Por Ricardo Plaul
Una rosa negra se deshoja en la desesperanza de un frío calabozo
Un alma negra se pudre en el olvido del horror.
No estaba muerto aún, estaba desaparecido en la Memoria de los justos.
Conmovieron los fuegos infernales los gritos del pasado
que llovían ausencias en los pozos del alma.
Las manos unidas van construyendo el mundo que temías,
que pretendías destruir cuando en el mármol frio paría la esperanza.
El siniestro emprende un viaje sin destino,
Contamina la tierra y los cielos, la nada se corrompe con
su ausencia, con la condena de su fracaso que florece
en los rostros jóvenes, en cada alegría militante.
Hay bailes, hay abrazos, hay besos, hay verdad, hay libros,
Hay compañeras y compañeros, hay encuentros, hay sueños…
Estoy seguro: ¡has muerto para siempre!
Ricardo Plaul escribe desde Buenos Aires, Argentina.
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