Las trenzas de mi abuela

La pedagogía de la memoria ancestral, fe y resistencia.

Por Yenny Delgado

Desde pequeña siempre me sentí fascinada por el pelo largo de mi abuela. Su cabello no era solo una extensión de sí misma, sino la manifestación física de sus pensamientos y la fuerte conexión de cuidado y resistencia. Si alguien le preguntaba por qué tenía el cabello largo, ella siempre respondía: “las mujeres somos hermosas con nuestro cabello largo que crece cada día, debemos de cuidarlo”. Tengo recuerdos de mi abuela haciéndose trenzas temprano en la mañana y todas las noches antes de dormir. Se trenzaba el cabello mientras oraba y, también mientras cantaba. Sus largas trenzas transmitieron su femineidad a la vez que mostraban nuestras raíces ancestrales de una forma de vida tradicional de las mujeres originarias de Abya Yala.

Mi abuela Candelaria nació en Cajamarca, entre las montañas de los Andes del Perú, descendiente de la población originaria y, de generaciones de campesinas y cuidadoras de la tierra. Nació en febrero, el mes de la lluvia y la época del carnaval. Su rostro aunque cubierto de arrugas, revelaba sus agraciadas facciones, y su cabello tan largo y gris, adornado con su infaltable trenza, le daban un toque que siempre me llenaron de magia. Ella estaba orgullosa de su cabello natural y de sus canas, porque decía que “eran el resultado de la edad y la sabiduría”. Era tejedora y agricultora, por lo que sus manos eran ásperas, agrietadas y profundas. Trabajó toda su vida con las manos, que estaban conectadas a la tierra que sembraba y cultivaba con cariño.

Mi abuela enviudó un mes después del nacimiento de su séptimo hijo. Enfrentó desafíos y esfuerzos para criar a sus hijos y alimentarlos. Como parte de la población originaria, sin acceso a la educación, la iglesia fue uno de los pocos lugares donde fue acogida y animada a aprender. A la edad de 30 años, aprendió a leer con su Biblia, la que leía todos los días en voz alta para que todos la escucharan. Ella creyó sinceramente en Dios, su fe le dio fortaleza y renovó su espíritu.

Pero, ¿quién le enseñó a mi abuela a trenzar su cabello?, ¿cuándo comenzó? Mi abuela aprendió de su madre y abuelas. Sin duda, la familia es la mejor escuela de la vida, donde de una generación a la siguiente generación traspasan sus conocimientos, costumbres y sabiduría.

Es importante recordar que no a todas las mujeres nativas se les permitió tener el cabello largo. Durante la invasión y posterior colonización española, los opresores cortaron el cabello a las mujeres y hombres de la población originaria. Nuestros ancestros sufrieron genocidio, esclavitud, y todo tipo de prohibiciones como abusos físicos y emocionales. La colonización fue una ruptura entre esposos y esposas, madres e hijas, padres e hijos. Se les cortó el cabello como señal de esclavitud y humillación. La idea fue someter y hacer que la población nativa sea “civilizada”. Estos fueron una serie de eventos trágicos, y se han necesitado de siglos para que la población originaria recuperará el derecho a la autonomía y control de sus cuerpos nuevamente.

Por eso, en las comunidades nativas aún hoy está muy presente la tradición de que las mujeres lleven el cabello largo trenzado. A través del cabello, las mujeres nativas muestran poder en el cuidado de sí mismas y en la práctica de tradiciones ancestrales. Trenzar el cabello se ha convertido en las últimas décadas en un símbolo de resistencia contra la colonización. Trenzar es una forma de identidad, memoria ancestral, protección y resistencia.

Entre mi abuela y yo hay más de un siglo de historia. Y aunque tenemos varias décadas de brecha decidí seguir con la práctica de trenzar mi cabello. Cada vez que trenzo mi cabello recuerdo a mi abuela con alegría, sabiendo que sigo una práctica ancestral con historia y significado profundo.

Mi abuela Candelaria partió físicamente el 2020 a sus 90 años. Siempre recuerdo a mi abuela como una mujer valiente que trabajó cada día como campesina y su legado me acompaña como un memorial de dónde vengo y quien soy. Recordemos que, mantener viva las prácticas ancestrales de nuestras abuelas son una tarea valiosa para las siguientes generaciones.

 

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