La mar traicionera me la deparó Buena

Por Daniel de Cullá

 

La masa de agua salda

Cubría la mayor parte de la playa

De San Vicente de la Barquera

En Cantabría, España

Con una marejada fuerte

Producida por el viento

U otra causa.

 

Era 9 de Septiembre del 2.000

De atardecida

Cuando bajamos a la playa

Y con bandera roja

A punto de volar del mástil

Altas olas nos recibían

Y sin saberlas ponderar

Les hacíamos gracias

Como si fuera cosa de enredo

Y burlas, y no de veras

Yo comencé a nadar

Mar adentro

Y quizás el orujo de miel

Poco antes bebido

Me hizo ver la playa

Junto al horizonte perdido

 

Me entró mucho mar a bordo

Y mucha pena

La angustia y el dolor eran muy vivos

Física y moralmente

Derramando yo un mar de lágrimas

Al despedirme de la Vida

Abrazado a esta mar

Tan traicionera:

Ella estaba alta, muy alborotada

Y las olas me pusieron

En medio de la mar, lejos de la tierra

A medio ahogar

Trabajando mucho con la mar

Y el viento

Las olas con un resalte o filete

En forma de algas

Intentando alojar bien el cuerpo

En la tuerca o hueco ya preparado

Para recibirle bien

En el que él mismo se abría

Al penetrar en ese cuerpo

Relativamente blando

Trabándose y juntándose

Entre las olas

Estableciendo un íntimo contacto

Entre ellas

Y apretándole entre unas y otras

Haciendo del casi ahogado

Un tornillo

Que tiene por objeto elevar el agua

Hasta el cielo del infierno

En violenta manifestación

Del estado

De los ánimos enardecidos

 

La mar de fondo

Se agitaba en lo profundo de ella

Y me agarraba sin soltarme

De los brazos y de las piernas

Quienes estaban en su orilla

No llegaron a estallar en mi auxilio

Tan sólo Ángel Alberto

Mi sobrino

Que hizo un trabajo de titán

Bien útil

Cortando las crestas de las olas

Con la violencia de sus potentes brazos

Abandonando el miedo

Y saliendo a partir la mar

En mil pedazos

Para arrancarme a su muerte

De señorío feudal en behetría

Con lance intrincado

Y difícil

En gran abundancia de músculo

Con mucho exceso

Con extremado lujo y aparato

Con su tabla de surfear

Como sopanda colocado

Horizontalmente

Por sus brazos y manos

En sendos jabalcones

Para fortalecer al ahogado

Que estaba encima de él

 

Me sacó del túnel de la muerte

A la Vida

Y así adornado

Se hizo brazo de mar

Y me trajo a su orilla

Como quien arrastra una foca malherida

“Cual montaña de maleza

Desperdicio de la seda

Y tejido hecho con él

Coscojo

Enredo de hilos y cabellos

O cosa análoga”

Como dijo Isabel, su hija

 

Atendido por una doctora

Que paseaba la playa

Junto al paseo marítimo

Ella confirmó

Que había salvado por pelos la Vida

Ángel Alberto, mi Salvador

Alegró a los presentes

Compungidos y asustados

Diciéndoles:

“La mar que se parte

Arroyos se hace”

E Isabel, volviendo a mirar al Padre

Con alegría de verle vivo

Saltaba diciendo:

“Del mar el mero

Y de la tierra el carnero”

 

La mar me hirió con olas punzantes

Me dio en el morrillo

Con su pica

Haciendo yo fuerza

Para aguantar el empuje

De la embestida a nado

Queriendo yo adiestrar la mar

Ella me cegó

Con su arte de marear

Haciéndome ejecutar

Movimientos de costado y de retroceso

Con la intención de ahogarme

Abriéndome el ser y no ser

Como quien abre un libro

A la ventura recortada

Y agujereada

Haciendo dibujos con las olas

Entre mis dientes

Suplicando yo a la Vida

Mientras me revolvía

Y daba saltos como podía

 

Este fue un combate entre dos

Entre la Muerte y la Vida

Y el viento en su eco repetía

Al llevarme la ambulancia

Al Hospital de Torrelavega:

“¿A do vas duelo?

A do suelo”

 

Daniel de Cullá escribe desde Burgos, España.

 

Artículos Relacionados