Benjamín Cuéllar. Foto cortesía.
Por Ramón Jiménez
Entrevista con el licenciado Benjamín Cuéllar, un académico con estudios de Ciencias Jurídicas y Administración Pública en la Universidad de El Salvador. Asimismo, es egresado de Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Autónoma de México. En la actualidad es miembro fundador de la agrupación Víctimas Demandantes (VIDAS), así como presidente de la Junta Directiva del Grupo de Monitoreo Independiente de El Salvador (GMIES). Actualmente se encuentra en visita de trabajo en la región metropolitana de la capital estadounidense.
¿A qué se debe su presencia en el área de Washington?
—Soy miembro del Consejo Directivo del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL, por sus siglas en inglés) desde hace más de tres décadas. Este consejo trabaja litigando en el sistema interamericano de protección de derechos humanos y promoviendo los mismos en las Américas. Se reúne virtualmente varias veces al año y presencialmente nos encontramos una vez; ahora nos juntamos en esta ciudad con ese propósito. La reunión se desarrolló el jueves 7 y el viernes 8 del presente mes.
Tengo entendido que usted es un gran defensor de los derechos humanos, ¿cuál es su mayor aporte en ese campo?
—No me considero un gran defensor de los derechos humanos. Modestamente, trato de acompañar a las víctimas que luchan individualmente de forma protagónica por hacer valer sus derechos de forma individual, para lograr que se sumen a la lucha colectiva en función de lograr que nuestras sociedades sean, realmente, espacios de convivencia en los que puedan desarrollarse dignamente sus integrantes sin distinciones ni exclusiones.
Actualmente se escuchan muchas críticas al gobierno del presidente Nayib Bukele, por la forma en que maneja los derechos de miles de personas encarceladas bajo el régimen de excepción. ¿Cómo lo ve usted y que sugiere para mejorar esa situación?
—El régimen de excepción no tiene razón de ser sí se asume como cierto que El Salvador es “el país más seguro del mundo”, tal como lo pregonan Bukele y sus seguidores. Cuando ese régimen se convierte en permanente, que es lo que ha pasado desde finales de marzo del 2022 hasta la fecha, nos encontramos frente a dos posibles escenarios: que no sea cierto lo anterior o que dicho régimen responda a la necesidad que tendrá Bukele de contar con una herramienta de control y represión, en la medida en que la situación apriete aún más el estómago de la población y esta salga a protestar por ello.
¿Cómo califica la represión que existe en su país? ¿Ha vuelto a los niveles que existían antes de la guerra civil?
—En la actualidad existe de forma dosificada pero no ha alcanzado dichos niveles; sin embargo, las perspectivas apuntan hacia ese escenario tras la consumación de la reelección inconstitucional de Bukele por diversas razones, tanto políticas como económicas y sociales.
Considera que organismos externos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y otras entidades presionan lo suficiente al Estado salvadoreño y al gobierno, para que mejore la situación de miles de personas que guardan prisión desde que el régimen de excepción fue impuesto.
—Siempre sería deseable y se esperaría más de organismos internacionales de protección de derechos humanos ante situaciones como la salvadoreña de la actualidad, pero está comprobado que –como en el caso de Nicaragua–, el accionar de estos nunca será suficientemente potente para cambiar las cosas dentro de nuestros países. Ese cambio vendrá de la educación y la organización políticas de la población que sufre las consecuencias nefastas de dichos regímenes.
Todo apunta que El Salvador seguirá siendo gobernado por Nayib Bukele otros cinco años, a pesar de que la Constitución lo prohíbe. Si eso se cumple ¿Cómo espera ver a su país al final de ese segundo mandato?
—En medio de una efervescencia y la agitación social, de protestas crecientes de la gente por el deterioro de sus condiciones de vida; también con respuestas cada vez más represivas por parte del oficialismo. Además, muy probablemente con el incremento de las maquinaciones de Bukele para mantenerse en el poder.