Por Daniel de Cullá
Manifestaciones, y más manifestaciones, cada uno se escoge para sí la protesta de la vida, y sus mandamases, conforme a la fábula del que está hasta los cojones de ver vivir a los zánganos, gente de mal vivir, facineroso y rufianes, que proceden con poca honradez y delicadeza, aprovechando el cargo que se desempeña para lucrarse ilegalmente a mansalva; y al trabajador morir de hambre, aunque se sienta feliz, “entre comillas”, con un trabajo, y sea perseguido y escarmentado hasta callarle la boca para que no se le escuche este refrán: “España, la rucia, cuánto bellaco te busca, y después de haberte hallado, que feliz de haberte violado, estafado”.
Montejo, de la Vega de la Serrezuela, en la provincia de Segovia, marcha con Jorge, de Montemayor, en la provincia de Córdoba, a una manifestación manilarga a favor de la Escuela Pública, la Libertad de Abortar y el Laicismo Ateo. A pesar de la información dada por una puta maniquí manipuladora del sistema de que han ido unos pocos, han sido miles los que han asistido. Otra cosa será la resolución que se tome por el gobierno, que, sin duda será la misma que tomó Luis de Godoy, corregidor de Murcia, persiguiendo y escarmentando al pueblo en lucha.
– A estas manifestaciones de la izquierda roja, asisten hombres y mujeres caracterizados, distinguidos por su calidad y empleo; dice Montejo.
También, a los dos compañeros, algunos dicen que se pierden, se malbaratan, les gusta ir a manifestaciones blancas, la derecha blanca, como el caracú, tuétano de los huesos de patas de cuadrúpedo, en honor de la Familia, la Secta de Roma, la vida de los fetos, el fundamentalismo religioso, etc., por ver los caretos meapilas que admiten a los curas por su mejor comer, cenar y beber, por su bien follar, y su bien manosear a los niños y a las niñas.
– Ellos son como pulpos negros de tinta negra, que no pueden tener quietas las manos ni el morcillo, dice Jorge.
– Son buenos pájaros en buena fe, replica Montejo; prosiguiendo: a estos tontos de capirote, carachochos, santificamuertos, muy pesados e indigestos, que creen una patraña, cantando en la mano por la fuerza que le da la autoridad, pero nunca la razón ni el derecho, ven el cielo pelado detrás de la albarda, y les encanta que el poder use la mandarria, palo largo y fuerte que sirve de brazo de palanca a que se enganchan bestias o se uncen bueyes para poner en movimiento la embustera paz social sostenida por las armas, o la porra para arrear a los manolos.
El de Montemayor no se queda corto, y dice:
– Yo, como la gran mayoría, me siento estafado. La trompa del elefante, en cardas unidas y aparejadas, nos guía para cardarnos en cada una de las vueltas que nos hacen dar por las calles obligadas.
– En buenas manos está el pandero, canta el de Vega de la Serrezuela.
Atado y bien atado, el pueblo, contesta Jorge.
Manos blancas no ofenden, matan. Que quien a mano ajena espera, mal yanta y peor cena, termina Montejo.
Daniel de Cullá escribe desde Burgos, España
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL