Por Daniel de Cullá
Pintan este cuento:
Que un señor barbado, cabrón, con más barbas que san Antón o que un zamarro, barbinérveo, que tiene nervios en los pelos de la barba, que hace “El Barba” en la comedia de la Crisis, papel de viejo, en su nariz moquillo, en su bajo vientre lanza y albarda, que se servía de lo ajeno y hacía fieros en recortes en las barbas de uno, hacía risas de las manifestaciones de indignados y de procesiones beatas, diciendo: “barba pone mesa que no pierna tiesa”; y “ hazme la barba, hacerte he el copete”.
Mientras los penitentes de ambos bandos se disfrutaban, él, barbeando, llegando con la barbárica barba cabruna a alguna parte, salía al balcón de su casa a lancear en burla su verga por la cresta del balcón, que asomaba. La gente, que pasaba por debajo, huía con prisa y asco, cuando pedazos como de leche de almendra caían, y él exclamaba a humo de pajas, haciendo pajaril, amarrando con el puño el cabo de la vela, cargándola hacia abajo, cargándola hacia arriba, para que esté tiesa y fija cuando la excitación es larga y se abrasan las pajarillas, Cual pajón, caña de rastrojo alta y gruesa:
-Callen barbas y hablen cartas; cuales barbas, tales tobajas. Yo soy baldón de flojas y garañones. Y reía a carcajadas.
Cuentan, entre infundios, mentiras, noticiones falsos, que él era un pájaro de cuenta, barbón, persona seria y austera como el lego entre los cartujos, que se crió de paje oliendo a acemilero, uno de los pocos elegidos que se metía su propia picha en el ojo del culo, exclamando;
-Cada cual tiene su modo de pajear.
Daniel de Cullá escribe desde Burgos, España.
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL