Ante los hechos violentos y arbitrariedades por la PNC en la zona Ch’orti’ del país, Chiquimula, nos solidarizamos con la población, exigimos el retiro de las fuerzas policiales y militares y la remoción del Ministro de Gobernación y la apertura inmediata de una mesa de diálogo. La comunicadora Norma Sansir debe ser puesta en libertad, ya, al igual que otras personas ilegalmente detenidas.
El pasado 15 de septiembre cumplimos 193 años de independencia, conjuntamente con las otras repúblicas centroamericanas, y pudimos escuchar opiniones muy diversas, desde las que la celebraban como un acto político trascendental, que lo fue, hasta las de quienes piensan que la independencia no fue significativamente benéfica para la mayoría de la población. También leímos la inconcebible declaración del gobierno de Otto Pérez y Roxana Baldetti señalando que, al celebrar las fiestas patrias, todo está bien en nuestro país.
Mencionamos algunos de los enormes contrasentidos de la Guatemala de hoy real. Existe una inmensa cantidad de campesinos, que no tienen tierra; ante los reclamos de los pueblos indígenas por sus territorios, tierras y recursos, cada vez más escasos, se les responde con acciones judiciales antojadizas y manipuladas y con represión violenta, como hoy en la zona Ch’orti’; ante la falta de empleo casi dos millones de connacionales han tenido que buscar la supervivencia propia y de sus familias mediante la emigración; en ese fenómeno migratorio, el Estado los deja abandonados, aun a las decenas de miles de menores de edad que no soportan más la falta de educación y oportunidades en nuestro país; campean los negocios del crimen organizado, que funcionan aun dentro de las cárceles, como el caso de Byron Lima ha puesto en evidencia; nos ahoga la corrupción, con grandes propiedades y riquezas en manos de la vicepresidenta y de la pléyade de funcionarios corruptos; se manipulan constantemente el sistema electoral y el sistema de justicia; y cuando los pocos héroes y heroínas, como Claudia Paz y Paz y la CICIG, hacen bien su trabajo, se obstruyen sus funciones y se les remueve o denigra.
Según el Acuerdo de Paz Firme y Duradera, firmado hace más de 17 años y olvidado en el momento actual, pese a tener carácter de compromiso de Estado, convivimos en Guatemala cuatro pueblos: garífunas, ladinos, mayas y xinkas. Es claro que para una fracción de los ladinos, los Criollos convertidos hoy en burguesía, la independencia significó, al expulsar a los peninsulares, quedarse con todas las propiedades del país, es decir, establecer “la Patria del Criollo”, incluidos dentro de dichas propiedades los esclavos negros y los indígenas en calidad de siervos.
En 1821 declararon “su independencia” y, como dice el Acta, lo hicieron “antes de que el pueblo la declarara”. No obstante, romper las cadenas frente a otro Estado, con intereses ajenos, y abrir las posibilidades de que los procesos internos definan el futuro nacional es siempre un paso histórico positivo. Para llegar a la independencia real, sin embargo, había que dar pasos adicionales, muchos y firmes, la mayoría de los cuales todavía están por darse o recuperarse, como en el caso de la Revolución de Octubre de 1944.
La Primavera Democrática, continuidad de la Revolución ha sido el único momento de quiebre histórico en los casi cinco siglos transcurridos desde la invasión europea. Solamente entonces se sentaron las bases de una “nueva Guatemala”, en la cual llegasen a tener protagonismo los y las garífunas, ladinos, mayas y xinkas. Particularmente los campesinos pudieron apreciar lo que podría representar la Reforma Agraria, hoy “palabra prohibida”, para cambiar sus condiciones de vida, proceso cercenado en 1954 por el gobierno de Eisenhower, la United Fruit Company, los oligarcas nacionales, la jerarquía de la Iglesia Católica y los traidores dentro del ejército nacional.
Los pasos positivos dados por los dos gobiernos de la Revolución a lo largo de un decenio, que nos aseguraban la independencia política, el no alineamiento en política internacional, la independencia económica y el ejercicio pleno de la soberanía nacional han sido revertidos en 6 décadas de gobiernos de derecha, desde la contrarrevolución de Castillo Armas e Ydígoras Fuentes y la contrainsurgencia de los regímenes militares hasta los gobiernos de Arzú a Pérez, en su condición de regímenes neoliberales, corruptos y entregados a intereses extraños.
Hay gente preocupada con nuestra condición de estado fallido que se pregunta si “tenemos los arrestos” para enfrentar la situación. Como población principalmente en la Diáspora pensamos que sí –y por ello exigimos nuestro derecho a elegir y ser electos desde el extranjero—pero hay que generar un gran movimiento de “unidad en la diversidad”. No podemos pretender la uniformidad cuando nuestro país es tan heterogéneo; aprendamos a respetarnos y escucharnos unos y unas a otros y otras, agarrémonos de las manos, blancas y morenas, y marchemos hacia la eliminación de las lacras que impiden un futuro digno.
Comité Ejecutivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG)