El hombre de ciudad Bolívar

Para el hombre de ciudad Bolívar y para Hugo Chávez Frías
 
Por Urda Alice Klueger
 
Traducción de Luiz Ramirez
 
Más o menos a las diez de la noche, yo llegaba a Ciudad Bolívar, en el interior de Venezuela, cansada, con hambre y curiosa por saber que pensaba la gente de una ciudad de 100.000 habitantes, después una semana de oír a la gente de Caracas, una ciudad grande.
Me senté a la mesa de plástico de un vendedor de sándwiches y pedí algo para comer. Los venezolanos son muy simpáticos y pronto yo estaba en animada conversación con aquel vendedor de sándwiches.
– Primero, yo nunca había votado – me explico él. Hay que recordar que en Venezuela el voto no es obligatorio. Mi nuevo amigo me señalo una plaza próxima:
– Ahora no me pierdo una elección. Ahora todos votan. ¿Ve aquella plaza de allí? Hay tanta gente que vota que aquella plaza queda tapada por una fila que va de aquí hasta allá, he! – continuo, mostrando el tamaño considerable de una fila que colmaba la plaza y que reveía en su imaginación y presenciaba en cada elección y referendo.
Era realmente impresionante el tamaño de la fila que él me contaba, como era impresionante su mirada en su rostro y su orgullo de saber y sentirse ciudadano, después de la miseria de una vida casi como de esclavitud, ya que en los más de sesenta años anteriores solo eran ciudadanos y casi solo votaban los ricos dueños de petróleo o por lo menos, eran ellos quienes daban todas las cartas y se apropiaban de todo el dinero generado por el subsuelo venezolano y lo giraban a sus cuentas en Miami, mientras tenían a su pueblo abandonado a su propia suerte. Como yo misma viera en la Caracas rodeada de cerros, donde hasta hace poco campeaba la más absoluta miseria y abandono.
– ¿Y el Comandante?- hice una pregunta que podía ser todo o nada.
El rostro del hombre se abrió en una amplia sonrisa de placer, como también se abrían los rostros de la gente de Caracas.
– Ah, ¡nosotros amamos al Comandante! No había ninguna esperanza en nuestras vidas antes del Comandante. Ahora pasamos a ser gente libre, ahora podemos decidir nuestro futuro – mi amigo pasó a contarme las diferencias qué el Comandante produjo en su vida, de cómo volvió a estudiar, de como ahora él y su familia tenían acceso a la salud, a un medico en cualquier momento, de cómo los remedios eran gratuitos, de como la comida era subsidiada por el dinero del petróleo que ahora no pasaba mas todo para Miami, de cómo hasta pudieron abrir su pequeño negocio de sándwiches.
– Antes la gente no podía hacer nada, además de ser pobres y sufrir- si no fuese por el comandante ¿qué sería de nosotros?
Esto fue en enero de 2006 y como hoy ya es 6 de marzo, han pasado siete años. Yo se que aquel hombre de ciudad Bolívar debe estar llorando en este momento y quisiera estar allí para abrazarme con él, porque yo también estoy llorando. Chávez se fue ayer, pero nunca más dejara de estar con nosotros-
Luminosa estrella en mi cielo, yo te digo:
– Hasta la victoria siempre, Comandante.
Y de nuevo lloro, porque el mundo ya no es igual desde ayer, cuando te fuiste tan prematuramente. Lo único que consuela, es toda la semilla que plantaste. Tantas, que la gente ni puede calcular como han de germinar por todos lados.
Mientras tanto, solo queda llorar, porque el corazón duele.
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL

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