La (se)Elección Estadounidense

Por El Lector Americano

BURKE, Virginia, 28 de agosto de 2024.- La elección norteamericana más peleada de las últimas décadas, se realizará en noviembre de 2024. Y seguramente en la noche del 5 de noviembre, sesenta y cinco millones de personas que miran la televisión desde sus casas decidirán cambiar de canal de la TV. Adivinen qué programas de TV provocará semejante éxodo catódico:

1- Reveer Braking Bad, para saber si el señor White sobrevivió a semejante ensalada de balas.

2- Ver el último debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump, para encontrar más diferencias, que estilos enunciativos.

3-Trump, inflexible en su toma de posición sobre los inmigrantes ilegales, el aborto, la buena pena de muerte, las guerras en el mundo, etcétera. Y Kamala, casi lo mismo, diferente pero también igual.

4- Cambiar el canal de TV, y empiezas a recordar esa canción de Los Redondos, quiénes en su letra predicen: “el futuro ya llegó”.

Pero como esta nota es de “política ficción”, habría que preguntarse cómo tomarán la fuga de telespectadores los jefes de la TV política…

¿Los ejecutivos de la Fox y CNN se sentirán defraudados, cuando se enteren que esa noche la audiencia huyó de la política para saber más del divorcio de JLo y Ben Affleck?

Digo, el relato político local de Estados Unidos pasó a ser universal, por mucho, al resto del mundo. Pero, ¿puede competir la historia norteamericana con Jennifer Lopez en su (¿cuarto?) divorcio sí hoy ella corre como víctima?  (Y no es un chiste fácil porque JLo sigue siendo una lindura).

Esto que digo es una postal de la realidad. Ahora sabemos que la vida privada de los artistas también tiene su arista en la mala política. Y por eso no es descabellado ver como los políticos se sirven de la historia de un país como personajes de culebrón. Aclaro, como si hiciera falta, porque la realidad es en sí misma un alegato testimonial. Y, por supuesto, sin subestimar el reciente avistamiento del matrimonio Obama en ese show-sitcom-festival-circo donde Kamala Harris fue endosada en la Convención Demócrata, mientras Trump avisa de que si él no gana las elecciones todos saldrán perdiendo en la inevitable Tercera Guerra Mundial que viene.

Foto cortesía.

Así es, todo se vuelve extraño. ¿Quién salvará al mundo de tanto desgaste de política bélica? La candidata con vestido color crema, tipo sastre, dos números más pequeño, que con la ayuda de un periodista disidente de Fox o CNN apalanca un discurso amplio? ¿O será acaso el candidato, rubio ceniza, con dientes nuevos, traje azul y gorra roja, que al ser entrevistado por un periodista disidente de CubaVision parece decir lo innombrable flameando la bandera de tolerancia cero?  Mmm… no sabemos.

Solo sabemos presagiar la fuga de telespectadores en noviembre 5, justo ahora que ya nadie usa reloj.

Sí sabemos que cuando se elige presidente en Estados Unidos, el mundo lo vive como un desgaste. Todos deberíamos elegirlo, dicen desde allá. Y desde más acá, hablan de formar un bloque como parte de la cadena cuasi oficial de humor o de la depresión global después de los resultados.

Entonces, Fox dirá, ¿esto es falso?

Y la CNN exclamará, ¿se va a respetar el contrato de lectura de la audiencia planetaria que, para fin de año, o estaremos obligados el 5 de noviembre a transmitir un partido de béisbol?

Todos los que consumimos mundo TV, sobretodo en la prime-time de audiencia, sabemos que el “pueblo” se dividió, y hace rato 66 millones de norteamericanos seguro se irán para saber qué pasará con JLo en el futuro del nunca jamás. Ya sabemos lo que sucede con eso del que ríe último. Pero lo que aún no sabemos, queridos lectores, si es cierto que tanta risa con una historia, nos cuesta océanos de lágrimas. O de última una buena “puteada” con hielo y ron.

Al final, los dos candidatos son un diluvio de hielo “en las rocas”: o quizá la única diferencia es que el hielo de Trump está dentro de un vaso de escocés. Y, por otro lado, el problema de Kamala Harris es que es muy étnica, muy educada, con ademanes confiables y es más sexy que un Biden siempre desorientado y roto. Como si hacer un viaje con Kamala Harris como compañero de asiento, uno podría pensar es bastante parecido a unas vacaciones adolescente en el país del popcorn.

Por otro lado, el rol de Papá Trump, después de darle tanta caña a Biden, al final resultó ser el boomerang Kamala. Por eso los últimos meses, le cuesta mucho sostener su sonrisa permanente, y su aspecto de “leve hang-over” (resaca millionner), habla más de un oportunista en Nueva York, que abraza demasiado, es más ruidoso como vendedor de tupperware.

Pero, ojo, estás líneas no debieran ser un problema personal: porque algo extraño sucede en Norteamérica de hoy, en la que probablemente será interesante saber quién será Presidente del país. Que tendrá que sentarse a meditar un plan de acción que considere la reunificación del país a través de los abrazos. O apelar al saludo callejero entre vecinos, lo cual incluye celebrar el año nuevo que parece haber desparecido en las calles de Burke, en este lado de este bendito país.

Y el otro problema que enfrentará el próximo presidente/a, según la economía, es saber si es cierto que todo está bien en el plano económico. Sí, leyeron bien: el primer problema es que, en apariencia, la economía creció pos pandemia. Es decir, no hay problemas. Y esto sí que es un tema, porque Biden, a pesar de la mejoría económica, igual siguió bajando en las encuestas de popularidad, porque parece no conjugó muy bien el tema económico con la política interna y, sobretodo, la controvertida política exterior norteamericana. Me refiero a los tumbos, la guerra Israel/ Hamás, Ucrania/Rusia, Venezuela, México, Jordania, y Luxemburgo … es decir la sangría en este mundo extraño.

Cuando Biden se bajó a la re elección, después se volvió a subir a las giras personales, con sus epifánicos brazos cruzados, manos o palma al aire con abuelitos y niños, sus besos pegajosos con tías cargadas con maquillajes de Sephora… Desde allí llamó a su electorado en Michigan y Wisconsin, «La prosperidad de los Grandes Lagos», a apoyar a Kamala. Y articulando su discurso con la creciente economía, no es para nada una falacia inferir que no es un delirio decir que el 70 por ciento de los norteamericanos se siente parte de la clase media o media alta (según una encuesta publicada por el New York Times que, como sabemos, es letra sagrada). Claro, a un empleado de McDonald o Waltmart esto le cae como patada en “las gonadas”, según estas estadísticas.

¿Con cuánto dinero se vive en Estados Unidos?

  • El quinto más bajo de la población gana entre cero y 24.799 dólares al año
  • El segundo quinto gana entre 24.800 y 52.828 dólares
  • El tercero, que sería formalmente el que representa a la clase media, entre 52.829 y 75.000 dólares
  • El cuarto sector gana anualmente entre 75.016 y 140.000 dólares
  • El quinto grupo tiene ingresos que van desde 165.000 dólares hacia arriba, por año

Y hay, también, más allá de la división de clases, todas las fracciones coinciden en que esta situación permanecerá por un tiempo indefinido, pues no se asocia estabilidad con el cambio político, o con un tropiezo en la marcha económica. Todo esto resulta tan sintomático que ni siquiera el capítulo de El Capital, sobre las mercancías, podría explicar el calor del trabajo, el color del dinero, y la vida de las personas: su vida real y virtual. El Capitalismo del siglo XXI.

Claro, en Estados Unidos sigue habiendo pobreza. Si vas a Washington DC, o hay pobres u olor a marihuana. A veinticuatro años del comienzos del siglo XXI, ni en tiempos electorales este tema le importa a alguien:

-Hay más de cuarenta y dos millones de pobres en Estados Unidos.

-El 14 por ciento de la población vive debajo de la línea de pobreza.

-En un país de trescientos treinta y cinco millones de habitantes, el 14 por ciento se desdibuja en los borradores de las políticas asistenciales. El famoso “mantengo” qué tan bien conocí en Puerto Rico.

Y la seducción para lograr el voto está en la mayoría blanca, semiblanca, latina con abuelas de ojos verdes, rusos excomunistas, chinos maoístas, coreanos Hyundai, Indios ricos de Bombay, y un montón de gordos y fracasados de la serie “Justified”, en el Condado de Harland. Ahí está la ganancia de esta elección. Con este tipo de población es bueno tener una buena minoría. Así, tanto para Kamala como para Donald, han buscado descontar porcentajes en base a estas minorías: Harris con los afroamericanos y latinos, Trump con los blancos del Estados Unidos profundo, los latinos del Caribe con billetes, y de otros lados bien bronceados.

Foto cortesía.

En un país donde dentro del Ku Klux Klan se pueden reconocer apellidos italianos, no parece una mala táctica abogar por el discriminen positivo. Los «chicanos», son todos los hispanos en Estados Unidos: argentinos, uruguayos, chilenos o salvadoreños. A tipos que sufren el síntoma del portero: se creen dueños del edificio solo porque llevan un uniforme con dos escobillones en el hombro. Por eso Trump grita donde sea, en spanglish, que impondrá la educación no bilingüe y una política inmigratoria cerrada. Todos los días mira desde su piso nuyorkino, y se apoya en una falsa columna dórica, y jura que nosotros (los del patio trasero) seremos los socios del sueño americano, pero con papeles y ojalá con dinero propio. El programa con el que piensa lograrlo sufre la ausencia de ciertos toques concretos: «Defenderemos la familia, la religión, el trabajo y la seguridad nacional, pero falta mano de obra».

Así es… Si es cierto aquello de que la historia se repite, sería hora de que lo hicieran, pero que consideraran cómo harán con sesenta millones de seres humanos para hincarse ante el César, o poner la otra mejilla.

A lo mejor simplemente el 5 de noviembre baste con hacer uso del control remoto… y rajar a otro mundo, vía Netflix con Breaking Bad.

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