El mar y el paraíso

Por Gustavo E. Etkin

Enrique era un porteño que, como casi todos los porteños que vivían frente al Río de la Plata, adoraba el mar. Cuando era chico, todos los veranos iba a Mar del Plata en auto con sus padres, donde tenían un departamento frente al mar.

Pero ahí, al entrar en el mar, el frío era fuerte. Se esforzaba para aguantar hasta acostumbrarse y entonces conseguía nadar y hacer la plancha flotando feliz.

Lo que parecía un paraíso azul al principio era un infierno frío.

Una vez viajó a Salvador, en Bahía, Brasil, ciudad que está frente al mar.

Le habían dicho que ahí el mar era casi tibio. Ni comparación con el agua helada de Mar del Plata.

Y fue y vio un hermoso mar azul, a veces verde, casi sin olas, como una inmensa pileta. Pero en algunas de esas hermosas playas rodeadas de palmeras casi nadie entraba en el agua.

Averiguó que era porque en esas paradisíacas playas se descargaban desagües con el agua de la ciudad, mezclada con orina y caca. Entrar en esa hermosa agua era entrar en un mar de pis y mierda.

Para entrar en el mar había que viajar varios kilómetros hacia alguna playa distante.

Se dio cuenta entonces, admitió, tuvo que reconocer que el paraíso siempre está en otro lado. Cuando se llega no es eso.

Gustavo E. Etkin escribe desde Bahía de San Salvador, Brasil

Fuente: ARGENPRESS CULTURAL

 

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