Por Cristina Bottini
Trashumantes del dolor, en eso nos convertimos a lo largo de esta vida —dijo Inés casi como para sí—, caminando por las penas como sobre brasas, dando inútiles saltos para evitar quemarte pero no teniendo otro lugar por donde andar.
Ni Lorena ni yo pusimos en tela de juicio sus dichos, no carecían de razón luego de saber su historia. Y no era que a nosotras nos sobraran las alegrías, que ignorásemos de qué se trataba o fuésemos incólumes sobrevivientes de nuestros dolores, pero viniendo de ella tenía carácter de lección, por eso permanecimos en silencio solo escuchándola hablar mientras se esforzaba por hacernos sentir cómodas: servía más café, iba y venía.
– No aprendemos a sufrir nunca porque todos los dolores son distintos continuó, si bien la pérdida de un ser amado se siente como si el alma se encogiera en el pecho , y duele y arde y nos deja indefensos al principio, no es igual que el dolor que produce una separación amorosa ni la ruptura de una amistad.
Cuando has sentido ese dolor y caes en la cuenta que jamás podrás volver a besarlo, a hablarle, a acariciarlo… sabes que lo perdiste para siempre.
– Lorena le tomó la mano y ella sonrió calmándola. -No te preocupes, estoy bien, estoy bien…
-Te quiero mucho, Inés dijo Lorena acariciándole la cara con una ternura indescriptible, tan intensa que me llegó. -¡Nunca lo olvides!
-Lo sé, mi niña, ¡sabes que es mutuo!
Hubiese jurado que eran madre e hija pero bien sabía que no, que ese mismo dolor al que hacía referencia Inés las había acercado y luego unido; que se habían conocido entonces y aprendido a querer.
Pasamos el resto de la tarde con Inés y cuando oscurecía nos fuimos prometiéndole volver cualquier día de la semana siguiente.
Nos besó, nos regaló una hermosa sonrisa-como siempre- y le dio un papel doblado en dos a Lorena que ella prometió contestar esa misma noche
-¿Es una carta? pregunté apenas nos alejamos caminando.
-No- me dijo, es un cuento.
-¿Un cuento?, ¿Inés escribe cuentos?, ¿Y desde cuándo lo hace?, pregunté realmente sorprendida .Ignoraba que escribiera .
– Lo hace desde que descubrió que así, y solo así, puede exorcizar su dolor, puede encerrarlo en un papel y volverlo cosa de otro al darle otro nombre e inventarle otra vida .Yo solo los leo, y luego les doy vida al publicarlos en la red.
-Y realmente ¿se puede encerrar el dolor en un papel?, dije. Lorena solo me miró y sacando el papel de su bolsillo contestó:
-¡Inés lo hace!
Cristina Bottini escribe desde Colombia.
Fuente: ARGENPRESS CULTURAL