Por Yenny Delgado
Jane Doe es el nombre ficticio que se le ha dado a la joven de 17 años que cruzó la frontera hacia Estados Unidos en septiembre. Fue detenida por la Patrulla Fronteriza y llevada al centro de niñas en el estado de Texas. Desde su detención, Jane encontró que su retraso menstrual se debía a un embarazo no deseado, producido durante las semanas que le tomó viajar desde su país hasta Estados Unidos. Sin más tiempo que perder, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), se presentó para llevar su caso y obtener el permiso legal para que Jane realice un aborto con la atención médica necesaria.
Desde ese momento y en las siguientes semanas, Jane Doe dio un nuevo paso importante en su vida. Su caso expone y alzar la voz sobre un tema de decisión personal que es visto por la política estadounidense y en especial por la administración del presidente Donald Trump como una nueva forma de control sobre el cuerpo de la mujer. La lucha legal duró semanas y desde Washington se debatía y justificaba las diferentes posiciones. Los grupos Pro-Vida, religiosos y conservadores alzaron su voz ante la vida que crecía en el vientre de Jane, algo que paradójicamente llama la atención, ya que se pone aparte la vida y la decisión de la propia mujer sobre la vida de otro ser humano.
El caso Jane expone los intereses de los grupos políticos por alimentar a sus seguidores que buscan defender valores, normas y pasiones religiosas que caen muchas veces, en la idea irracional de negar los derechos a otra persona. Algo que llama la atención es que estos grandes debates se encienden dentro de un contexto donde lo inmigrante, el conservadurismo y el control del cuerpo sobre las mujeres han sido el discurso político de la nueva administración Trump.
Así lo exponen los abogados de Jane que llevaron el caso a Washington “están jugando a la política con la vida de las mujeres”, “cada día que pasa ponen el riesgo la vida de una mujer”, palabras que se pronunciaban mientras se esperaba la decisión final que tardó semanas en debate.
Jane enfrentó una difícil situación, ya que choca duramente con las políticas pro-vida de Trump y su decisión por cortar el presupuesto para realizar abortos en los centros y penitenciarias, algo que se tenía ganado en los años pasados.
Es un tema bastante controversial que es necesario que se exponga. En casos reales, las mujeres se estarían enfrentando a decidir sobre la vida o la muerte. Para otras significaría asumir una maternidad no deseada. Para un niño o una niña equivaldría a una existencia sin reconocimiento y sin sus padres. Para la mujer que decide por el aborto, representaría el alivio, la culpabilidad y los sentimientos encontrados frente a su decisión de interrumpir su embarazo. Todas las opciones evidentemente son una difícil situación que la mujer debe de enfrentar con responsabilidad y en su pleno ejercicio de su derecho a decidir sobre su cuerpo.
Jane, que tuvo el valor de hacer todo el recorrido desde Centroamérica para venir hasta Estados Unidos, tiene las cosas claras y decididas. «Soy una chica de 17 años que vino a este país para hacer una vida mejor para mí. Mi viaje no fue fácil, pero vine aquí con la esperanza en mi corazón de construir una vida de la que pueda estar orgullosa”, dijo la joven.
Finalmente, la corte dio el permiso para que Jane pueda llevar su decisión a una sala de hospital y realizarse el aborto. “Tomé mi decisión y eso es entre yo y Dios. Nadie debería avergonzarse por tomar la decisión correcta por sí mismos. No le diría a ninguna otra chica en mi situación qué deberían hacer. Esa decisión es de ella y solo de ella. Esta es mi vida, mi decisión. Quiero un futuro mejor. Quiero justicia», fueron las palabras de Jane Doe.