Por Nechi Dorado
Al despuntar la mañana se despertó cansada. Hacía bastante tiempo que se sentía así cuando una cachetada de sol impactaba en la rigidez de su rostro enmarcado frente a la ventana, desde donde podía ver un camino que conducía a un bosque.
Donde las aves hacían nido que las flores hamacaban.
¡Tantos años viviendo al margen de su propia vida!
Volvió a imaginarse correteando entre las hojas, jugando a las escondidas con las mariposas y las libélulas sobre la hierba aún mojada de rocío.
Tomó fuerzas y se bajó del cuadro, dejándolo como un agujero sin vida, anquilosado en un ayer que ya no sentía suyo.
Por un momento quiso encaminar sus pasos hacia los rincones tantas veces imaginados, pero denegó la acción. Afiló las ganas de seguir hacia el nuevo rumbo y no hubo vuelta atrás, de ningún modo.
Es otro tiempo, se dijo, mientras extendía sus manos hacia el futuro que estaba más cerca de lo que había pensado.
Atrás quedó el cuadro vacío, una brisa suave agitaba sus cabellos que parecían decirle adiós al pasado, sacudiendo sus hebras de seda.
Sus pasos fueron hacia el camino y se internó en el bosque donde las aves hacían nido.
Ella se convirtió en flor y comenzó a hamacarlos.
Nechi Dorado escribe desde Buenos Aires, Argentina.