Por Teresa Gurza
Es imposible vivir sin agua; es por eso que todos los pueblos han buscado siempre instalarse junto a ríos, lagos o montañas nevadas; y que los que mayor acceso han tenido a estas fuentes naturales de agua, son los que más han progresado.
En México quienes carecen de ella viven marginados; y como en todo lo demás, tenemos abusos en el uso y acceso al agua.
A unos les llega limpia, en abundancia y a todas horas, y como no saben lo que es vivir sin ella, la desperdician; otros, la reciben sólo a ratos, en tandeos, y medio sucia; y casi 20 millones de mexicanos no saben lo que es abrir una llave y que salga, porque carecen en sus casas de agua potable y alcantarillado y deben dejar cubetas para que una pipa las llene a precios elevados, o caminar cargando baldes para ir a buscarla a lugares lejanos y tal vez, fuertemente contaminados.
Estas condiciones se advierten hasta en las preguntas del Inegi con motivo del censo 2015.
Cuando se realizaron los censos anteriores, vivía yo en Chile; y no recuerdo que hayan indagado como lo hizo ahora la muchacha que pasó ayer a censarme, si teníamos agua dentro de la vivienda, acceso a servicios de salud, o si alguno de la familia había dejado de comer uno o varios días por falta de dinero.
Triste que en México eso se siga preguntando, porque muestra lo poco que avanzamos.
Y el retraso no es únicamente en eso, ahí están para muestra los casos estancados de los normalistas asesinados hace seis meses, del investigador Caballero que a seis semanas nada ha informado, y de las verdaderas razones para dejar fuera del aire a Carmen Aristegui.
Todo contrasta con lo que sucede en otros lados; y la diferencia la hace esa corrupción que nos sobra.
Acabo de estar unos días en el Caribe Sur y aunque una visita de poco tiempo no es válida para calificar, varios de los lugares donde estuve me impresionaron por sus adelantos.
La capital de Panamá es hoy, a diferencia de hace 20 años, una ciudad pujante, bien conservada muy limpia y con un centro histórico bello y casi totalmente reconstruido; y sus habitantes hablan con orgullo de su Canal y de lo que han podido hacer con los ingresos que de él obtienen, desde que la administración pasó a sus manos el primero de enero del 2000.
Y Curazao y Aruba, son países preciosos y también limpísimos; de calles sin baches, viviendas populares excelentes, baratas y con agua potable; su gente habla por lo menos cuatro o cinco idiomas, (papiano, holandés, castellano, inglés y francés); la salud es universal, de muy buena calidad y casi gratuita; y hay poquísima delincuencia.
Cierto que México es un país más grande y complejo, pero es también más injusto, corrupto y poco previsor; como en el tema del agua, en el que datos oficiales indican que en algunos acuíferos la extracción de agua supera ya, a su recarga.
Es en este marco que me intrigaron las declaraciones hechas en el Día Mundial del Agua, 22 de marzo, por José Joel Carrillo Rivera del Instituto de Geografía de la UNAM.
Porque mientras el Inegi habla de la que nos falta y la ONU teme “una devastadora falta de agua potable” y anuncia que en 2050 aumentará su necesidad en un 55 por ciento, porque nunca «el planeta había estado tan sediento», Carrillo dice que no hay problema de escasez hídrica; sino que se trata “de ausencia de gestión”.
Precisa que no tenemos “falta física de agua; sino manejos deficientes y planificación territorial insuficiente en la tarea de favorecer un desarrollo nacional en armonía con la existencia y los ecosistemas”; y que es indispensable contar con una infraestructura eficaz, que incluya cobros justos y reglas para hacerla rentable en una administración adecuada y beneficiosa para la población, en la que debieran estar ciudadanos y académicos.
Y advierte que de no hacerlo, se afectará gravemente a la gente y al medio.
Entrevistado por el boletín de la UNAM, Carrillo Rivera explicó que como no estamos en el nivel internacional de conocimiento e infraestructura que permitan lograr un buen manejo del agua bajo superficie, no podemos seguir con el actual esquema que fue funcional en su tiempo, pero ya caducó.