El Amor en tiempos Líquidos

Fotos: Yanko Farias.

Por El Lector Americano

Virginia, 14 de febrero de 2024.– Hoy los moteles solo tienen turnos de 45 minutos, y solo por eso es necesario reivindicar a Cupido. En eso creía San Valentín, según los teóricos del retoce. Pero hoy, ni siquiera los que creen en esto tienen una cuenta abierta con el florista. Pero los años pasan, y las prioridades se van diversificando, y de pronto San Valentín —asociado a la práctica del amor cortés— se presenta hoy como un canto a la fraternidad. Pasó de ser un día divino (como los amores de mi prima Pepa, que sigue siendo mi prima, y hoy es juez de familia y se venga todos los miércoles de los amores imposibles), a mi el amor y la amistad es lo mismo. Y aunque San Valentín murió en el 269, un 14 de febrero, hoy es protagonista de todos los bombones y flores que se regalan en el mundo. Por eso es dable destacar que un día la Iglesia lo tachó del santoral por considerarlo demasiado “legendario”, de no pertenecer al club del Cristo sufriente. Pero pasaron setecientos años, más o menos, para que el Papa Francisco (el Papa más peligroso de la Iglesia porque dice la verdad), decidió celebrar su memoria en 2014, por eso hay flores en la Basílica de Santa María de Cosmedin. Un lugar donde también se encuentra la Boca de la Verdad, que en la película Vacaciones en Roma”, con Audrey Hepburn y Gregory Peck, allí se merecieron. Porque los protagonistas no empezaron su amistad siendo sinceros el uno con el otro. De ahí la escena de Gregory Peck, quien finge que la Boca de la Verdad se había comido su mano, por mentir sobre temas de amor.

Pero la vida de San Valentín, como sabemos, no fue fácil, ni tampoco a Audrey Hepburn cerca. La historia de los Santos de la Iglesia es siempre la historia del martirio, y poco se sabe de cuál fue el sacrificio para la muerte de Valentín. Seguro le llenaron el corazón de flechas y después se lo rompieron a martillazos, porque el malo siempre se ensaña con el caído. El tango, “Nieblas del Riachuelo”, es sintomática al respecto: su letra dice, “primero hay que saber sufrir, para después amar”, esta claro que estos versos tangueros exceden la vida de San Valentín.

Lo que sí se sabe —según estudios de los especialistas— es que Cupido y su flecha puede contagiar amor, y los martillazos de cada historia de amor también cura de la peor manera esa pulsión de amor. Pues la enfermedad del amor se “pasa”. Solo dura tres años de tira y afloja. Claro, el enamorado primerizo lo niega y vive convencido de que lo van a querer siempre sin importarle lo que le dicen los especialistas, las suegras, parientes retorcidos y chismosos de cualquier bando. Por eso hay tanto amor a plazo: de aquellos conscientes de cómo viene la mano, y ahí mismo deciden entender el amor como una hipoteca inmobiliaria. Bucean en los bancos, y se resignan pagando intereses unos 8 años, después ajustan los pagos a la cuenta principal. La idea es que en veinte años de, hipoteca/pareja, “the love” equivalga a cero puntos negativos del crédito y desamor. Aunque también están los que se hipotecan muchas veces. Es decir, no ganan nada por saltar de una propiedad a otra, que por dárselas de Playboy profesional, se transforman en Don Juan endeudado. Y al final, el recuerdo de una deuda impagable es eterno. De ahí que se siga tirando el carro, y se permanezca en un rincón del ring, aguantando la emoción violenta del cónyuge. Quizás por eso hoy todavía cientos, miles de seres humanos celebren el día del casorio, de bodas de plata, de oro, de diamantes, y San Valentín pirín pin pin, o de algo que ya fue, pero aún así es…

Pero como estas líneas quieren ser celebratorias y serias, y citó a otro que sabe: el sicólogo Luis Rondón, que explica que, “el amor no es otra cosa que la gestión del espacio y uso de la materia del otro. Pues la vida se desarrolla progresivamente a partir de la interacción de moléculas que se reconocen por afinidad”.

¡Milagro! Casi una teoría astrofísica del amor, y optimista también. Quizás Rondón nos quiere decir que tiempo después, el amor pasa a ser una fiesta de hormonas, dopaminas y glándulas de las buenas, y no hay espacio en el cuerpo donde se refriten emociones negativas y críticas hacia el otro. Un amor después de tres primaveras, parece que se hacen humo, no como esos tatuajes en la ingle que no son fácil de borrar, ni como andar pidiendo perdón todo el tiempo. También puedes tener un agujero negro emocional (o en la cuenta bancaria) y, con el corazón roto, tienes serias posibilidades de sufrir un ataque cardíaco.

¿Tan mal todo? ¿Qué hacemos entonces? Nuestro consejero Rondón, dice que por un tiempo hay que seguir arrastrándose de la cama al living, y darle a la música triste. Apagar las luces y desenchufar la heladera, y estar más triste. Así, haces catarsis. Para después curarse con canciones clásicas: como, “Por Dios, como te amo” y “La distancia es como el viento” de Domenico Modugno; o la exultante How Deep is Your Love”, de los Bee Gees” (nota: cerca del final de Fiebre del Sábado por la Noche, es la canción de despedida de un Tony Manero/Travolta, víctima de un desengaño amoroso con Stephanie Mangano, la chica inalcanzable). Y ya que estás en baja, continúas tarareando,True Colors”, de Cyndi Lauper y Hard Woman” y “Angie” de Mick Jagger, para acabar silbando bajito, Operator, de Jim Croce (y joder como trastornado a la otra llamándola por teléfono), pero queriendo creer que todo ese Love, que cantaron Los Panchos —insuperables— nunca pasarán de moda cuando insistas que el amor es todo lo que necesitas, porque no lo puedes comprar, creo.

Rondón tiene razón. Pero yo también recetaría algunos personajes y tramas, de la novela más amorosa del mundo, “Orgullo y prejuicio”, con un señor Darcy y señorita Bennet, con complicadas posibilidades de tirar la carne a la parrilla. Aunque —me pregunto y respondo— que quizás nunca estás seguro de quiénes te apreciaron y amaron mejor: ¿los orgullosos y prejuiciosos, encumbrados de todo corazón, o mi prima Pepa y sus quince novios? Quizás la respuesta debiera darla Romeo y Julieta —el punto más alto del “amor hasta el final”—, que nace de la entramada de un amor con más barreras que inmigrante tunecino queriendo entrar a Roma o París. Porque estos jóvenes enamorados experimentaron todo y más, con barreras y odios, y el amor floreció. Y sí, no vivieron lo suficiente para sufrir las “intermitencias del corazón” (según Goethe, “las perturbaciones de la memoria amante”), lo cierto es que los amantes de Verona tenían serios problemas para coordinar acciones: no era fácil estar juntos para esos chicos… bueno, nunca lo fue. Y por eso pienso en todos lo ávidos de amor cuando fueron a ver películas como, La doble vida de Verónica”, o Bleu”, de Krzysztof Kieślowski (lo más parecido a una novela de Graham Greene en imágenes), porque allí se dan sendas clases de amor. Y pienso también en las muy bien pensadas tarjetas de San Valentín, ahora borradas del imaginario popular porque ya nadie  escribe en papel. Como tampoco nadie lee las sublimes declaraciones de amor en “Confieso que he vivido”, de Neruda, o en “El gran Gatsby” de Scott Fitzgerald, o en “La tregua”, de Benedetti, o en —una de mis favoritas— “El amor en los tiempos del cólera”, de García Márquez. Allí, el atribulado Florentino Ariza, desorientado por los ríos del Caribe, con Fermina Daza como brújula, no para de hablarle para —razona el personaje— evitar que se produzca un silencio definitivo, el cual podría romperlo a través de la confesión de una gran verdad. Porque si calla —piensa Ariza— sólo podrá volver a hablar para decirle que la adora…

Pero todo cambia. Ahora esos eternos de películas y libros, han sido reemplazados por amores fatuos, estudiantiles narcotizados o millonarios onda “el bondage”, es decir, buenos para el correazo en las nalgas, escuchando cantantes enfermos de Auto-Tune, que retozan a reguetón limpio, ¿o sucio?, siempre listos pa’l magreo.

Pero, ¡sépanlo de una vez por todas… sépanlo refutadores del amor! … Hay que saber esperar la próxima estación, ¿Puno? … ¿Perú 1998? Bueno, también… porque el futuro se construye a pulmón, para que esa acción de amor que llevaste a cabo, nunca sea vencida. Y tener claro que hay amores que nacen con talones de Aquiles al portador, y que años después te enteraste que estuviste flotando entre las ruinas del amor.

Bien. Ya es tarde. De pronto, y casi sin darme cuenta, vivo y revivo otro breve Día de los Enamorados, y también he ido reconociendo que otros viven este día como el Día del Desamor.

Y digámoslo, siempre estarán los que tuvieron, tienen, y tendrán suerte en temas del corazón. Es fácil de reconocerlos, son los que caminan como levitando cuando andan por allí. Son los que dejan de pensar mucho y planifican acciones, porque para amar, y ser amado, solo hay que estar disponible… No andar con amigos molestos que no creen en el amor. Leer poesía, y escuchar canciones de amor, y saber que dos menos uno es nada. Porque ya sabemos, «el único amor verdadero son los amores imposibles y los que creen en Cupido»

Felicidades para todos.

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