Por Salvador del Río
La respuesta de Barak Obama no puede tener como justificativo sino el pretexto de su seguridad nacional.
El efecto de las revelaciones del técnico norteamericano en informática Edward Snowden no es mostrar a gobiernos y países la actividad de espionaje del gobierno norteamericano en el mundo entero, un trabajo de inteligencia que siendo uno de los más antiguos de la relación entre naciones, ahora se practica con los más sorprendentes y en ocasiones inquietantes avances de la tecnología.
Los países se espían unos a otros y lo hacen también sobre objetivos domésticos, como se ha puesto de manifiesto en el mismo Estados Unidos, donde con el pretexto, o el motivo, de la prevención contra el terrorismo los propios ciudadanos han sido y son vigilados en las comunicaciones de su vida diaria. El espionaje es un arma universal perfeccionada y de uso sistematizado prácticamente desde que Nicolás de Maquiavelo lo introdujo con la razón de estado como justificativo en los usos de la diplomacia. La inteligencia y la contrainteligencia han sido parte de las estrategias, tanto en los países en estado de guerra como en la paz.
Semanas antes de las revelaciones de Snowden en Estados Unidos se señalaban las prácticas de espionaje que China estaría desplegando para obtener información sobre cuestiones de economía, y en el mundo son frecuentes los descubrimientos de operaciones de los llamados hackers que acceden a sistemas gubernamentales, empresariales, sociales o políticos de manera subrepticia.
El espionaje es común hacia afuera y hacia adentro, como lo demuestran otras revelaciones de Snowden sobre la presencia en México de empresas internacionales especializadas en sistemas de espionaje que habrían vendido una buena cantidad de sus equipos a dependencias gubernamentales como la ya extinta Secretaría de Seguridad Pública Federal, la Procuraduría General de la República o el CISEN, entidad encargada de la información política gubernamental. Cada país practica su espionaje en función de sus propósitos y sus medios.
Precisamente una de las tareas comunes y obligadas de las representaciones diplomáticas y agencias del exterior es proveer a sus gobiernos de la más amplia información posible, obtenida no sólo por los conductos oficiales, sino por investigaciones y contactos al margen de aquéllos.
El efecto de los materiales filtrados a diversos medios de prensa por el técnico Snowden es hacer patente ante la opinión pública determinadas operaciones de espionaje por parte del gobierno de Estados Unidos, lo que no por conocido genera menores reacciones en los medios de comunicación y en los más amplios sectores de la sociedad.
Otra consecuencia de las revelaciones de Snowden es que sacan a la luz la orientación, la profundidad y las intenciones del espionaje y provocan a los organismos y personajes objeto de esa forma de hurgar en los asuntos ajenos la necesidad de responder con demandas de esclarecimiento y preguntas cuya respuesta no puede ser sino afirmativa. Sí, en efecto, los países se espían unos a otros, pero en los casos desvelados por Snowden se trata de Estados Unidos, la gran potencia que desde los albores de su historia ha intentado en diversas formas -y en la mayoría de las veces lo ha logrado- injerirse en los asuntos internos de otros países.
Frente a esta situación creada por las evidencias de prácticas de espionaje, en el caso específico de las que se afirma han tenido en la mira a la presidenta de Brasil, Dilma Roussef, y al presidente de México Enrique Peña Nieto en su etapa de presidente electo, las posturas de ambos son coincidentes, aunque con diferentes matices y grados de intensidad en sus reclamaciones ante el gobierno del presidente Barak Obama. Los gobiernos de los dos países demandan una investigación y el esclarecimiento de los hechos revelados, inadmisibles si éstos se comprueban según lo dicho por el presidente mexicano; verídicos en el parecer del brasileño.
En ambos casos la respuesta no podrá ser otra que la apuntada por el Departamento de Estado norteamericano pocas horas después de conocidos los reportes sobre el espionaje. Sí, Estados Unidos recaba información en diversas partes del mundo en defensa de su seguridad; sí, acude a métodos encubiertos, inclusive en colaboración con empresas internacionales especializadas en obtención de datos de los más diversos en los más amplios sectores públicos y privados.
Se deriva de esa admisión, que el propio presidente Obama habrá expresado a sus homólogos brasileña y mexicano, el reconocimiento de que, con mayor intensidad en la relación de la Unión Americana con el exterior, las prácticas de espionaje existen y existirán sin posible remedio.
La cuestión a dilucidar es la intención, el porqué y el para qué de esa intromisión.
Salvador del Río es periodista y escritor.
Fuente: FELAP/ARGENPRESS.Info