Por Carlos Alberto Parodíz Márquez
El mozo estudió la lista como quien analiza “Palermo rosa”.
– Creo-, dijo- que lo que deben tomar es un Medoc. Se trata de algo suave y fresco -.
Aceptamos luego de confesarle, malévolamente, que le dejábamos la elección y el trabajo de somellier.
Más tarde, para el almuerzo, sugirió otro vino, un Anjou, que resultó celestial.
Cada vez que sucedía, yo le daba una propina estupenda, mentalmente, claro.
De tanto en tanto nos traía otro Burdeos, aterciopelado y con sabor a fruta, vendimia de un castillo remoto, umbrío y centroeuropeo. Los platos que sugería, tenían la armonía de un acorde de Bach.
Yon siempre disponía de curiosas distinciones y estos no son tiempos de desaire. Menos averigua Dios y perdona, pensé, mientras nos levantábamos de la mesa de la estación Borges, ¿en que otro lado podríamos estar? Del “Tten de la Costa”, para irnos a Constitución.
– Tenemos conferencia de prensa en el puente de Temperley -, fue lacónico el parte de Yon, antes de sumergirse en el silencio, que siempre le queda bien.
Llegamos a los pagos celestes. Yon me “cabeceó” al primero.
-Ese es “el Lalo”, que viene de Longchamps y gira a la izquierda, para el andén diez, por el puente. Gira a la izquierda de caprichoso nomás, dice que a la derecha nada -, aunque forma parte de la cola resignada y estafada de kelpers bonaerenses. Anda con la Nikkon a cuestas, perjurando que él, ahí, no hace ninguna toma porque “Pepe y los cuatro guachos” son de la pesada y andan “cargados”-, musita el vasco. Yon le hace “ojitos” para ver si lo convence.
-¡Nooo!, estos andan bien con los muchachos de “la guarida” de Sana María de Oro, que los amparan.
Yon piensa, que nadie se enoje, porque los angelitos no tienen espalda, ni siquiera “los culones” de Memphis la Blusera, mirando los lomos de los gorilas de “Pepe”.
Oculta “Lalo” que supo perder lo suyo una vez, en “la escondida” y se quedó con la sangre en el ojo.
– “Pepe y los cuatro guachos”, así se llamaban ellos, “Pirucho”, “Tito”, “el Negro” y “Catinga”, que lo secundan , operan en el puente de Temperley, tirando para el lado del andén diez.
En realidad trabajan con los que trabajan y transitan. Lo hacen en la fronera del “aéreo”, para el lado este de la estación. Los desprevenidos y no tanto, sufridos pasajeros del trasbordo de Vía Varela –nombre que supo tener una potente banda de rock pesado-, a veces paran en el casino portátil de la banda. Como la esperanza es lo último que se pierde, algunos deciden tirarse el lance.
Mejor que no les vaya bien, “Pirucho”, “Tito”, “el Negro” y “Catinga”, “los convencen” de que es mejor volver “para seguir ganando” que irse-, “datea” “Lalo”.
-Si no lo hacen, cosa dudosa, “cobran” pero en otro tipo de ventanilla-, desliza.
Los muchachos del puente y su casino, son emprendedores, cada tanto expanden actividades y se hacen “una caída” por la arcada, pre puente, de la estación de Lomas, para mas exactitud andén cuatro, tanto como para tentar al diablo y a otro tipo de “clientes”, como Rosita, que se enojó y terminó con un balazo en la pierna.
-Ese día casi “pierden” Pepe y los cuatro guachos”, claro que fue accidental, cambiaron el jefe de calle de la “yuta” y ellos no se enteraron a tiempo para notificar “sus derechos adquiridos y a buen precio”, completa “Lalo”.
-El escolazo es sencillo-, anticipa Vicky, la segunda en conferencia.
-Tres vasos y una pelotita con destino incierto, cambian de mano y postulante -, cierra.
“Pepe” es un maestro si hasta a veces, fía.
Hay gente para todo.
País generoso diría Claudio, el inventor de la frase y descendiente directo de pensadores toltecas.
Vicky cuenta la suya, caminaba apurada, con Martín David apunado dentro de la bolsa cangural, porque año y cuatro meses de vidaza son un exceso, por lo menos de peso.
Ella va y viene, cada tanto, de Calzada y rinde peaje al andén diez. Una vez creyó que podía sacar ventaja femenina y materna, apostando leve, total salvar el día era una tentación y tuvo “la mala suerte” de ganar”.
-Que lindo nene-, le dijo “Catinga” al oído, mientras retorcía, entusiasmado, un “cachete” de Martín David.
Vicky descubrió, de súbito, que el cuarteto no es una música para pasarla bien, sobre todo mirando “las caripelas” de los “cuatro guachos”. “Pepe” inocente y candoroso, estimulaba las apuestas del resto.
Vicky dejó con cuidado su ganancia y se retiró discreta, aunque eso no le gusta nada, porque siempre va de frente.
La dejamos turbada y con bronca, mientras una radio aullaba “partes” de la guerra invisible.
Yon se acodó en la verja del puente, como en la barra del Pub. Encendimos dos “negros” fragantes. Como siempre y con los ojos entrecerrados, mientras medía a “los guachos”, murmuró para consigo.
– El hombre no está en el centro de la vida. Está mezclado con todas las cosas. Es una partícula del infinito.
-El hombre no sabe si ayer era el instrumento conque obligará a la materia a tomar la forma que él puede tener mañana-.
-Todo es apariencia y bajo la diversidad de la apariencia el espíritu del mundo es unidad-.
-Aunque humillado y castigado, el hombre nunca es aplastado, anulado, borrado o desgarrado –
– No se lo hace retroceder ante lo sublime. Se lo incorpora La clave es sencilla-, congeló.
Me quedé alelado, pensando que tenía “los soldados fuera de fila”.
El me dio la espalda -no tenía otra cosa para darme-, con desdén y nos fuimos detrás de una acompasada minifalda.
PD.. Sucesos ocurridos el 14 de octubre del 2001
Carlos Alberto Parodíz Márquez escribe desde Alejandro Korn, Buenos Aires, Argentina.
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