer por compromiso, y haces uso del triunfo de la imaginación cuando estás allí.

Creo en mi paso por Tokio, Casablanca, Rabat, Ho Chi Minh, La Paz, Lima, Buenos Aires, Santiago, Valparaíso, Panamá City, Maputo, San Juan, Washington DC, La Cdmx, Túnez Ciudad, El Cuzco y Machu Pichu de todos mis deseos…

Creo en el alcoholismo, la drogadicción, el tráfico, los narcos, la policía y los jueces corruptos, la doble moral de mirar para otro lado.

Creo en las enfermedades venéreas, la fiebre y la fatiga de esperar un cambio de humor.

Creo en el dolor del otro porque yo también lo sentí. Y en las víctimas de los malos entendidos de la vida que no han tenido segundas oportunidades.

Creo en los mapas que me pierdo, los códigos secretos, los juegos de ajedrez de Gambito de Dama, los acertijos de mi madre, la tabla de horarios de las aerolíneas y terminales de micros de cercanía, y los indicadores corporales de los terremotos.

Creo en todas las excusas por llegar tarde.

Creo en todas las razones menos una.

Creo en todas las alucinaciones después de un fierrazo.

Creo en todas las furias solemnes y la ley del talión.

Creo en todas las mitologías, recuerdos vagos, mentiras piadosas, fantasías inmorales, evasiones varias, que mi padre, y yo también, repito.

Creo en el misterio y la melancolía de una mano, en la amabilidad de un vagabundo desconocido cuando yo lloraba en una plaza en Puerto Rico, y en la sabiduría de la vida que respira a mi lado cuando no hay nadie. 

CREO. CREO. Soy el campeón de creer por eso TE CREO.

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