Fuertes aranceles contra el cobre que importa EE.UU. Foto Yahoo
Por Néstor Ikeda
Excorresponsal de Associated Prensa en Washington, DC
Los altos aranceles se justifican en nombre de la “seguridad nacional”, pero no se tiene en cuenta su impacto sobre países productores como Chile y Perú.
La administración del presidente Donald Trump anunció una nueva tarifa del 50 % sobre las importaciones de cobre, programadas para entrar en vigor el 1 de agosto de 2025, alegando que era una medida que se tomaba por razones de seguridad nacional. Esta medida incluye no solo la materia prima, sino también productos semielaborados, como componentes usados en redes eléctricas, centros de datos y sistemas militares.
Los países que exportan grandes volúmenes de cobre hacia EE.UU. serán los más golpeados, entre los cuales figuran Chile, Canadá, México y Perú. Chile representa aproximadamente el 51 % de las importaciones de cobre estadounidense. Canadá alrededor del 31 % y México, un 7 %, aunque gracias al T-MEC (Tratado de Libre Comercio) podrían tener ambas ciertas exenciones. Perú con un 5% sufriría un impacto directo aunque quizás menos fuerte, al igual que otros países como Congo, con cerca del 2% y Brasil, China y otros países de Asia y África, con porcentajes menores.
Estas tarifas elevan también costos en EE.UU., lo que puede generar inflación en productos como bienes de consumo, automóviles, e incluso infraestructura de inteligencia artificial (IA), complicando su expansión. Y en cuanto a Chile, Perú, Canadá y Brasil se pueden esperar caídas significativas en precios y demanda, impactando sus economías, especialmente en las comunidades dependientes de la minería, es decir, un desgaste económico inevitable como naciones exportadoras.

Efectos en los sistemas cambiarios
El nuevo arancel del 50 % no tendrá solo efectos económicos, sino impactos cambiarios directos y severos en los países exportadores. Debido a que dependen fuertemente del cobre, los analistas esperan una caída en sus exportaciones: Chile: un 50 % de sus exportaciones totales son de cobre. Perú: 30 %. Congo: 70 %. La tarifa estadounidense reducirá también la demanda y el precio del metal, afectando las balanzas comerciales y recaudación fiscal. Esto repercutirá en una inevitable desaceleración económica. La minería significa el 15% del PBI chileno, el 10% del peruano y un 25% del Congo. Si hay menores ingresos fiscales, habrá menos inversión pública y, por consiguiente, más pobreza y desempleo en zonas mineras.
También se puede esperar un impacto en la inversión extranjera. Las minas pueden replegar sus proyectos de nuevas inversiones, retrasar ampliaciones de minas o buscar diversificar hacia países sin barreras tarifarias. Esto pondrá presión sobre los ingresos futuros y afectará la competitividad nacional.
Con estos aranceles se espera igualmente un impacto en las monedas locales, que pueden verse fuertemente afectadas frente al dólar estadounidense, con devaluaciones progresivas por fuga de capitales y menores ingresos por exportaciones, por bajas en el flujo de divisas y mayores presiones inflacionarias. En el Congo, el franco angoleño se verá frente a una alta volatilidad por la economía muy vulnerable que puede llevar a una abrupta devaluación.
Desde el anuncio tarifario se ha producido una caída del 10% en el precio del cobre, que ha entrado en un descenso sostenido, lo cual en los países productores reduce el ingreso de divisas, fortalece las presiones sobre las reservas internacionales y debilita la moneda frente al dólar. Esto a su vez significa un aumento del precio de las importaciones (especialmente alimentos y combustibles), inflación local, reducción del poder adquisitivo y nuevos brotes de malestar social en regiones mineras.
En los mercados se ha visto también efectos inmediatos. El precio del metal está siendo revalorado en las bolsas globales como el London Metal Exchange (LME) y COMEX de Nueva York. Los precios tienden a ajustarse a la baja en el corto plazo, lo cual perjudica a los países exportadores, incluso aunque no vendan directamente a EE.UU., porque los mercados están interconectados.
Los países que dependen del cobre como sustento principal de su economía, y no tienen capacidad de diversificación, serán los más golpeados. Perú y Chile: tendrán que buscar nuevos mercados (India, Europa, China). Países como Congo o Zambia: sufrirán un deterioro macroeconómico más rápido. La volatilidad cambiaría y la fuga de capitales podrían generar inestabilidad política y social.
La gran paradoja
Si el cobre es un metal estratégico para la seguridad nacional ¿por qué entonces se le pone barreras? Ese es el corazón de la gran paradoja que encierra la política arancelaria de EE.UU. sobre este insumo clave.
El gobierno de Trump ha reactivado la Sección 232 del Comercio Expansión Ley de 1962, que permite imponer aranceles si se considera que la dependencia de importaciones pone en riesgo la seguridad nacional. Ya sucedió en 2018 con el acero y aluminio.
En el caso del cobre, se argumenta que es crítico para fines de defensa, energía, IA, y redes eléctricas, y que la dependencia de fuentes extranjeras (Chile, Perú, Congo, China) puede ser un riesgo geopolítico, especialmente en casos de conflicto o sanciones.
¿Pero no encarece eso el cobre en EE.UU.? Sí, sin duda. Los aranceles elevan artificialmente el costo del cobre importado, lo que puede aumentar los precios para los fabricantes estadounidenses, afectar la competitividad global de sus industrias y elevar los costos de infraestructura verde, defensa y tecnología.

¿Entonces… por qué se impone este nivel de aranceles ? Aquí se revelan las verdaderas motivaciones estratégicas y políticas. La primera de ellas es impulsar la producción nacional: EE.UU. produce cobre en Arizona, Utah, Nuevo México y Nevada. Las tarifas buscan que empresas como Freeport-McMoRan expandan operaciones y se vuelvan más rentables al estar protegidas del cobre barato del exterior. En segundo lugar, se trata de “castigar” a rivales geopolíticos. Por ejemplo, China, que participa en proyectos mineros en Perú, Congo y Zambia, es un blanco indirecto. El objetivo, entonces, es reducir la influencia china en la cadena de suministro global de minerales estratégicos a Estados Unidos . Y, en tercer lugar, existe un cálculo electoral, ya que en estados mineros como Arizona, Nevada y Montana, esta medida generará empleo, favoreciendo a sindicatos con el subsecuente rédito político. Lo que Trump está haciendo, aunque soterradamente, es presentar la medida como “protección al trabajador estadounidense”.
¿Y no sería mejor tener cobre barato en el mercado estadounidense? Desde el punto de vista económico sí, pero desde la lógica proteccionista y geopolítica de la administración Trump, no necesariamente. Lo que Trump quiere mostrar es autonomía estratégica, aunque implica pagar más por ciertos insumos, al menos en el corto plazo.
Entonces, la decisión arancelaria de Trump parece más una medida política que económica. Aunque contradictoria, busca reducir la dependencia externa, castigar rivales y favorecer a los productores nacionales, aunque el precio suba y el consumidor pague más.