Por Carlos Angulo Rivas
El domingo pasado, 2 de febrero, se realizaron las elecciones presidenciales en El Salvador y en Costa Rica.En el primer caso, Salvador Sánchez Cerén, vicepresidente del país y uno de los líderes guerrilleros históricos del Frente Farabundo Martí para la Liberación – FMLN obtuvo 49% de la votación sacando diez puntos de ventaja sobre el candidato Norman Quijano del partido de la derecha oligárquica y represiva, Alianza Republicana Nacionalista – ARENA, y de acuerdo con la ley electoral estuvo a un pelito de ganar en primera vuelta; en el segundo caso, el historiador y experto en ciencias políticas de centro izquierda, Luis Solís, se constituyó en la gran sorpresa al triunfar con 31% sobre Johnny Araya, candidato oficialista de la derecha costarricense, llegando en tercer lugar el izquierdista José Villalta. En ambos casos, se observa que nuevos movimientos políticos, culturales, sociales y del sector productivo, se manifiestan a favor del cambio en la perspectiva de la ruptura con la dependencia, el atraso, la pobreza y el subdesarrollo.
Estos resultados a definirse en una segunda ronda electoral, en El Salvador para el próximo 9 de marzo y en Costa Rica para el 6 de abril, coloca a Centroamérica en la configuración del naciente mapa geopolítico de un continente que abandona la subyugación imperial desplazando, en sus propios países, a los sectores autoritarios, oligárquicos, corruptos y excluyentes. Las posibilidades de un triunfo categórico de Sánchez Cerén del FMLN en El Salvador son indiscutibles, por cuanto la etapa de la transformación social con proyectos incluyentes y de reactivación económica estableciendo la consulta popular, goza de una enorme aceptación. Igualmente ocurre en Costa Rica, pues los ciudadanos hastiados de la subordinación total a los intereses norteamericanos desean iniciar su propio proceso emancipador y soberano; “vamos a ganar porque somos un pueblo que decidió cambiar” manifestó Luis Solís luego de verse catapultado al primer lugar de las preferencias, de donde seguro aprovechará negociar con el izquierdista José Villalta que obtuvo el tercer lugar con 17.14% de apoyo.
Todo parece indicar que se está llegando al fin de una larga época durante la que se reprodujeron muchas dictaduras sangrientas y gobiernos autocráticos de perfil civil montados a través de la engañosa democracia de los más ricos. Y este final se siente cuando los ideales de los pueblos van saliendo a flote contra una clase dirigente aferrada al poder del estado, donde una minoría opulenta apoyada en la fuerza militar y por el imperialismo norteamericano, llegó a convertirse en una casta política dominante insensible, cruel y despiadada, establecida institucionalmente por encima de los trabajadores, los campesinos y los pobres. Sin embargo, mediante una simple observación, hoy vemos que lo más interesante en este proceso de democratización continental, es la derrota de esta casta política utilizando las mismas herramientas constitucionales creadas por los integrantes de ella para cubrir de un disfraz democrático el dominio absoluto.
Todavía queda mucho trabajo por realizar, pero el avance de las fuerzas populares democráticas posee un carácter irreversible en América Latina y el Caribe. Son los pueblos, los diferentes sectores sociales, los movimientos pacifistas, los defensores del medio ambiente y los diversos partidos de izquierda, quienes marcan el rumbo por donde se debe avanzar con la democracia participativa en tanto y en cuanto cada ciudadano es participe de su propio destino personal y familiar. Aquí la labor integradora de los gobernantes juega un rol no sólo de representación sino de determinación autónoma, soberana y libre de presiones externas. La reunión Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe –CELAC, realizada la semana pasada en La Habana-Cuba, que logró colocar en la misma tribuna a 31 jefes de estado de los 33 países miembros de ese foro internacional, demostró un enorme poder de convocatoria, un avance de las libertades democráticas, una consolidación de la unidad y sobre todo una vocación de paz regional extensiva a todo el mundo mediante el compromiso de “respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones.”
Con todos estos acontecimientos en Nuestra América, el gobierno de Estados Unidos no sólo está nervioso sino que viene perdiendo los papeles. Ya que en un categórico comunicado el Departamento de Estado censura de forma airada el resultado de la II Cumbre de CELAC, diciendo que “se han traicionado los principios democráticos de la región” al visitar Cuba. La indignación de la Casa Blanca se elevó más al reprobar las entrevistas concedidas por el líder histórico de la revolución cubana, comandante Fidel Castro, a los principales líderes del hemisferio, los presidentes de Argentina, Brasil México, Ecuador, Bolivia, Uruguay y Nicaragua. La beligerante posición de la administración de Barack Obama demuestra una vez más que Cuba continúa siendo el lugar de la revancha imperial intransigente y absurda, peor cuando observa que el destino de las naciones latinoamericanas reconoce en el liderazgo cubano, después de 55 años, el valor de un proceso revolucionario que enseñó a pensar en el respeto, la soberanía y la libre determinación de los pueblos del mundo.
La corriente mayoritaria de la democracia participativa se viene consolidando, las elecciones de El Salvador y Costa Rica abonan el terreno en esa dirección; y la gran convergencia política de la II Cumbre de CELAC, con la asistencia plena de los presidentes de los estados miembros, condenando el bloqueo y embargo a Cuba demuestra que esta joven organización constituye el foro adecuado para resolver los asuntos hemisféricos latinoamericanos, con lo cual se adelanta ya una partida de defunción a la Organización de Estados Americanos OEA, el llamado “ministerio de colonias” estadounidense.
Carlos Angulo Rivas es poeta y escritor peruano.