Por Ramón Jiménez
Aunque un gran porcentaje de los casi 7 millones de salvadoreños presentan rasgos indígenas a simple vista, casi nadie lo acepta.
Ese no es el caso de Margarito Esquino, quien se siente orgulloso de sus raíces y defiende los derechos de esa comunidad que por generaciones ha sido marginada, ignorada y violentada, incluso a nivel gubernamental como sucedió en el año 1932.
En esa fecha el entonces presidente salvadoreño, general Maximiliano Hernández Martínez masacró a más de 30 mil indígenas liderados por el activista Farabundo Martí por reclamar sus derechos.
«Durante la guerra civil los indígenas salvadoreños también pusimos nuestra cuota de sangre como la masacre de Las Hojas en febrero de 1983 en la comarca de San Ramón, en el departamento de Sonsonate, donde 74 indígenas fueron masacrados por miembros del ejército salvadoreño», remarcó.
«Nuestras propiedades fueron decomisadas o usurpadas por procesos amañados que para ellos eran legales», apuntó Esquino, quien se perfila como el próximo cacique de la comarca de donde proviene, para substituir al fallecido cacique Adrián Esquino Lisco (su padre).
Por ser miembro de la Asociación Nacional de Indígenas Salvadoreñas (ANIS), que aglutina a comunidades diseminadas en diferentes puntos de ese país centroamericano, Esquino los representa constantemente en el Congreso de Estados Unidos, donde es recibido tanto por senadores como por legisladores de diferentes estados.
También mantiene lazos cercanos con grupos indígenas de Estados Unidos como los Piscataway de Maryland y de otros Estados de la Unión Americana, Canadá y Latinoamérica. Lo mismo hacía su padre antes de morir.
Además, Esquino representa a ANIS en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York, en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), con sede en Ginebra, Suiza y con otras dependencias a nivel internacional, donde se discute el tema de los indígenas de todo el mundo.
Como resultado de la visita que un relator de la ONU hizo a El Salvador en 2012, el gobierno de ese país se muestra dispuesto a hacer algunas concesiones que antes no se daban.
También la Comisión de Derechos Humanos de su país está en trámites para que los familiares de los 74 indígenas asesinados en masacre de Las Hojas sean indemnizados.
Esquino tiene programado asistir nuevamente a ese organismo mundial en Nueva York el próximo mes de mayo, donde además de participar como ponente, espera recibir más buenas noticias en beneficio de las comunidades indígenas de su país.
Personas que apoyan las luchas de los pueblos indígenas en Latinoamérica, Estados Unidos y otra regiones del mundo como el activista puertorriqueño Roland Roebuck, muestran su simpatía por las reivindicaciones que buscan esas comunidades para que sus derechos sean respetados.
«Yo he admirado la dura lucha de los pueblos indígenas de El Salvador y su continuo compromiso de ser parte de la experiencia nacional. Los salvadoreños que se encuentran en Washington, D.C. [incluyendo Maryland y Virginia] deberían de retomar la batalla de reconocer, apreciar y compartir esa cultura», sugirió Roebuck, quien reside en la capital estadounidense.
Recomendó especialmente que los padres y madres salvadoreños deben unirse en la lucha con sus hijos para que éstos —aunque nacidos en Estados Unidos— se den cuenta que son parte de un legado cultural súper valioso y no deberían sentirse avergonzados, porque algunos llevan «el color de la tierra que les dio vida».
«Me alegro de que el Instituto Smithsonian encabeza una iniciativa de reconocer las masivas contribuciones de los Pueblos Indigenas de las Américas; esto lidiado por Ranald [Woodman] y Eduardo [Díaz] en el Centro de Programas Hispanos», apuntó.