La risa de mi cara

Por Yanko Farías H.
(Virginia, 24 enero de 2023)

Hay poco de que reírse en estos días, pero a veces solo se trata de esforzarse. A veces se puede. Mostrando las encías, las muelas, y con lágrimas en los ojos, ya que estamos. Porque siempre hay humoristas, comediantes y trasnochados de segunda línea, con voces, a veces soeces, nos sacan una risa desde el el fondo de nosotros llena de gracia e ingenio hilarante. Pero seamos claros, los humoristas que hoy que dan risa, siempre es por razones sospechosas. Por las crisis económicas, el desempleo, las ciudades en crisis. Y por eso cuando ves con angustia en las redes cuando una mujer ríe, te das que por la expulsión de inmigrantes pobres, como lo fueron los desahucios de los nazis ayer no más allá en Berlín. Después, esa misma mujer dirá que la gente prefiere pasar hambre y no tener con qué pagar los salarios a los futuros jubilados. Ahí mismo pasó mi dedo por la pantalla táctil de mi teléfono, y un especialista, economista dice el epígrafe, teoriza que los futuros jubilados reclaman ahora un sueldo mayor porque la vida es más cara que ayer. Entonces para hacer frente a este agujero negro, no es mala idea cobrarles a los inmigrantes un nuevo impuesto. Y claro, cuesta reírse, cuando otro funcionario de un banco europeo recomienda consumir queso fresco más allá de su fecha de vencimiento como forma ahorro. Y después, el mismo tipo propone, bañarse con agua fría porque se pierden muchos litros de agua esperando que se caliente. Y sobre la misma recomendará que esos litros de agua que se pierden pueden ser contenidos por un recipiente y utilizados para regar plantas o cocinar o beber o para salvar a Willy, la orca buena.

Me descuelgo de la red de la queja, y voy a otro vídeo de una mujer –que parece que es famosa por haberse quejado de las pocas aventuras que había tenido o algo así– reclamando que debiera llamarse la emigración de jóvenes en busca de trabajo como “fuga de cerebros”, para que suene más chic. Y claro, empiezo a reírme lentamente pues descubro que estos hombres y mujeres no son famosos, “son influencers”. Y aquí hago una pausa para referirme a Khaby Lame, un tiktoker senegalés de 21 años que cuenta con 150 millones de seguidores en la red social, por hacer un gesto del tipo: ¡qué tontería es esto! Y la clave de sus vídeos está en que, se supone, él con sus videos satiriza a personas que realizan trucos demasiado complicados, respondiendo con una forma simplificada y más lógica de cómo hacer la misma tarea. Y, por lo mismo, se ha hecho rico y millonario, y muy votado, para poner fin a un mal chiste, o una especie de broma infinita a la fatuidad de los días en el mundo de hoy, que hasta, hay que decirlo, comparado con Las Kardashian, este muchacho hasta queda bien parado, al lado de las culonas de California.

 Pero hay que esforzarse para seguir riendo. Todo se parece, y se aparece, a los misóginos sketches de Benny Hill: como una Shakira asaltada por las masas de paparazzi a la salida de un Tribunal en la madre patria, o lo que escribió Justin Bieber en el libro de visitas en la Casa de Ana Frank en Ámsterdam, o que de repente descubran los argentinos que Javier Milei, el presidente ultraliberal casi facho, no podrá “hacer lo que dice que va hacer” por carecer de carácter y estar loco. O que la felliniana política de Selensky en Ucrania, al final es un reconocimiento cruento que su pueblo es un chivo expiatorio de la OTAN. U otra vez Javier Milei en la Argentina, en su última propuesta le recorte la jubilación a los jubilados y aconsejarle a los viejos a que no consuman en demasía y hagan dieta… así es, todo no es tan gracioso, pero si provoca una risa, no es risa, sino un gesto de contención antes del llanto. Y me pregunto si toda esta cuestión tendrá algo que ver con el cambio climático porque llueve, nieva, hace frío, calor, y las estaciones no saben en qué mes están. Y debo reconocer que yo estuve riendo mucho antes todo esto, y despierto a las 00, 3 o 5 de la mañana, y tras varios ajustes al reloj, no si ganar luz de día o perder la noche, ¿o era al revés? ¡Que vivo despierto! Lo cierto es la cosmogonía y el Vaticano, se lo están poniendo difícil al Papa Francisco, y al que venga después, pues de tantos gestos de humildad y honestidad de Francisco (es el primer Papa que dice la verdad), el próximo Pontífice deberá ser el señor que corta el ticket en las puertas de la Basílica de San Pedro. O los señores que limpian el Vaticano: un detalle no menor: ¡qué limpio que son los baños, oye! Da tiempo hasta para meditar.

Familia amarilla. Quizás por eso es a tanto devoto le gusten Los Simpson, una genialidad de la TV, porque es una suerte de compendio de realidad, levedad, y un buen guion para soportar la vida. Que te dice a las claras que no siempre es preferible reír que llorar, pues si se llora, siguiendo a Matt Groening, desperdiciamos fluidos vitales para nuestro cuerpo. Además, ya se sabe, la gente pone una cara muy extrañamente graciosa cuando llora.

Además, no hay gesto más angustiante que la sonoridad de la risa. Risa que a veces asusta.

En el libro, “Groucho y Yo”, Groucho Marx define a la risa como “un golpe al hígado y dientes con caries”. Es una definición tántrica, y no está mal: risas y dientes, lengua y babas, delirio y sorna. Pero, ¿no será acaso cómo aplaudir con guantes? Y descubro, que siendo niños reímos entre 300 y 350 veces al día, pero a medida que nos hacemos adultos nos vamos a la baja en sonrisas y carcajadas. ¿Y por qué? Porque la vida nos gana, un camión nos pasa por arriba, en fin, que la risa infantil es un lugar donde algunos se avergüenzan de volver, y también porque pocas cosas nos causan gracia. También leo que cuando reímos, activamos unos 440 músculos del cuerpo. Como un golpe de liberadoras endorfinas a modo de “risoterapia” como remedio para los males del universo. Por El Guasón, el de Batman, es un personaje magnético: que pese a todos los palos que recibe, su capacidad de volver a pasarse por los sobacos al depresivo de Batman, es hilarante y sintomática. El Guasón, que va desde la desfiguración de su rostro a una qética figurativa del “me rio porque me rio…”. Por eso es que para pelearnos sólo necesitamos mover 36 músculos. Que cuesta poco enojarse, y si liberarse con la risa. Pero ¡ojo… ojito!, la risa, también es un cuchillo de doble filo, moneda de dos caras, por eso tanto Sócrates como Aristóteles dijeron que tenía un lado oscuro y bobo. Y, para comprobar que en la antigüedad no bromeaban, basta con contemplar, a fecha de hoy, las siempre incómodas e irritantes sonrisas llena de dientes con fundas de endodoncia de Donald Trump. O cuando sonreímos porque no sabemos qué hacer cuando queremos colgar a alguien a un poste. De ahí que cuando siendo niños, y nos reíamos nos decían que la risa abunda en la boca de los tontos. Re tonto éramos, no sé…

Y ya que estamos en plan teoría de la risa, y la bronca, es dable decir que cuando uno se pelea a los gritos, de forma casi automática, también se te contraen las nalgas. Por eso cuando te peleas te dicen: “mejor cierra el orto”. Esto último es científico.

La risa en empírica y teórica. Dicen que la risa empezó como forma de comunicación, un salto evolutivo, como reflejo contra el estrés, pues desciende directamente de los gritos de guerra. En fin, un mecanismo de defensa, o un gesto “freudiano” para largar la ira, y no matar realmente a alguien. O como herramienta del Diablo (Umberto Eco lo cuenta en El nombre de la Rosa), como un problema de Dios, un punto de fuga y hasta un gesto de autoayuda cuando ya no te puedes bajar más los pantalones ante la autoridad, pues a la Autoridad nunca le conviene la risa a su pensamiento serio. Aunque la mejor definición de esta realidad hilarante, seguramente la dio el escritor Kurt Vonnegut, quien aseguró que “reír y llorar es aquello que hace el ser humano cuando ya no queda nada por hacer”. Él sabía lo que decía, por experiencia.

Lo que me lleva a pensar en ese refrán que dice: “el que ríe último, ríe mejor; aunque a veces dan ganas de llorar”. Y ahora, frente al espejo –no voy a decir cuál–, saco músculos y ensayó mi cara de soberbia del quién aconseja, venga por acá; no, un poco más allá; bueno, vengase por aquí, y es allí cuando me pregunto, como lo dice desde el rock Divididos: ¿Qué ves cuándo me ves? …

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